A las chapas, al zompo o al guá. Obligados a elegir

Palabras

Una poesía de viernes para el recién estrenado mes de noviembre.

Imagen del Mercader de Juegos
Miguel Ventayol

Las palabras no terminan de salir

aunque quieren y quieren hacerlo con fuerza.

Las palabras son mi moneda de cambio.

Las he usado por dinero, y las he regalado.

Me han besado por palabras, y por palabras me han apedreado.

Por elegir una palabra u otra, un singular, un plural, un masculino o un femenino.

¿Por qué elegir blanco o el negro?

¿Por qué decidir blanco es malo

y negro bueno?

¿Por qué decantarme por el vino blanco

con el pescado cuando me apetece tinto?

Alguien me aseguró de niño: Las verdades, con paciencia,

llegan con la edad adulta.

Pero los años esconden más mentiras que juegos,

mentiras que se ocultan,

te apuñalan entre las sombras.

Te arrancan la sangre que no te sobra.

 

Yo pensando en sinónimos de paciencia,

sinónimos de amor

y rimas para canciones

sin guitarra,

me inclino por el agua frente al vino por si la dosis de

alcohol

sobrepasa mis propios límites.

Calculo las monedas que llevo en el bolsillo

porque cada jornada depende de las monedas que suenen en tu monedero.

Luego recuerdo que no recuerdo

el sonido de las monedas de mi niñez.

Las monedas adultas suenan como las chapas

de la cerveza que no me he bebido;

pero cuestan la sangre que brota cuando me apuñalan por la espalda

entre las sombras de la civilización.

Quiero elegir pero no soy capaz de hacerlo.

Tengo argumentos pero no quiero usarlos

por si alguien me convence de lo contrario

y olvido mis propias ideas.

O descubro que los pensamientos impuestos

no eran más que mentiras,

como el sonido de las chapas:

eran un dulce sonido de libertad

de rodillas peladas contra el suelo.

Mentiras, Palabras, Poemas