Sobre las alabanzas a la Duquesa de Alba

¡Qué fácil es ser rebelde cuando tienes poder!

Verónica Blanco

Llevo más de 72 horas escuchando palabras tales como: “estirpe, alta nobleza, linaje, patrimonio,
ejemplaridad” y muchos otros vocablos rimbombantes. Sin embargo, echo de menos palabras como: “latifundio, explotación obrera, subvenciones fraudulentas y patrimonio exento de impuestos.

A veces, como dice un amigo, no hay nada mejor que el fallecimiento de un miembro de la burguesía para darnos cuenta en manos de quién están los medios de comunicación.

La duquesa del pueblo, tercera terrateniente de España y poseedora de 34.000 hectáreas, inmuebles y títulos nobiliarios, resulta ahora, que es un ejemplo a seguir. Como en su día lo fue Emilio Botín, la presidenta de la Diputación de León o Isidoro Álvarez.

Lo cierto es que me abruma la capacidad de elevación a los altares de la prensa de la casta a personas que tuvieron en vida conductas dignas de tiranos.

Las personas anteriormente citadas no solo comparten abultado patrimonio sino varias cualidades como la del despotismo, la explotación del obrero, el caciquismo, el elitismo y sin más mérito que los privilegios heredados.

Qué fácil es hacer lo que una quiere con un patrimonio de 2.500 millones de euros, ¿verdad? Qué fácil es repartir las miserias que desechan tus latifundios (que no son tuyos, son del pueblo) para parecer una buena cristiana. Qué fácil es decir lo que piensas, aún en épocas difíciles cuando te respaldaban tus poderes aristocráticos, tus títulos nobiliarios y la diplomacia extranjera. Qué fácil es salirte de la norma, cuando detrás tienes a miles de palmeros para aplaudir tus virtudes, sin miedo a parecer una mamarracha. Qué fácil es, en Andalucía, conseguir una medalla de oro. Qué fácil es que tu fortuna crezca cuando el 90 % está exento de pago de impuestos. Qué fácil es ser rebelde cuando la única función que tienes es la de conservar tu patrimonio, que no es tuyo, es del pueblo. Qué fácil ser rebelde cuando tienes poder.

Veréis, yo no sé mucho sobre protocolo real ni sobre privilegios aristocráticos pero sobre explotación laboral os puedo hablar largo y tendido.

Os puedo hablar sobre cómo se trabaja más de diez horas al día, casi sin descanso; sobre cómo te echan por la parte de atrás de la fábrica, como si fueses un «puto» delincuente al descubrir que no te han dado de alta en la Seguridad Social y sobre como las condiciones mínimas de seguridad se incumplían de manera sistemática.

Digo esto porque, las personas que he citado al principio, son ni más ni menos que los responsables directos de estas situaciones.

Al mismo tiempo que nos responsabilizan de vivir por encima de nuestras posibilidades. Emilio Botín, dueño de la empresa que más desahucios ejecuta en el país, se hace dueño de la “marca España”, de la que tanto alardean deportistas y políticos. Mientras que en Andalucía aumentaba el paro hasta un 35 %, la Junta colocaba en el aristócrata busto de la duquesa la medalla de oro de la comunidad. Al mismo tiempo que Díaz Ferrán nos aconsejaba que para salir de la crisis había que trabajar más cobrando menos, él desfalcaba cantidades industriales de dinero público. Mientras nosotros nos arrancamos la piel aceptando trabajos, que más bien son dignos de parecer a la esclavitud, Mónica Oriol, seguramente desde su mansión situada dentro de un parque nacional, copa de vino en mano (vino que recogido por las manos del jornalero) se ríe de nosotros y nos llama “parásitos”

Muchos periodistas de la farándula han dado una visión de la Duquesa como “la bondad en persona que ofrece trabajo pero imagino que ignoran que, a pesar de sus grandes explotaciones, el volumen de contrataciones por tareas agrarias en sus tierras (que no son suyas, son del pueblo) es más bien escaso.

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Por otro lado, intento visualizar la imagen de la señora Oriol con los Aznar-Botella en su cortijo ilegal en Cabañeros y me parece incluso macabra.

No entiendo que personas ajenas al pueblo llano y responsables de este sistema de clases, tomen las decisiones que siempre han condicionado a la clase obrera. Tampoco entiendo que sea el propio pueblo llano, el mismo que eleva a esa gente a los altares del Olimpo mientras criminalizan a gente de su misma clase, con sus mismos callos en las manos de trabajar la tierra. Y, definitivamente, lo que no entiendo es por qué en el siglo XXI, aún tengan que salir de mi mismo puño y letra palabras tan medievales como “pueblo llano” y “aristocracia”.

No, queridos medios de comunicación, no. Lo único rebelde que tuvo la duquesa fue su pelo. Así que mientras brindéis empalagosos y frívolos elogios a personas que no los merecen, yo estaré aquí para recordar al pueblo como estamos de jodidos, que todos sus problemas se parecen a los que yo tengo y que por muy vulgar y grosero que sea mi vocabulario siempre es más educado que vuestro silencio.

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