No sé mucho de agua
pero sé lo que ven mis ojos.
Caminando como sin querer
por un camino de la Sierra
del Agua.
Apuré mi botella de
agua
hasta llegar a la fuente
que hay al final del camino.
Pero estaba
tan seca
tan cargada de insectos
que aguanté la sed.
Porque no sé mucho
de agua,
pero sí de lo que me llevo
a la boca.
Un amigo
me mandó unas fotos
donde se veía
mejor dicho
donde no se veía
el agua
de un pantano.
No sé mucho de agua
pero sé diferenciar
un charco
de un escupitajo.
Sé diferenciar
un sitio
donde vendrían los turistas
a navegar
tomar cervezas
y disfrutar la naturaleza.
En el interior de
Castilla-La Mancha,
la comunidad donde
más ha crecido el
turismo rural.
Sé diferenciar
eso
de un lugar que corre
a convertirse en un
desierto.
Yo no sé mucho de agua
pero sé dónde
irán los turistas
el año que viene.
Sé que la culpa no es mía
supongo
que tampoco del
Ayuntamiento de Yeste,
tampoco de Bono, Barreda
Cospedal o Page.
Pero mía no es.
La culpa no es mía,
pero sé diferenciar
un charco
de un escupitajo.
Sé que había una vez
un sitio
donde bailaban los barcos
las barcas
y las piraguas
al son del rumor del
agua.
Sé que había
sombrillas
toallas
y bañadores,
hipnotizados
por el rumor
del agua.
El agua
que desaparece.
Yo no sé mucho de agua,
pero sé diferenciar
un charco
de un escupitajo.