Me he quedado sin ideas así a lo tonto y ha sido por una sencilla razón: me ha salido trabajo.
Al tener trabajo en pleno diciembre lo primero que he hecho ha sido irme a Mercadona y el Carrefour a gastarme el sueldo que aun no he cobrado porque en los centros comerciales son así de amables.
Luego me he ido a las tiendas de los centros comerciales a buscar regalos para la familia y con las bolsas cargadas me fui de paseo con mis amigos a tomar cervezas de esas de mediodía, que emborrachan menos y son más cívicas que las nocturnas.
Mi resumen del día es que he gastado mucho más de lo que he cobrado pero da lo mismo porque soy un tipo feliz. Antes solo era un infeliz sin dinero ni trabajo, sin posibilidad de hacer cosas normales y habituales, concentrado en el lapicero, la libreta y el ordenador portátil con la wifi robada.
Telefónica me ha llamado para felicitarme las Pascuas. Mis vecinas, al enterarse de mi nuevo trabajo retribuido, han dejado de regalarme platos exquisitos de tortilla española o, mis favoritos, deliciosos bizcochos de nueces. No nos engañemos, la solidaridad siempre es de ricos a pobres, no de pobres a menos pobres.
Además de Telefónica, me ha mandado un guasap Iberdrola y Gas Natural, poco antes de que el Sabadell me explicara vía correo electrónico que soy uno de sus clientes preferentes y me preconcedía un crédito de 3.000 euros para gastarlo como quisiera.
Tan contento me he vuelto a poner, con esa alegría espontánea de quien encuentra un euro en la acera, que he pasado la noche soñando qué podría gastar al día siguiente con mis nuevos tres mil euracos.
¡Esto es vida!
Se lo he dicho a mi mujer y he sonreído a mis hijos, adiós a los malos tiempos, adiós a la mala alimentación, adiós a las ojeras y a ver telenovelas sentado frente a la televisión.
Uy.
Esto puede ser una pega, cuando una persona decente se acostumbra a las novelas de la 1, la 3 y la 5, a Marilo y María Teresa, no puede dejar de hacerlo. Supongo que podré seguirlas desde mi nueva conexión a Internet, alta velocidad y alta televisión.
Porque con mis nuevos tres mil euros compraré una televisión grande, grande y redondeada. Incluso una tablet para cada uno de mis niños y un teléfono nuevo para mi señora, que se lo merece porque es la única que me ha soportado en estos años de desempleo y frustración.
Empiezo a vivir de nuevo. Ahora que pienso, no me he quedado sin ideas.