Poder subirnos a la modernidad en la provincia

Comprometerse con el tren

En una época reciente, eran muchos los chicos y chicas que contemplaban el tren por primera vez en Albacete y soñaban con tomar el tren camino de Alicante, Madrid o Murcia, cuando tomar el tren era un acontecimiento, casi tan fantástico como disfrutar y perder el tiempo viéndolos pasar.

Miguel Ventayol

Hace unos años, muchos si los cuentas por meses, apenas nada si recurres a la memoria, muchos chicos de la provincia de Albacete, de localidades tan exóticas como Robledo, Balazote, Lezuza o El Ballestero, se desplazaban a Villarrobledo a estudiar el bachillerato. Eran tan extravagantes que tenían vías de tren en sus tierras pero jamás en su vida habían contemplado el humo de las locomotoras ni el ruido de un mercancías a medianoche.

Pueblerinos, decían algunos. Otros simplemente eran conscientes del tiempo que les había tocado vivir. Eran chicos que se desplazaban en su condición de estudiantes emigrantes en busca de un futuro. Vivían en un internado a escasos metros de las vías del tren que cruzaba Villarrobledo desde el centro de España a Levante, cuando Albacete aún pertenecía a Murcia.

«¡Qué años!» Dicen algunos. «¡Menos mal que ya no vivimos en esos años!» Dicen otros.

Las primeras noches de estos chicos en el internado las pasaban en la ventana de la residencia. Disfrutaban contando trenes y memorizando sus estaciones, destinos, procedencias e incluso contenido de sus vagones. Se pasaban las noches en vela con la sonrisa en el rostro.

-Ese es el nocturno de Barcelona.

-Ese otro es el mercancías que va a Cádiz.

-Chicos, despertad, que viene el Talgo.

Me vino a la cabeza esta anécdota hace pocos días cuando me desplacé al centro comercial Vialia, no me atrevo a llamarlo estación de RENFE. Iba a esperar a una persona, como decenas de veces hicieron mis padres conmigo o yo mismo con otras personas, o cualquiera de vosotros con vuestras novias, amigos, hijos…

El tren llegaba con retraso, lo habitual, no me preocupé. Pensé en dar un paseo oteando el horizonte, mirando hacia Chinchilla desde los andenes. Pero no se puede. Está prohibido salir, y con razón, la seguridad es lo primero. Así que me quedé quieto en el interior de la estación, mirando donde sentarme a descansar las piernas. Pero no hay asientos en la zona común, salvo en la zona de viajeros. Aunque, ¿para qué quiere un viajero sentarse cuando solo accede a esa zona para tomar el tren? Preguntas mías.

Subí las escalerillas animado por las curvas sinuosas de varios chicos y chicas bien torneados: ¡Arriba sí había asientos! De una hamburguesería. Ni siquiera los chicos y chicas musculados estaban allí sino ocultos tras las paredes de un gimnasio.

¿Dónde estaba la estación y los trenes?

Es periodo electoral y yo votaría sin dudar al partido político que tuviera el coraje de reconocer que el AVE y las estaciones modernas no han hecho sino cargarse las comunicaciones de los pequeños pueblos. Votaría sin miedo a reconocerlo y haría publicidad a aquellos que proporcionaran a Albacete, La Gineta, Almansa, La Roda, Minaya, y así hasta donde llegara, trenes regionales suficientes para no ser anecdóticos.

Pero cuál ha sido mi sorpresa cuando pregunto a quien sabe de esto, al responsable de la Federación de Servicios para la Movilidad y Consumo de UGT Albacete, Ramón Martínez Gregorio, me confirma que no, no se han perdido viajeros, más al contrario, «han aumentado. Y cuando abran la línea con Murcia, inminente, se disparará este número». Así que hay más viajeros y dentro de nada, muchos más con destino a Murcia.

Es cierto que han disminuido hasta casi desaparecer los viajeros con Valencia, el resto ha aumentado mucho, así que me toca callarme porque el negocio es el negocio. Al parecer lo que sucede con Valencia es puntual aunque doloroso: no hay trenes, los pocos que hay van casi vacíos, con lo cual terminarán por eliminarlos. Lógico. Hablar de Valencia es hacerlo de Barcelona y las conexiones con la ciudad condal.

Tras estas declaraciones confirmo que el número de personas aumenta. Al parecer los regionales tampoco han disminuido de manera notable, con lo cual sigo contemplando escaparates y me callo como un bobo.

¡Qué bonita es la provincia de Albacete! No podremos visitarla en tren pero en el centro comercial Vialia sí vemos tremendas fotografías en los locales cerrados, algo así como un 70 %. Los pocos comercios que hay no son de comercio local, al parecer los alquileres no son asequibles para todos los bolsillos y aspiraciones. Pero hay un gimnasio, un supermercado, una panadería y un burguer, tampoco está tan mal, si es este el modelo al que aspiramos en la ciudad de Albacete.

Me pregunto cómo podría mirar los trenes, contemplar embobado como un adolescente que nunca ha visto el mar y lo contempla por primera vez: el tren, ese espacio en la mente donde dejar correr la imaginación, soñar con destinos imposibles, exóticos, soñar con el amor que retorna tras un mes de separación, soñar con la huida a lugares mejores.

O ceñirme a la realidad.

 

Dedicado a los hombres y mujeres que pasaron parte de su adolescencia en el internado del Instituto Virrey Morcillo de Villarrobledo en los años 60 y 70.

miguel ventayol, trenes