Lejos de lo que se pudo ver en los medios de comunicación, el sábado en Madrid no se respiró ni mucho menos un ambiente violento ni vándalo. Se respiró ilusión, dignidad y ganas de luchar por hacer este mundo un poco menos injusto.
Más de dos millones de personas marchábamos por la dignidad, mientras unas pocas no tienen dignidad para marcharse.
Resulta grotesco y patético, ver como TVE concede más importancia a cuatro adolescentes, cachorros de Nuevas Generaciones que convocaron una -más que modesta- concentración en la Puerta del Sol “a favor de la vida”, antes que concedérsela a dos millones de personas que caminábamos al unísono, también a favor de la vida, de la vida con dignidad y posibilidades. Pedíamos algo tan básico, como nuestro propio lema. “Pan, trabajo, techo”.
Digo lo de las Nuevas Generaciones y que eran cuatro gatos, no por leerlo en algún titular, lo digo porque estaba ahí y lo vi con mis propios ojos, así como también vi con esos mismos ojos alzar modestamente alguna que otra bandera anticonstitucional.
Yo no voy a ser tan estúpida como para pensar que todos los anti-abortistas son simpatizantes de un régimen dictatorial, aunque siendo sincera, una persona que quiere interferir sobre la decisión de otra en su propio cuerpo, no puede ser muy demócrata. Yo no soy tan estúpida de confundir una cosa con otra, pero los medios de comunicación sí son tan estúpidos como para extrapolar incidentes aislados (provocados en la mayoría de las ocasiones por los propios mandos de los cuerpos de seguridad) a la totalidad de la marcha pacífica del 22 M.
Nuestras televisiones llevan desde el pasado viernes inundándonos de documentales sobre la vida de Adolfo Suárez; gracias, por otra parte, al circo mediático provocado en torno a la muerte de su padre el señor Suárez Illana, que andaba anunciando, inexplicablemente días antes la muerte del ex-presidente.
¡Qué buena excusa para las televisiones! ¡Vamos a rebosar de contenidos sobre lo grandiosa que fue aquella época, en la que Suárez ofrecía consenso!
Y han olvidado a los que el sábado pedíamos justicia y democracia.
No entiendo la absurda beatificación con la que tratan los medios a las personas que mueren. Aún recuerdo a algún que otro periodista decir que Fraga fue el padre de la Democracia, ¡padre de la democracia! A un señor que ordenó asesinatos ideológicos y se jactaba en decir “la calle es mía”
No pretendo comparar la figura de Adolfo Suárez con la de Fraga, pues el primero fue un hombre que encendió en su mandato político muchas luces, al posibilitar la representatividad y pluralidad política, pero no debemos olvidar que también tuvo sus sombras.
Me sobrepasa la frivolidad que tiene el periodismo de este país a la hora de cubrir una muerte. A estas horas, en todas las televisiones andan desfragmentando minuciosamente cada uno de los detalles del funeral de estado. Detalles que no necesitamos y que no nos importan. Lo que sí hubiese sido necesario e importante es que la prensa diese cobertura a las decenas de asambleas que había este sábado en las plazuelas de Madrid. Asambleas llenas de ideas, de propuestas, de gente pacífica, de gente con ganas de cambiar el sistema, llenas de dignidad, llenas de trabajo y llenas de esfuerzo.
El País, el periódico, se ríe de la gente que acudimos a la capital este sábado. «Cincuenta mil personas», decían, «algo más de la mitad del aforo del Bernabéu». Cincuenta mil personas cuando, desde Colón a paseo de Delicias no cabía ni un alfiler. A parte de El País, periódico, algunos de los que dirigen nuestro “país” también se burlan de nosotros, acusándonos de ser como los miembros de ‘Amanecer Dorado’.
Si Suárez fue el héroe de la Transición, las personas dignas que marchábamos por Madrid no somos menos, pues queremos una transición que nos lleve a un sistema representativo, justo y digno.
Otra vez más, ¡dos millones de gracias a todos y todas las que marchasteis junto a mí por una causa justa!
¡Sí se puede!