El viaje de Barack Obama a Cuba ha creado una gran expectativa tanto en Estados Unidos como en Cuba. Se escenificaba el fin del enfrentamiento entre ambos países y el inicio de relaciones de amistad a pesar de cierta oposición de algunos sectores de Estados Unidos y de Cuba.
Después el recibimiento de los Rolling Stones donde cientos de miles de cubanos disfrutaron con su música, lo que llevó Mick Jagger a comentar que «algo está cambiando en Cuba», cuando Fidel Castro nos consideraba como una moda yanqui de “pepillos vagos y feminoides” y ahora estamos aquí para que disfruten sus jóvenes. Un cambio en la cultura popular.
Estos dos acontecimientos importantes han quedado informativamente relegados aquí en España por los atentados en Bruselas que ha centrado toda nuestra atención. Pero me van a permitir una reflexión a favor del camino lento, pero seguro, de Cuba hacia la democracia. Tal vez, tarde más de diez años, pero ésta llegará.
El presidente de Estados Unidos en su discurso ante el Gobierno cubano, reconoció que la política de aislar a Cuba realizada por los Gobiernos de Estados Unidos durante más de cincuenta años, no había funcionado. Y había originado un enfrentamiento constante al que se le debía poner fin. Por ello, proponía realizar una apertura en todos los ámbitos en beneficio de ambos pueblos. Pronunció en español un término muy en boga en España, “¡sí se puede!”. Y sentenció que no desea imponer un cambio sino que, “el futuro de Cuba debe estar en manos de los cubanos”. Con esta frase reconoce lo desacertado de presionar desde el exterior para conseguir que se imponga la democracia. Pero también se puede interpretar que sea el pueblo el que elija a sus representantes, o sea, un canto a la democracia. El otro mensaje fue adoptar acuerdos económicos que beneficien a ambos pueblos para mejorar la vida de sus ciudadanos. Con ello, aboga por unos cambios económicos que rentabilice sus recursos.
La experiencia desastrosa del paso de una dictadura a la democracia, por la presión de países capitalistas, la tenemos en los casos de Túnez, Egipto, Afganistán, Síria o Libia. Donde se han impulsado las revueltas contra las dictaduras, en estas sociedades muy divididas o con escasa tradición política, desembocando en guerras interminables, emigración y mayor pobreza. Un completo desastre.
De todo ello, debemos aprender una lección: dejar que el pueblo decida el ritmo hacia la democracia sin injerencias externas. El proceso cubano es muy lento, aunque no del gusto de los que le acusan de su rigor dictatorial, sin atreverse a censurar el de China, mucho más represivo.
En Cuba se han producido pequeños cambios económicos y sociales decididos por Raúl Castro y ahora asistimos a un pequeño empujón con la presencia y la palabras de Barack Obama. Lo cual ha supuesto el inicio de un largo camino a la democracia que debemos dejar que lo realice el pueblo cubano. Y posiblemente será largo el camino.
Ya se aprecia en el pueblo cubano un sector del régimen que está dispuesto a algunas reformas, entre el que se encuentra Raúl Castro. La otra parte, la podemos calificar de “inmovilista”, encabezado por Fidel Castro que se opuso al inicial acercamiento entre Estado Unidos y Cuba en diciembre de 2014 y en la visita realizada por Obama, al que respondió, “no necesitamos que el imperio nos regale nada”. A este grupo inmovilista podemos incorporar un sector amplio de los que viven en Miami que acusan a Obama de traicionar los intereses de Estados Unidos. Finalmente, existe la oposición más radical que lucha pacíficamente por un cambio rápido, mostrando su descontento y que es reprimida y encarcelada.
Lo que es innegable es que Cuba va cambiando lentamente hacia una sociedad más permisiva, cuidando que su población vaya mejorando su nivel de vida lentamente y seguir manteniendo la protección de las clases más desprotegidas ante el posible avance del capitalismo salvaje que siempre perjudica a las clases obreras y más necesitadas.