No sé lo que es la Constitución.
Y lo recuerdo, ¿eh? En serio, lo recuerdo, un folletillo de esos que ya no se ven porque no se llevan las cosas impresas en papel. Un librillo en tono sepia donde ponía Constitución de 1978. Era pequeño (yo no, el libro) pero con una edad suficiente como para recordarlo por la casa danzando, el librillo.
Pero no sé lo que es, ¿un librito, un papelillo, un texto, algo, una cosa?
Llegó el día en que me puse a estudiar Ciencias Políticas y un tipo rancio y bien colocado me hizo memorizar todas las constituciones del mundo mundial, incluso una de 1812, de la que apenas recuerdo que se llamaba ‘la Pepa’. Si no fuera por eso, no lo recordaría. Porque aquel señor tenía un puesto bien pagado en un lugar diferente al aula universitaria y como tal ejercía: venía una clase de cada tres, los alumnos íbamos una de cada cuatro. Si coincidía, eso que te llevabas. Si no coincidía, cruzabas los dedos constitucionales.
Así que no sé lo que es la Constitución.
Pero luego me preparé los exámenes para acceder a un puesto como secretario-interventor de ayuntamiento de pueblo. O sí, o sí, memoricé de nuevo la Constitución y unas cuantas leyes de esas caducadas con nombres rimbonbantes como ley de bases, urbanismo, hacienda local, tributos… ¡Bendito lenguaje castellano!
Al ver a cuatro mil personas peleando para unos cuantos puestos de una bolsa de trabajo, me desmoralicé, ¿qué posibilidades existían de que yo fuera mejor que todos ellos? Pocas, constitucionalmente hablando.
Así que me quedé donde me correspondía, en el montón. Donde corresponde a la mayoría.
Y el contenido de la Constitución, como tal, se fue.
Por suerte para mí y para muchos del montón como yo cae en festivo, así siempre recuerdo cuándo es y qué tengo que celebrar. Pero los padres fundadores ya podían haberle puesto un nombre molón: la Transitiva, la Consensuada, la Estupenda, la Indestructible, la Inmodificable, la Molona. Siempre en femenino, ¿eh? Así que nada de chascarrillos, que estamos en la época de lo políticamente correcto, constitucionalmente hablando.
No sé lo que es la Constitución porque no la practico, que es como se aprenden las cosas. Y dudo que muchas personas que hoy la celebran sepan lo que es, porque pocos, poquísimos la practican.
Porque esto de la Constitución es como aquel viejo chiste de curas que contaban en catequesis: «Un cura insistía en que era buen cristiano porque ni robaba ni mataba. Y el monaguillo le preguntaba, ¿y los otros ocho pecados qué, padre?»
Pues con la Constitución, más o menos lo mismo: lo celebro mañana y se me llena la boca. Pero del resto de leyes ni hablamos, ¿no?