En épocas de crisis cualquier estudiante sabe que es un privilegiado. Disponer de dinero para estudiar es poco menos que un lujo. Disponer de tiempo para dedicar a crecer como persona, profesional y laboral, otro lujo.
Es el momento de verlas venir y solucionar las cosas a base de suerte, padrinos o quinielas en las tiendas esas modernas de apuestas.
Pero de vez en cuando gotean becas, becas de estudio como miguitas de pan que la Consejería de Educación regala a las familias desfavorevidas. Pero no a todas.
Por varios motivos.
Pongamos un ejemplo. Las ayudas a los libros de texto de los niños pequeños, a partir de los 9 años, porque ya no sabe uno si es EGB, ESO, R2D2 o JQK; total, cambian las letras cada dos o tres años, ¡para qué aprenderlas!
Al consejero, nuestro amigo albaceteño Marcial Marín, se le podrá llenar la boca con las miles de becas y los millones de euros que se repartirán el próximo año en concepto de material gratuito; lo que no dirá son las dificultades al acceso a estas ayudas mínimas, ni que apenas llegarán a un porcentaje minoritario, ¿cuál? Incógnita.
Que haya becas no significa ni mucho menos que se pueda acceder a ellas.
Primero, los propios colegios son los encargados de distribuir información para que los padres, vía Internet, soliciten las becas.
En apenas diez días y a final de curso, entre actuaciones, auditorio y puentes inventados.
No digo que sea imposible echar la beca, porque mentiría, pero es una plataforma diseñada por uno de esos informáticos que da las cosas por supuestas sin pensar en los usuarios. Es posible que el propio Marcial Marín ni sepa nada al respecto, la culpa será de otro, el anterior Gobierno, de un informático de izquierdas, posiblemente un tipo con coleta.
La web no es intuitiva, no es sencilla, no permite el acceso desde cualquier navegador.
Primera dificultad para los padres que quieren pedir una beca de estudios.
Segunda, a la hora de rellenar los campos del formulario en ningún momento tienes directrices para seguir, parar, comprobar. Hay iconos sí, y cuando luego te lo explican piensas: «Qué tonto soy».
Pero, ¡cuánta gente se quedará por el camino sin solicitar la beca porque a), no le llega la información, b) no tiene opciones de mirar por Internet, c), desespera en el intento y no quiere pasar por tonto en la secretaria del colegio; d) total, apenas hay dinero, se lo darán a otros, ¿para qué perder el tiempo?
Todo ello agradeciendo la labor paciente de los colegios y sus secretarías; porque anda que no les han endosado un buen…trabajo. Decenas de padres que pierden tardes enteras frente a una plataforma inservible para que luego sea el o la secretaria del colegio en cuestión quien les rellene el formulario y les solicite la beca.
A ellos les debemos el poder rellenar los formularios y acceder a las becas; no a las facilidades de la Consejería de Educación.
La beca que ni siquiera da acceso a material gratuito total, como bien recuerdan en los colegios, sino que es un reparto, en función de los niños, de las necesidades y, ah, amigo, de los dineros públicos, esos tan escasos.
Menos mal que se han cargado a miles de funcionarios, a decenas de asesores, a decenas de empresas públicas. Menos mal que se han cargado servicios sanitarios para ahorrar, profesores de apoyo en los coles y no sé cuántos millones de ahorro más, y todo ese excedente de dinero lo van a dedicar a libros y lapiceros para los más pequeños.
¿Son risas eso que oigo?