En los primeros días de diciembre asistí al espectáculo de danza que ofrecía la compañía de Víctor Ullate en el Teatro Circo de Albacete, instalación que hace años se convirtió en el buque insignia de los escenarios de nuestra capital de provincia. A la alta calidad del espectáculo que presenciábamos, ponía el contrapunto el escaso público asistente. Lo comenté con algunos conocidos a la salida, y me informaron que se apreciaba una retracción del público albaceteño, no solo a un espectáculo de ballet, sino a la mayoría de los programados en el Teatro Circo.
Cualquiera pensaría que los motivos de la escasa asistencia serían la crisis económica y la subida del IVA cultural, y así lo creí. Pero unos días después en Madrid, una amiga asidua al teatro, me decía que allí este año estaban recuperando público, aunque sin llegar lo de antes, pero que era evidente esa recuperación. Mi pregunta fue ¿por qué no se da también esa recuperación de público en nuestro Teatro?
La curiosidad me llevó a conocer, que desde hace tiempo, comentan los habituales de la programación del Teatro Circo, que no asiste ni la cuarta parte del público que lo hacía años atrás. Según ellos, las causas, además de la crisis y el IVA, hay que buscarlas en una programación de calidad cuestionable en muchos casos, en que los precios no están al alcance de todos los bolsillos, en que la programación no está adaptada para competir con la oferta de otros lugares cercanos a Albacete, y en la poca publicidad que se hace de ella.
Durante el puente de la Constitución se programó un espectáculo musical infantil, y a la salida no eran más de cien los asistentes que abandonaban la instalación. Parecía como si fuese obligatorio asumir esa ley de Murphy de que quien se puede permitir asistir a un teatro con sus hijos, se puede permitir viajar a otras ciudades; y quien no puede permitirse ni asistir ni viajar, suele quedarse en su casa. Pero no puede admitirse que tenga que ser así.
Eso no puede llevarnos a asumir, que ambos aspectos no tengan que ser tenidos en cuenta por los responsables de la programación, y por tanto saber que hay fechas en las que por mucho esfuerzo que se realice trayendo un espectáculo de nivel, no se conseguirá una asistencia importante. Programar sin calibrar la repercusión de estos aspectos, puede hacer de la programación un despilfarro involuntario de dinero público, o sencillamente convertirla en una metedura de pata del gestor.
Lo que no parece razonable es que la falta de asistencia de público se repita función tras función sin hacer algo. No dudo que la crisis y el IVA cultural sean las causas principales, pero esos obstáculos propios de tiempos de escasez, deben ser superados desde la profesionalidad y competencia a la hora de hacer las programaciones por parte de los responsables, el Ayuntamiento de Albacete y la Diputación provincial. Si es necesario cambiar la gestión actual, deberían planteárselo.
Quienes conocimos el trabajo que costó hacer realidad la restauración del Teatro Circo y su reinauguración, y hemos disfrutado durante años de su programación, no deberíamos permanecer de brazos cruzados ante la falta de interés que hoy suscita entre el público albaceteño, porque puede conducir primero a recortes de presupuesto y luego a su cierre.
La promoción cultural debe ser independiente de las afinidades políticas, y un buen ejemplo de eso es como la Comunidad de Madrid, gobernada por el PP, puso al frente de los teatros del canal a Albert Boadella, haciéndolo en base a su curriculum, trayectoria profesional y competencia en el ámbito cultural, sin valorar si era madrileño, su militancia política, o su amistad con los responsables de la Comunidad. Matizo esto porque en los círculos culturales se comenta que en Albacete se ha actuado con criterios absolutamente distintos a estos, a la hora de designar la gerencia del Cultural Albacete.
Sin entrar en la veracidad o no de esos comentarios, Ayuntamiento y Diputación Provincial harían bien en tratar de encontrar la causa o causas de esa desafección de los ciudadanos con su Teatro Circo, y nada mejor que recabar las opiniones de los diferentes sectores culturales de la ciudad, para valorar qué medidas serían las más adecuadas.
Ojalá que esta llamada de atención sobre la situación de nuestro Teatro Circo no caiga en saco roto. Si no se actúa con criterios estrictamente culturales para recuperar el público, las butacas vacías serán la justificación idónea para que las instituciones cuestionen sus aportaciones, y si eso ocurre este teatro no resistirá el paso del tiempo.
Como a muchos albaceteños, me resulta difícil imaginar el cierre de un emblema de esta ciudad que culturalmente debe seguir siendo el “Nueva York de la Mancha”, aunque sabemos que desgraciadamente, torres más altas han caído.