Un año de un nuevo medio de comunicación

¡Nadie puede con Leticia!

Miguel Ventayol

Hace pocos meses, repasaba con un amigo historiador unas gacetillas humorísticas de inicios del siglo XX de la bella localidad de Altea. Al comparar la información traviesa, fresca y cargada de ironía de aquella prensa con los comunicados y escritos oficiales, uno obtenía la información de lo que había sucedido en realidad en la comarca.

Aquellos escritores y forjadores de periódicos eran tipos que dedicaban muchas horas y mucho ingenio a contar lo que sucedía en Altea; sacaban los colores a los dignatarios, ruborizaban a los mandamases y terratenientes y tenían pendiente a todo el pueblo con sus chascarrillos, bromas e historias.

Al parecer, encima, disfrutaban con su trabajo de cuenta historias. Escritores, dibujantes, amantes de su tierra.

Cuando alguien cuenta una historia, lo hace por vicio puro y duro, cuando alguien quiere ser periodista tiene otras motivaciones; pero se las tendréis que preguntar a mis amigos porque yo no soy periodista, no puedo hablar desde el punto de vista de los demás.

Por eso mismo, es a ellos a quienes tendrás que preguntar el motivo de que la noticia más leída de Albacete Cuenta hayan sido los pechos de Leticia Sabater en Villarrobledo el verano pasado.

Hace pocas semanas, mi padre y yo repasamos una gacetilla de mi pueblo de origen, un pueblecito serrano llamado Enguera donde, cáspita, a inicios del siglo XX, también había un periódico llamado El Enguerino. ¿Imagináis qué tipo de cosas se contaban? Una poesía, un cuento corto, la verdad sobre un desfalco, un asesinato o la publicidad diminuta de una colonia, fallecidos y nacidos. Os lo podéis imaginar. Apenas un par de páginas que los vecinos de aquella localidad valenciana devoraban con el ansia de quien quiere conocer. También podréis imaginar que en aquella época el porcentaje de personas que leían era mínimo, pero eso no quitaba para que la información llegara y fuera de acceso para muchos, no diré todos.

La llevaban, como podían, escritores, dibujantes, caricaturistas, amantes de su tierra.

Hace algo más de un año, Ana C. me animó a escribir con ella en Albacete Cuenta.
Sólo con los chismes que sabíamos entre ambos del Partido Popular, de empresarios de Albacete, de UGT y Comisiones Obreras y del Partido Socialista Obrero Español, podríamos habernos echado unas risas diez años enteros. Y no porque seamos especiales, es que las conocen todos (o casi) los trabajadores de los medios de comunicación de Albacete. Pero nuestras letras no tenían ese único camino, aunque tampoco iba a ser complicado.

Tan sencillo como poner una letra detrás de la otra, una tras otra, una tras otra. A veces cuentas lo que ves, a veces cuentas lo que quisieras ver.

A veces camuflas con metáforas las cosas que alguien te cuenta en un susurro. En ocasiones te muerdes la lengua pues, aun siendo un medio de comunicación de Internet, sin publicidad de El corte Inglés ni la JCCM, hay poderes que amenazan duro, duro, durísimo a Ana C.

No somos influyentes, en la provincia de Albacete, apenas hay tres medios influyentes pero no los citaré para no molestar a mis amigos que trabajan en esos mismos medios. Pero la misma dosis de influencia que tienen, la tienen de censura.

Y os lo voy a decir, en Albacete Cuenta también hay censura, nos lo han avisado, nos lo han dicho. El teléfono de Ana ha sonado en numerosas ocasiones porque una palabra no era adecuada, un titular no era del agrado de alguien o una foto no nos sacaba lo modernos que en realidad somos.

¿Qué le vamos a hacer?

Nos defendemos con palabras, camuflamos nombres, maquillamos realidades y vamos tirando porque hay muchas personas detrás con ganas de leer las historias que nosotros contamos.

Comparar es maldito pero me gusta mirarme en el espejo de las viejas octavillas, me gusta mirarme en las palabras traviesas de cascarrabias con el don de martirizar, ironizar y malhumorar a quien piensa que es grande solo porque está en la parte alta de la ruleta; esa que gira, gira y te coloca abajo cuando te despistas o te lanza por los aires si no te sujetas a un banco, una multinacional o el secreto mejor guardado de un partido político.

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