Miguel Ventayol se sumerge en sus recuerdos de adolescencia en Albacete: «Una de nuestras atracciones más divertidas era ascender por una torreta instalada a pocos metros del centro educativo. Apenas existían vallas de separación, sí las había pero las traspasábamos para ir al otro lado de la vía, porque las vías estaban a menos metros aún que la torreta. (…) Al ver las imágenes de dos chavales procedentes de África escalando torretas, esos chicos que viajan a España para vivir mejor o sólo a poder vivir, no puedo sino comparar, salvando todas las distancias posibles. (…)
No es lo mismo escapar del tedio que de la miseria
«La diferencia entre jugar y sobrevivir»
Miguel Ventayol