El Ala Oeste de... La Moncloa

Ahora toca: «Mariano, el bueno»

Antonio González Cabrera

Último viernes de julio y Consejo de Ministros. En rueda de prensa el mismísimo Mariano Rajoy. No solo hace alarde de sus aciertos, sino que en materia de presencia pública continúa tirando la casa por la ventana. Ha pasado de cuatro años tras el plasma –para que no le preguntasen por sus errores–, a sus prácticas de nepotismo –con trato de favor hacia familiares o amigos, otorgándoles cargos o empleos públicos por el mero hecho de serlo, sin tener en cuenta otros méritos–, a cuando se acercan las Elecciones Generales, aparenta sufrir un arrebato de necesidad de hablar, de mostrarse bondadoso y comprensivo con el maltratado «españolito» pero solo porque precisa de su voto. Ahora Mariano ya no es el de los recortes, ahora ya es Mariano,»El Bueno».

Este viernes ha aprobado los Presupuestos del Estado para que quien le suceda apechugue con su herencia. Si este fin de semana anunciaba subida de sueldo a los funcionarios, ahora habla de nuevas rebajas de impuestos. Luego no recoge esos compromisos en los Presupuestos que aprueba, pero así comienza la campaña electoral oficialmente abriendo el tarro de las promesas electorales. No le importa que su postura resulte impresentable e increíble después de cuatro años para los que prometió lo que el viento se llevó. No le importa,  que esta haya sido la legislatura de la miseria, de la pobreza y de una deuda impagable. De nuevo promete el cielo.

Solo si realmente piensa que el pueblo español es ciego, puede justificar sus promesas. No le queda credibilidad y parece que no sabe de lo que habla, ¡con la que está cayendo en la calle! Tal vez piense que a nadie se le ha pasado por la cabeza que, en lugar de bajar los impuestos a las rentas más altas, hubiese sido mejor para todos aumentar el personal sanitario y el educativo o apoyar a nuestros investigadores para que no sigan teniendo que irse fuera del país. Hace las mismas promesas que hace cuatro años pero, además, ahora las acompaña presumiendo de logros económicos aunque estos no se perciban por la gente y, mientras, sigue mirando para otro lado ante la corrupción.

Y es que por mucho que los asesores le cambien el decorado en sus intervenciones televisivas, sigue siendo Mariano, el de tantas sus meteduras de pata, el que ni con brillantes comparecencias logrará lavar su imagen de político de obviedades, escaqueos y tics antes de mentir. Puede que su sobreactuación actual de bondadoso que demuestra desde las Municipales, acabe volviéndose en su contra. Ha pasado de ser un Presidente al que no se le ve el pelo, a que nos encontremos tu foto hasta en el rollo del papel higiénico y, eso lleva al hastío del votante. Ha pasado de ser el más crítico contra el populismo, a ser el mayor de los populistas. Pero su problema es que son tantas sus promesas incumplidas que ya no le cree nadie, salvo los que le deben la teta de la que se amamantan.

No discuto que hay una mejora macroeconómica en España pero se debe a decisiones externas y no a las suyas. La austeridad de la política de este Gobierno nos hubiese hundido si no existiese una protección al euro que ha realizado el Banco Central Europeo (BCE), sin la depreciación del euro que ha relanzado la exportación, o los bajos precios de los combustibles, pero nada de eso es gracias a Rajoy. Él ha malvendido lo que era de todos para cuadrar las cuentas del Estado y no lo ha conseguido. El teléfono, la luz y los carburantes están más caros que nunca, sin corresponderse con su coste real. Y, sí, puede presumir de boom turístico español pero porque detrás de ese boom están los atentados en países árabes o la crisis griega. Si esas circunstancias externas cambian, la recuperación de Rajoy se nos va por la alcantarilla.

Pero mientras eso no ocurra, Mariano habla ahora más que nunca. Europa en público calla, pero no por respeto, sino por su  interés en que Rajoy continúe de Presidente, porque en la UE saben que ningún otro candidato español le será tan útil y dócil para los intereses de las multinacionales y los gobiernos de derecha como lo es Rajoy. Mientras, en privado, esa Europa le está pidiendo a Mariano más recortes pero asume también que los aplace por las elecciones. A esa Europa no le preocupa que el gobierno de un país socio esté sostenido sobre un partido político con casi todos sus líderes implicados en casos de corrupción, ni le importa que en ese país lo estén pasando mal los mayores y los jóvenes, o que las políticas de recortes hayan sido indignas para las personas honradas en paro que no perciben nada, o que sea un país con la tercera parte de sus trabajadores con retribuciones inferiores a los setecientos euros mensuales…

No debería estar tan  satisfecho como aparenta, porque Rajoy todavía nos deja con los impuestos y el paro más alto que los que «heredó» y con un empleo de mucha peor calidad. Deja una España que aún se gasta más de lo que ingresa y con una economía sumergida de la que no quiere oír hablar porque vienen elecciones. Hay que ser muy hipócrita y mentiroso para dar la rueda de prensa que ha dado. Mentiroso, por decir que creceremos el 4 %; mientras, las subidas que aprueba son miserables para pensionistas y nimias para los funcionarios. Hipócrita, por negarse a admitir que los beneficios obtenidos por unos pocos, los hemos pagado los demás.

Cospedal y Rajoy han gobernado al dictado de la avaricia y han conducido a una ruina social lamentable a esta región y a todo el país. Ella, ya se fue; y, él, tiene toda la pinta de que se irá. Aunque se vista de seda…

antonio gonzalez, consejo ministros, pp, rajoy