Recta final en BA-LON-CES-TO

A un paso del siguiente paso

  • Imagen de Fito Díaz (@Fito_Diaz)

Miguel Ventayol

Entro en el pabellón del Parque a eso de las nueve y media de la noche. No es acogedor, no es cómodo, es oscuro y apenas se oye nada hasta que te sientas.

En la pista me miran de reojo, están concentrados en el entrenamiento, es cosa seria. Se escuchan instrucciones en inglés y, como diría Bruce Willis, en dos idiomas: normal y con tacos.

Alfredo y Dani hablan y hablan, explican y siguen explicando, se mueven por la zona con balón y sin balón. La cosa está seria, hay tensión, hay brazos en alto y culos bajos. No se descansa. Nadie quiere descansar cuando el objetivo está tan próximo.

Es una imagen al azar, entre semana, del Albacete Basket. Una imagen del mismo equipo que mantea a Alfredo Gálvez, su entrenador al concluir el último partido de la temporada regular. El mismo equipo cuyo capitán cede el saque de honor en un partido de fútbol del Alba a Manolo Blázquez, que ha pasado media temporada sufriendo desde el banquillo, animando, sin poder jugar. Ese capitán que devuelve las ovaciones al público como si no fueran cosa suya sino de todo el conjunto, afición incluida. El mismo tipo que pasa todo el partido con el gesto contraído y luego se desternilla de risa.

La imagen de equipo que vimos el sábado en el pabellón de la Feria, un bloque unido, ansioso por demostrar en Valladolid, donde se jugará el ascenso a la liga LEB Plata, que si ha quedado segundo del grupo B no ha sido por casualidad sino por muchas tardes en el pabellón oscuro e incómodo, y en los horarios que les han dejado. Gestos contraídos que luego se desternillan.

Un grupo donde veteranos como Bonete asumen responsabilidades y protagonismo y jóvenes como Juan Carlos se pelan las rodillas en defensa para arrear cuando la racha es mala.

Ese mismo bloque que se mosquea cuando los rebotes se escapan o el tiro libre no entra; a pesar de que vimos a Max mucho más concentrado en su mecánica de tiro a la hora de lanzar, otra prueba de que el trabajo da sus frutos.

El Albacete Basket ganó el sábado su último partido 85-69 rodeado (literalmente) por su afición que ha disfrutado un año con finales de infarto y partidos de una calidad tremenda. Bonete metió 15, Ferry se cebó con 27 puntos (7 triples) y se sonrojó con la ovación que le dedicó el público a escasos segundos del final del partido. El equipo pasó un mal rato durante el primer tiempo, quizás fuera el calor, quizás el cambio de pista, pero se repuso, defendió y aguantó en grupo. Uge y Max cogieron todos los rebotes que poco antes se habían escapado. Él y Elias forzaron 11 faltas entre ambos para terminar de amarrar un partido, una temporada de trabajo bien hecho.

Ahora toca disfrutar una liguilla en Valladolid, contra Plasencia, Valencia y el anfitrión los días 23, 24 y 25 de mayo. Tres partidos, tres finales, pero liguilla a fin de cuentas, importa cada punto, importa cada minuto, cada partido. El desgaste va a ser tremendo pero Albacete Basket jugará con la ventaja de saber que esta temporada ha ganado mucho: consolidación, credibilidad, confianza, cantera, afición, ilusión, alegría, baloncesto.

Ellos y nosotros.

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