El deporte necesita ayudas y compromisos, no palabras

La parte menos divertida del baloncesto

El dinero, la pasta, el presupuesto, el vil metal, la guita. Metáforas, sí. Pero cuando hay problemas, cuando la cosa se tuerce, las penas con pan son menos. La otra cara del deporte de provincias.

Miguel Ventayol

Le compras una pelota a tu chiquillo, unas zapatillas a tu chiquilla, te vas al parque o a la calle, si eres de pueblo y tienes la suerte de que tus hijos pateen la pelota en ese espacio ahora ocupado por vehículos. Los ves crecer jugando y jugar creciendo. No quieres que sean Maradona, Michael Jordan o McEnroe (son deportistas de mi época, los podéis buscar en Wikipedia), pero sueñas con que puedan jugar en tu pueblo, en tu ciudad, en el barrio.

Si eres de Albacete, tienes sueños de provincias, ajustados, de pobre. Pero los niños empiezan a crecer y lo de la pelotita se les da bien, ganan un campeonato escolar, ganan un provincial y el regional. Llegan a una competición nacional y como padre te emocionas.

Es cuando piensas: vamos palante, voy a dedicar horas de mi vida, de la vida de mi familia, de mi sueldo, del sueldo de mis amigos, a que el deporte, pongamos por caso el baloncesto, crezca y se sitúe donde tiene que estar: arriba, lo más alto posible.

Pongamos por caso que el equipo es el Albacete Basket pero podría ser el CB Villarrobledo, mis dos clubes de referencia personal y deportiva.

En la misma semana en que nos emocionamos porque el Albacete Basket organizará la fase de ascenso a LEB Plata en el pabellón del Parque, recibes la noticia de que la directiva del CBV ha dimitido en bloque, empiezas a hacer llamadas para interesarte, no para hacer un artículo en Albacete Cuenta, sino para saber cómo están tus amigos. Cosas del deporte, haces amigos a lo tonto.

El dinero, la pasta, el presupuesto, el vil metal, la guita. Podría utilizar mil metáforas, sí. Hay algún condicionante extra pero las penas con pan son menos. Cuando una persona le dedica horas, sacrificio, ilusión y dinero de su propio bolsillo a un proyecto como un club de baloncesto, se pregunta mil veces si merece la pena. Me lo ha contado el presidente del CBV, Fox. Fox es el tipo sin nombre, es Fox. Que deje el baloncesto en Villarrobledo sería un impensable porque es el único miembro fundador del club que queda en la directiva actual.

Pero ha llegado el momento de que se comprometan otras personas, otras entidades, otras empresas. Para que las penas con pan sean menos, para que el proyecto funcione o…Villarrobledo se quede sin equipo de baloncesto. Podría pasar en Almansa, La Roda, Hellín. Podría pasarle al Albacete Basket.

Da pena, lo sé. Pero en la provincia de Albacete estamos acostumbrados a ver cómo desaparecen clubes deportivos, equipos de referencia, estamos acostumbrados a ver cómo deportes de renombre pasan de moda (¿alguien se acuerda de los derbis de balonmano entre Albacete y Villarrobledo?) y no sucede nada. La vida sigue.

O no.

El compromiso empieza por uno mismo, pero sigue un poco más allá, y el nivel de responsabilidad hará que si el CBV desaparece como club, la culpa la tengan todas esas personas y entidades que, cuando tenían capacidad, no demostraron voluntad. Porque llega un momento en que las palabras no dan de comer, no pagan un arbitraje, la gasolina de los coches particulares, los autobuses para desplazarse, las camisetas, los balones con que lanzan a canasta los chicos, las botellas de agua, las tasas del pabellón donde se entrena o la comida de los chicos que juegan a baloncesto.

Aunque, por otro lado, a los niños y a las niñas siempre les quedará su habitación para jugar, lanzando canastas a una caja rota con una pelota hecha de calcetines viejos.