El dolor cansado. Palestina, ¡libre!

Las noticias de Oriente vistas desde Albacete

Verónica Blanco

Llueve fuego en Palestina. Bombas de racimo cayendo sobre Gaza, un tipo de bomba de fósforo que al impactar sobre un ser humano no se puede apagar con nada. Esto lanza Israel sobre Gaza. Esto es lo que celebra el diario La Razón y su bufón, Marhuenda. Esto es lo que justifica el Premio Nobel de la Paz, Barack Obama. Esto es lo que calla la hipócrita ONU. Esto es sobre lo que nuestro gobierno aún NO se ha pronunciado.

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Después de todo, tenemos el dolor cansado. Cansado de verlo en los telediarios, en la hora de la comida; cansado de ver niños mutilados pero no saber sus nombres.

¿Somos solidarios?

Somos el país “más solidario” cuando se trata de recaudar fondos si ocurre alguna catástrofe -cosa que, en principio, nos honra- pero no vemos más allá de la pantalla y nos conformamos con una ayuda asistencialista que no ayuda a hacer la estructura más justa. Lo observo cada día al entrar en Internet y abrir las redes sociales. Unos pocos contactos se debaten entre temas de desahucios, la ocupación de Palestina y el inminente empobrecimiento de la población infantil española pero la inmensa mayoría se debate entre playa o piscina.

Al igual que los españoles de a pie, los palestinos también disfrutan, si pueden,  la playa de Gaza pero mucho me temo que no con la misma serenidad que nosotros. Y es que un estival día de playa puede convertirse en una masacre colectiva. Nosotros recorremos las vías públicas de los pueblos costeros para encontrar un sitio donde saborear un granizado de limón, mientras los gazatíes vagan de un lado a otro tratando de esquivar misiles israelíes a fin de salvar sus vidas. Pero, ¿qué nos importa? Tenemos el dolor cansado. Ya donaré algo de dinero para los hospitales palestinos.

Alrededor de medio millón de personas al borde de ser desplazadas hacia un gueto. Primero Varsovia, ahora Gaza.

¿Cómo se puede justificar y defender un bombardeo a cuatro niños que juegan en la playa de Gaza? “¡Solo son niños!”, gritaban algunos corresponsales extranjeros mientras corrían para ayudarles. Cuánto dolor. Cuánta impotencia.

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Imagen del coordinador regional de IU, Daniel Martínez en la concentración en Albacete

Es difícil leer y ver las noticias y fotos que llegan desde Gaza. Me duele leer el inminente bombardeo de un hospital. Se me rompe el alma al ver a un niño pequeño llorar el cuerpo sin vida de su hermano. Me sobrecoge leer las palabras de una diputada israelí señalando que todas las madres palestinas deben morir. Y me sorprende observar la poca memoria del pueblo de Israel. Me duele la injusticia del ataque de un ejército armado desde una clara posición de ventaja. Me duele este genocidio. ¿Qué diferencia hay entre las palabras de esta diputada y las del enfermo mental Hitler? Un pueblo sin memoria no sabe de donde viene pero lo más importante, no puede saber donde va.

El Imperialismo del siglo XXI

Desde hace más de 60 años los palestinos viven condenados y humillados, como así han vivido los pueblos de América Latina. Viven condenados a ser castigados por votar  -en unas elecciones limpias- a partidos que no le gustan al imperialismo. Como dice Galeano, “los colonos invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo la frontera”.

Que no sean estúpidos algunos medios fascistas españoles intentando inculcar la falsa idea del “sionismo progre”. Idea que ya de por sí me parece bastante hitleriana y casposa. Ni siquiera en este conflicto se defienden los colores patrios sino algo mucho más efímero y corrupto. Se defiende el color del dinero.

Debemos tener una visión periférica del conflicto para entenderlo mejor. Así, observando el mapa desde arriba, comprendemos que Palestina es un punto geoestratégico y un trozo del pastel muy apetecible para Estados Unidos. Es decir, un territorio ya dividido y consensuado por señores con trajes italianos y dentro de un despacho cerrado, seguramente, a miles de kilómetros de donde masacran a niños inocentes. Durante el periodo de 2008-2009, EE.UU proporcionaba ayuda militar a Israel por valor de 30.000 millones de dólares, ¿vamos entendiendo mejor el conflicto?

No me sorprende que muchos españoles tengamos el dolor cansado, y que ni siquiera sepamos qué está pasando. Después de todo ni siquiera el gobierno de este país ha condenado aún  los ataques militares israelíes. La televisión pública se limita a emitir películas del holocausto nazi en una campaña de lavado de cara al pueblo de Israel y los judíos. Cualquier persona en su sano juicio sabría perfectamente hacer una analogía entre el exterminio judío y la masacre de palestinos.

El miedo a la información. El miedo a Podemos.

Supongo que Rajoy, Aguirre, Botella, estarán muy ocupados haciendo también campaña de acoso y derribo a Pablo Iglesias, intentando arremeter contra él con argumentos tan pueriles como los de su supuesta relación con el “régimen bolivariano”. Que si nos ponemos extremistas, cabe recordar a los que lo definen como “régimen” que, Venezuela en los últimos años ha celebrado más procesos electorales que España en toda su historia democrática.

El Gobierno Español y los medios de comunicación que están a su servicio irrumpen como voceros del imperialismo. Imperialismo que quiere, ¡imponer! el modelo democrático tal y como se concibe desde occidente. Esa es la falsa democracia de las élites y además un modelo democrático impuesto a golpe de bombazo y a punta de invasiones.

Los voceros del imperio ven “extremistas” por todos lados. Y no somos extremistas, lo que pasa es que el mundo está despertando. Me sorprende la incapacidad del líder de Podemos para defenderse de ese falso argumento pues toda el alma de los movimientos bolivarianos no son si no un grito de guerra en contra de ese imperialismo.

Poco puedo decir yo a un sionista. Solo que la sangre de su gente duele tanto como la los más de 200 palestinos. Que sus hijos tienen derecho a jugar tranquilamente en el parque, tanto como los hijos de los palestinos a jugar en la playa de Gaza. Que su muro de las lamentaciones es tan respetable como la mezquita de Omar y que su vida es tan valiosa como la de cualquier otra al otro lado de la frontera.

Y pensar que, al fin y al cabo, somos personas. Dormimos, nos despertamos por las mañanas, bebemos agua cuando tenemos sed, comemos cuando hay hambre, amamos a nuestros seres queridos… Y pensar que hay cosas simples, como la vida misma, que valen tanto como las piedras de tu muro.

No callaremos, no dejaremos de prestar nuestra voz para gritar, ¡PALESTINA LIBRE!

 

 

 

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