Por mi culpa

Porque eres mujer, tienes la culpa

Verónica Blanco

No lo dicen, porque no sería políticamente correcto, pero la culpa es nuestra, que nos vestimos «como putas».

Ese es el argumentario con el que el programa de Susanna Griso ha machacado a la audiencia -mayoritariamente, ya de por sí machista-  desde el pasado 7 de julio de 2016 en Antena 3.

«Fue culpa de la chica por haber caminado sola a horas que no son propias para una señorita». «Fue su culpa por haber entablado conversación con estos cinco depredadores de la Manada». «Culpa de la chica fue haber confiado en que la iban a acompañar al coche, donde la esperaba su amigo».

Por su culpa, por su culpa, por su gran culpa y, encima, después la chica ha intentado rehacer su vida. Y, por supuesto, «es su culpa» que aparezca con un semblante sonriente en las fotos de sus redes sociales.

Porque eres mujer y tienes la culpa. Eso es así. Eres mujer y si no te ven destrozada, tirada en la calle cubierta de moscas o encerrada en un hospital bajo tratamiento psiquiátrico es, sin duda, porque consentiste lo que te hicieron y, además, lo disfrutaste.

«¿Violación o sexo consentido?», preguntaba un periodista perteneciente, también a la Manada, esta vez a la Manada de Susanna Griso.

¡Claro, Nacho Abad! Todo el mundo sabe que cuando el sexo consentido acaba, la chica se va a un banco a llorar desconsolada en estado de shock y también sabéis, vosotros, “macromanada” que el sexo consentido acaba con que te roben el móvil, extraigan la tarjeta del mismo y te dejen tirada en un portal… No os preocupéis. Nuestra la culpa.

La culpa de la chica, que se sintió ofendida de que la Manada no se despidiese de ella. “Nos está costando caro no habernos despedido de ella». Eso dijeron ellos, aunque el magistrado del caso lo consideró como salir por patas… Pero nada… la culpa será de la chica, que se sintió ofendida de que estos apuestos muchachos pasaran de ella. Por eso, la culpa es nuestra, porque no entendemos que después de tener sexo consentido con cinco animales estos puedan irse corriendo tras haberte robado.

De ella y solo de ella es la culpa por no haber dicho, “no”. Porque claro, en el sexo consentido que entiende la Manada, es normal que te agarren del pelo, sujetada por cinco chicos y que te introduzcan un pene en la boca. Fue tu culpa. No pudiste decir que no.

La culpa es de Cristina Hendricks, de su pelo rojo y de sus enormes tetas porque no dieron el trato a Pérez-Reverte, que el propio Pérez-Reverte exige tener:

http://www.xlsemanal.com/firmas/20170507/perez-reverte-cristina-hendricks-y-nosotros.html

Cristina Hendricks. La pelirroja de Mad Men, ya saben. La de las tetas grandes. Además de anatómica, ésta es una definición sexista, claro. Pero cuando uno escribe debe buscar, ante todo, la brevedad y la eficacia. Y reconozcan que la definición es breve y eficaz a tope: pelirroja de tetas grandes. Ahora todos –y todas– saben a quién me refiero.

Como también tienen culpa las mujeres que han hundido la carrera de Harvey Westein y no de él por haberles destrozado la vida a ellas.

De la víctima es la culpa y, por ello, vamos a juzgarla doblemente, en los medios de comunicación y en los juzgados. Y, también, como solo ella es la culpable, vamos a juzgarla en tres ocasiones: antes, durante y después de la violación. «Es que iba sola”, “es que la chica no dijo que no”y “es que, si ha podido rehacer su vida y sonreír, es porque le gustó”.

Tenemos nosotras la culpa de crear un halo de terror y paranoia absurda a nuestro alrededor cada vez que decimos que tenemos miedo de ir solas a casa, porque claro, todo el mundo sabe que no nos violan lo suficiente con respecto a otros países. Una mujer cada ocho horas, ¡es una cifra irrisoria! La culpa siempre será nuestra, que manipulamos las cifras para tener miedo.

La culpa la tiene Anna Gabriel, por no cumplir los cánones de belleza y feminidad que le impone el patriarcado y también es culpa de Leticia Dolera por alzar la voz en contra de los abusos sexuales dentro de la industria cinematográfica, es nuestra, por supuesto, que somos tontas y nos dejamos.

Nuestra, hermanas, siempre es nuestra culpa.

feminismo, machismo, Vero Blanco