Por Francisco Javier Carmona

Cambio climático y ecosistema: pasado, presente y futuro

Javier Carmona

La Ecología es la ciencia que estudia las relaciones entre los seres vivos (la biocenocesis) y con  el escenario físico donde viven (el biotopo). La ecología analiza el medioambiente, la distribución y abundancia de seres vivos (vegetales y animales) y tiene en cuenta cómo estas propiedades se ven afectadas por la interacción entre los organismos (cadenas alimentarias y relaciones) y su ambiente (dependencia).

En el marco de la Ecología, la historia natural nos enseña que hay ocasiones en las que un suceso negativo ha servido como punto de partida para una mejora o para un cambio de tendencia en ciertos aspectos. Muchas especies vegetales y animales han tenido que adaptarse a un cambio de factor ecológico. Un factor ecológico es una característica (abiótica o bien biótica) que influye a lo largo de la vida de un ser vivo o al menos durante una parte de ella. Los factores ecológicos abióticos pueden ser Primarios, Secundarios o Terciarios. Los primarios son: el movimiento de rotación de la Tierra que produce la sucesión de días y noches,  la inclinación del eje terrestre que marca las cuatro estaciones del año, la composición gaseosa  de atmósfera y la dinámica del magma.  

Estos factores se han mantenido prácticamente constantes desde hace 4.500 millones de años y de ellos dependen factores ecológicos secundarios  como la temperatura, la cantidad de luz, la humedad, las corrientes marinas o los vientos dominantes. Un cambio en estos factores puede provocar extinciones masivas de especies del reino vegetal o animal. La más conocida es de los dinosaurios hace 65 millones de años al disminuir la luz que llegaba al suelo por el acúmulo de polvo causado por el impacto de un asteroide en nuestro planeta o por una gran erupción volcánica. Una vez que se posó la ingente cantidad de polvo, los gases de efecto invernadero atrapados en la delgada atmósfera, provocaron que aumentara la temperatura, causando un repentino cambio climático que terminó con muchas especies vegetales y animales que habían logrado sobrevivir a la oscuridad. Sin embargo, la desaparición de los dinosaurios posibilitó que  los mamíferos, de menor tamaño, se diversificaran con facilidad y evolucionaran en espacios con mucha  menor competencia.

Pero ahora, por primera vez, estamos ante un cambio rápido de factor ecológico, el clima, de origen distinto de los citados: es un cambio biótico, provocado por una sola de las especies animales  que viven en la tierra: el ser humano, con una población mundial que ya supera los 7.000.000.000 de habitantes, en su mayoría depredadores, situados en la cima de pirámide ecológica alimentaria. Su capacidad de alteración del medio es tal que está cambiando  factores abióticos en nuestro planeta: la temperatura media global y la distribución de las precipitaciones. Los efectos negativos (subida del nivel del mar, sequías prologadas, olas de calor, inundaciones catastróficas, incendios forestales de grandes dimensiones…) que producen el calentamiento y la contaminación causados por la actividad industrial y comercial del hombre se han hecho patentes en el última mitad del siglo XX y en lo que llevamos de siglo XXI, cuando se ha registrado los niveles más alto de dióxido de carbono desde que el mundo es mundo. 

Su repercusión sobre la humanidad es nefasta y ya se empieza a acuñar el término “desplazado climático” para aquellas personas que se ven obligadas a dejar su hogar inundado o sus tierras desertizadas o sus bosques calcinados en busca de nuevos biotopos donde establecerse. En el hemisferio norte se concentra más del 88% de la población mundial y el 70% de las tierras emergidas. Si la población emigra hacia el norte buscando tierras de clima más fresco tendremos verdaderos problemas de densidad elevada de habitantes y de altas demandas de producción agrícola y ganadera. Así, dentro de España la población tendería a acumularse en la España verde (Galicia y cornisa Cantábrica y Pirineos), por encima del paralelo correspondiente a los 42º de latitud norte, que es donde termina la España seca. Países de Europa como Francia, Países Bajos, Reino Unido o Irlanda tendrían fuertes demandas de inmigración. 

Cierto es que también hay otras zonas  en el norte de Europa donde ir, pero no están beneficiadas por los efectos cálidos de la corriente marina del golfo que baña las costas occidentales del continente europeo. Tengamos en cuenta que por encima del Paralelo 60 (donde termina el clima denominado oceánico),  las condiciones para el crecimiento de los  cultivos agrícolas se endurecen  extraordinariamente por la dureza y dilación de los inviernos.  

La temperatura media del planeta aumentará al ritmo calculado, superando los  2º C a finales de este siglo. Pero no serán 2º en todos los sitios por igual: el agua tiene un calor específico (cantidad de calor necesaria para elevar en un grado su temperatura) tres mayor que el de la tierra.  Si el agua aumenta 2 º C su temperatura, en la tierra habrá un aumento de al menos 6 ºC. No habrá suficiente espacio para todos donde vivir  en unas condiciones climáticas aceptables. 

En los países que no llueva lo suficiente  y la temperatura se haga insoportable, cuando como consecuencia de la subida del nivel del mar, se hayan cubierto las zonas más fértiles, que suelen ser los valles de los ríos, y no se puedan sacar adelante cultivos,  a la población no le quedará otra solución que emigrar hacia los países del norte. Además, esta gente se desplazará mayoritariamente hacia las ciudades donde las posibilidades de encontrar un empleo son mucho mayores que en las zonas rurales. Hoy en día, más del  56% de la población mundial vive en grandes ciudades, con lo que el problema de los grandes núcleos superpoblados se agravará y podrá habrá enfrentamientos entre países y colectivos por el agua potable  y el dominio de las zonas donde se producen los alimentos. Puede parecer una visión un tanto apocalíptica, pero es la realidad futura. Las disputas ya no lo serán tanto por la energía, que se obtendrá ya mayoritariamente de fuentes renovables, como de las zonas del planeta donde establecerse y vivir con un mínimo confort.

No quedará más remedio que adaptarse. Ahora bien, no olvidemos que la naturaleza es muy sabia y que cuando uno de sus elementos (y el hombre es uno de ellos) perturba gravemente) el equilibrio del ecosistema, la ecología como ciencia nos dice el mismo ecosistema tiende a eliminar el factor de perturbación para volver al equilibrio. ¿De qué  forma la Tierra restaurará el equilibrio de su bioma? Lo restaurará empleando a la propia especie humana con una doble posibilidad: o damos una marcha atrás radical en las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera o nosotros mismos nos haremos el “haraquiri” y el planeta seguirá existiendo, pero ya diferente y sin nosotros. 

Actuemos pues, que estamos a tiempo. Miremos cada gota de agua que usemos y cada residuo que generemos (los mínimos posibles),  procurando darle otra vida en una economía circular. La educación ambiental de los más jóvenes es fundamental para cambiar el modelo de producción y avanzar decididamente la sostenibilidad.  La Educación Ambiental aúna colectivos y territorios con el objetivo de lograr un mundo más solidario y sostenible. En este sentido, la Red de Escuelas hacia la Sostenibilidad (ESnRed) de las Comunidades Autónomas promueve proyectos medioambientales en colegios e institutos con la participación activa y democrática del alumnado con el lema «Joven educa a joven». La provincia de Albacete forma parte de esta Red.

La Marcha por el Clima en bicicletas y patinetes que se ha celebrado hoy en nuestra ciudad con alta participación, es un ejemplo de educación ambiental y una manifestación clara de la ciudanía reclamando una ciudad más habitable.

Fuente Internet. Sánchez, D.L y Olvera, A., 2019


Francisco Javier Carmona García
Dr. Ingeniero De Montes

cambio climático, Ecología