A Irene Montero la esperaba Hernando, Rafael, con el estilete que acostumbra a lucir cualquier «Macho Alfa» cuando levanta la barbilla para dirigirse al inferior, se atusa el flequillo caído a la diestra y da vuelo al traje que lucen con estilo los elegidos que vinieron al mundo con corbata en lugar de sonajero, como ascetas de la prestancia de un dandy del barrio de Salamanca.