Rock con sabor manchego

Miguelitos Japoneses

El grupo Jackie and The Cedrics pasó por Albacete camino de Benidorm e hicieron una parada obligatoria a comer Miguelitos, ¡no podía ser de otra manera!

Miguel Ventayol

Cualquiera sabe que en el momento más inoportuno te suceden las cosas más interesantes; si estás preparado para ello y tienes los poros de la piel a tono.

Los chicos descendieron del avión procedente del aeropuerto de Tokio después de medio día de viaje. Trajes oscuros, gafas de sol y el pelo descompuesto.

Tenían un concierto en Benidorm, aunque ninguno de ellos era capaz de colocarlo en el mapa. Solo sabían que venían a tocar a España, uno de los sitios más divertidos para tocar buen rock and roll.

Cargaron los trastos en el avión y a volar.

¡Es solo rock and roll!

Coger los trastos y salir volando a un garito donde desmelenarse. Los chicos de Jackie and the Cedrics no se caracterizaban exactamente por pensar demasiado las cosas ni tomar decisiones razonadas. Lo suyo era garaje rock asiático, puro y duro. Venían a España a presentar el nuevo disco en un concierto en Alicante.

Había salido uno de esos días de inicio de otoño, con algo de fresco pero con el sol radiante, brillante, golpeando en la frente hasta provocar gafas de sol.

Un tipo llamado Diego esperaba en la puerta de salida de internacionales del aeropuerto de Barajas. Llevaba una chupa de cuero y su camiseta de los Ramones.

Se saludaron con risas y gafas de sol negras, intercambiaron frases hechas en inglés y en apenas unos minutos se subieron al coche camino de Alicante.

Diego, además de locutor de Radio 3, era de esas personas que se deja llevar por el sentimiento rockero de haz las cosas sin pensar o pensándolo lo justo: se plantó en Barajas con su coche de segunda mano para desplazarse con Jackie and The Cedrics al concierto que darían en el Funtastic Drácula Carnival.

Los chicos eran japos, no cabía duda, rockeros, modernos, modernísimos, y japos. Sacaron sus cámaras de fotos y sus móviles, demasiado modernos incluso para los más modernos de Madrid. No pararon de reír desde el mismo instante en que salieron a la autopista de Levante.

El camino no era demasiado largo, Diego, como buen cicerone, había pasado horas eligiendo la música, aunque eso tampoco suponía un inconveniente: era su trabajo, su vicio y su pasión.

Rock, rock y clásicos hasta el amanecer.

Eso se había propuesto hacer en Benidorm, disfrutar de buenas bandas de rock y pinchar discos. A veces, la vida, puede ser maravillosa. ¿No era esa una frase de un periodista conocido?

Diego iba pensando en la suerte que tenía de llevar en el coche a aquellos estupendos japos, con sus expresiones cool y sus trajes a medio camino entre el rocker de Harley y el Mod de Brighton. Aderezado con cámaras digitales y una curiosidad a prueba de toros Osborne. Miró el marcador de gasolina y comprobó que necesitaría repostar en breve.

La casualidad quiso que se encontraran cerca de La Roda.

Sin pensárselo puso el intermitente, les preguntó si les gustaba el dulce: Iban a probar una delicatessen española, manchega, de un pueblo llamado La Roda.

Ellos empezaron a reír de nuevo, como niños golosos, uno de ellos incluso hizo una imitación de Homer Simpson: “Chocolaaaateeee”.

El coche se paró en la gasolinera y Diego salió cara amable y la risa aún colgando. Le dijo al chaval que llenara el depósito y entró en la tienda del restaurante.

Al salir con la caja, los japos de Jackie and the Cedrics seguían haciendo fotos al chaval que echaba gasolina (en Japón van uniformados y llevan guantes blancos), al depósito (en muchas zonas de Japón están colgados en la parte superior para ahorrar espacio) y a los coches de alrededor.

¡Todo eran novedades!

Subieron al coche de nuevo y Diego les ofreció el manjar.

Un Miguelito a cada uno.

-Tenéis que aplastarlo así –dijo al tiempo que se llenaba las manos de azúcar-. Luego le dais un mordisco con cuidado y…a disfrutar.

Los japoneses lo miraron hipnotizados y al ver la cara de Diego se lanzaron a comerse los Miguelitos hasta que no quedó uno en la caja.

Siguieron escuchando rock and roll, apenas faltaba una hora para llegar a Benidorm, donde tenían un concierto en el Funtastic Drácula Carnival.

Pero ahora estaban en mitad de la Mancha, con los labios blancos de azúcar. ¡Eso es Rock and Roll!

Historia ficticia basada en hechos reales.

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