Nos avisó Cáritas hace pocos días: la pobreza se ha acostumbrado a vivir en Albacete. Más del 30 % de familias vive con menos de siete mil euros. El diario masquealba.com publicó que más del 50 % de los parados de Albacete no tienen ningún ingreso.
Son solo datos, son sólo números, pero números que salen del rostro de alguien, del hambre de alguien.
De sopetón es fácil afirmar que en Albacete sabemos vivir con lo justo, nos acoplamos y hacemos maravillas con cuatro duros: somos organizados, nada derrochadores (¡cómo para serlo!) y comedidos.
Por obligación.
Sigo observando datos de entidades poco sospechosas y encuentro más buenas noticias, dentro de diez años en España viviremos dos millones de personas menos.
Por una sencilla regla de tres, los que quedemos deberíamos vivir mejor.
Con una sencilla regla de tres, cuantos menos seamos, más fácil encontrar trabajo. Si tienen dudas, pregunten al Fondo Monetario Internacional; si tienen inquietud lean y disfruten el Informe Luganode Susan George.
Está todo escrito.
Según la previsión del Instituto Nacional de Estadística, las personas que vienen de otros países serán trescientas mil, cuando hace cuatro años eran el doble. Pero esta previsión viene con trampa, es idéntica desde 2013 a 2022 porque depende de tantas cosas que no se puede hacer una previsión. Por ejemplo, si nos inventamos otra burbuja inmobiliaria y necesitamos mano de obra barata, quizás puedan volver trabajadores de otros países. Aunque tal y como están los derechos laborales y el paro, cualquier albaceteño cogerá un trabajo mal pagado y en condiciones preconstitucionales.
Más datos con rostro, nombre y apellido: los españoles que se irán. ¡Medio millón de españoles en 2022! Mira si trataran a nuestros amigos como emigrantes, me sentiría indignado.
Pero insisto, cuántos más se vayan, mejor viviremos los demás. Además, si se van los mejores curriculum, el resto tendremos más opciones.
Nuestra comunidad perdería unos cien mil conciudadanos, vecinos, amigos, conocidos. Tampoco son tantos, a fin de cuentas vivimos dos millones. ¿Qué son cien mil personas en la diáspora, una palabra tan bonita que no hace sino suavizar la imposibilidad e incapacidad social y económica de una región?
Mirar las estadísticas siempre deja ese regusto a cuestión personal: “Ese número podría ser yo. Al menos no lo llevo grabado en el pecho en un traje a rayas”.
Esta semana han publicado muchos números, en Castilla-La Mancha la mitad de la población no puede permitirse salir de vacaciones una semanita al año.
– ¡Una semanita a Benidorm, cari!
– Vale, y comemos arroz y macarrones del Día el resto del año.
Si viene una factura complicada, de esas de sopetón, el 38 % de nosotros seríamos incapaces de hacerle frente.
Pero somos buenos pagadores, apenas el 11 % de los castellano-manchegos pagan mal las facturas de la vivienda. El 19 % llega mal a fin de mes.
– ¿Otra vez arroz con tomate frito, cari?
– Sí, pero hemos pagado la casa, la luz y el agua.
– ¡Bien!
Así que, qué diablos, en Castilla-La Mancha se vive bien, muy bien. Y eso que nuestros ingresos medios anuales son de siete mil euros.
Por otro lado un 33 % de riesgo de pobreza tampoco es tanto, podía ser 50 %.
Porque salir de vacaciones una semanita y vivir con más de 7.000 euros es vivir por encima de nuestras posibilidades, un lujo.