El peliculón de los pensamientos

AUTO-TERRORISMO PSICOLÓGICO: ¡LA MENTE MIENTE!

Nuestros pensamientos cotidianos están en relación directa con nuestras emociones internas y cambian la manera de percibir el mundo y de actuar en ello.

John Henry Fuseli - The Nightmare
Chiara Munzi

Es un dato científicamente comprobado y una realidad que cada uno de nosotros puede testear: nuestros pensamientos cotidianos están en relación directa con nuestras emociones internas y cambian la manera de percibir el mundo y de actuar en ello.

Con referencia a los últimos atentados terroristas, he reflexionado aún más detenidamente como coach profesional, y me doy cuenta de que, también en la ciudad de Albacete, llega la confirmación generalizada de como todo lo que pasa a nuestro alrededor, afecta a nuestros estados emocionales y a nuestros comportamientos: ejemplos impactantes, que tenemos tanto a nivel local como internacional, de acontecimientos sociales, políticos, económicos y culturales, cambian drásticamente nuestras perspectivas de vida, alteran el subconsciente de manera neta e irrumpen en la vida de cada uno, quedándose grabados tanto en positivo, como en negativo.

Desgraciadamente, a lo que estamos acostumbrados a procesar en nuestras mentes, son imágenes, sonidos y gestos progresivamente siempre más desagradables y de temor general.

En las recientes charlas o en algún debate con familiares, amigos y desconocidos albaceteños, tomo mayor conciencia de que estamos asustados, emocionalmente temblorosos, constantemente sumergidos en la duda del “…y que nos pudiera pasar, si…”, cada uno pensando a su vida, sólo y exclusivamente desde una visión dramática, preocupada y apocalíptica.

En primera instancia, admito que esta reacción común entre en la “normalidad” de la alerta y que también sea justo informarse y tener una idea de lo que está pasando fuera de aquí, por lo que vemos y oímos todos los días en los telediarios y leemos en los periódicos. Lo que no veo y no creo que sea tan normal, es hacer que el hecho se convierta en un fantasma cotidiano a todas horas y en todos lugares.

En cualquier calle de Albacete, escucho a la gente comentar los acontecimientos recién pasados de los atentados, cosa que, repito, es evidentemente normal en estas últimas semanas, pero, aunque nosotros no lo reflexionemos hasta el fondo, todos estos ecos y todas estas voces, han cogido ya un asiento en primera línea en nuestros estados emocionales y en cómo vivimos las situaciones cotidianas: son como presencias internas, espectros invasores, que llegan a la primera, hipotética y potencial señal de alerta desconocida, ese miedo que nos invade por completo, bloqueándonos, paralizándonos, dejándonos en una actitud emocional pasiva a los hechos.

¿A qué me refiero con la expresión “actitud emocional pasiva a los hechos”? No quiero atreverme a decir a los albaceteños, que nosotros ciudadanos podamos hacer algo activamente, para que estos horrores cesen y no vuelvan a pasar más. Por cierto, dependerá de decisiones y de responsabilidades gubernamentales internacionales, por lo que me gustaría dejaros esto como reflexión personal:

¿Qué puedo hacer yo, para que lo que está pasando fuera en el mundo, no me afecte hasta el punto de no vivir mi vida plenamente?
¿Qué puedo hacer yo, para que cualquier amenaza externa no me paralice totalmente, decidiendo, por ejemplo, no coger más un avión, o un tren, o no ir al cine, a un concierto, privándome de cosas que deseo hacer, pero que me da miedo hacer, “por si acaso” pasara algo aquí en Albacete también?

En cada catástrofe natural, así como en cada guerra a larga o pequeña escala mundial, creo que haya una creencia profunda y radicada que podemos empezar a cambiar: si pasa algo gordo y sigo con mi vida como siempre, pasando desapercibido, como si no hubiera pasado nada, soy una persona indiferente y egoísta. Y no quiero que la gente piense que soy así. Por eso, me solidarizo públicamente por todo y con todos en varias maneras: a través de las redes sociales o voy a visitar el sitio de la catástrofe etc.

Pues bien, en el momento en el que hagamos eso, a lo mejor, nos estamos creyendo una película tan grande, como la que nos pudieran contar tanto los medios de comunicación, como una persona cualquiera en la calle.
Ciudadanos de Albacete, os presento “el peliculón” de los pensamientos: la mente miente y nuestras creencias son las protagonistas!
Muchas veces, cuando dudamos si expresar y compartir un dolor o una condolencia, estamos sumergidos en esta creencia del egoísmo y de la indeferencia, pero no es así, realmente.

¿Qué está pasando gente? Lo que puedo comentar, desde mi pequeño punto de vista profesional, y que es totalmente opinable, es que, por un lado, no solamente tenemos una presión muy fuerte a nivel de medios de comunicación de masa globales, que nos arrastran, a través de la información, hacía un inconsciente terrorismo psicológico, sino que, por otro lado, somos nosotros mismos los primeros artífices de nuestros propios auto sabotajes internos.

¡Somos nuestros propios kamikazes emocionales!

La cosa más curiosa, es que este bucle emocional nos pasa en cada situación de conflicto interno que no sepamos bien gestionar y solucionar: los problemillas cotidianos, los enfados, las incomprensiones, las tensiones emocionales que solemos sentir cuando algo va mal. A menudo, la mente no nos ayuda, al revés, nos engaña, porque pretende hacernos ver y creer algo que estamos distorsionando, omitiendo y generalizando, para encontrar una excusa o una escapatoria válida, para justificar nuestro auto terrorismo psicológico y aliviar el miedo a las consecuencias de nuestras acciones y reacciones.

En lo profundo de nuestras conciencias humanas, nadie que ame la vida debería querer lo malo para alguien, pero resulta raro, que muchísimas veces, somos nosotros mismos, los que no nos querernos tanto, como deberíamos.
No hablo solamente del caso de los atentados: cuando tenemos necesidades profundas que no expresamos libremente de corazón, cuando reprimimos emociones que, a medio-largo plazo, nos pasan factura, estamos pensando y actuando desde las razones de la mente y de sus principios, atrapados en este conflicto interno del “antes están mis intereses, luego lo demás”.

En tal situación, lo único que de verdad podemos hacer es no cerrarnos en la “modalidad pasiva” a lo que ocurre, renunciando a salir, a relacionarnos libremente, a experimentar y a saborear la única vida que tenemos, porque, pase lo que pase, hay que poner siempre nuestra propia firma por debajo de cualquier día que vivimos.

chiara munzi