Neutrales y profundamente ibéricos

Un pan con unas hostias

Jesús Perea

Ante todo disculpas por las connotaciones del título. Quede claro que me refiero a las hostias de consagrar, con hache, las que encarnan el Cuerpo de Cristo en la liturgia católica y no a las otras, las que se dan como panes en ciertos tumultos.

Viajemos a un futuro cercano.

Pongamos que al mes de abril del año que viene.

Para entonces, el nuevo Gobierno de Mariano Rajoy llevará seis meses escasos en el cargo. Asumamos que habrá sacado adelante los Presupuestos Generales del Estado con el apoyo de los nacionalistas vascos y de Ciudadanos.

Es mucho suponer, pero a todos los efectos, es un escenario plausible habida cuenta de que tanto unos como otros no tienen elecciones a la vista en las que dejarse pelos en la gatera por su apoyo a unas cuentas que incluirán un generoso recorte del gasto público o subida de impuestos.

Lo normal es que el PSOE ya haya celebrado su congreso y tenga un líder/lideresa ejerciendo como secretario/a general.

La oposición, bajo el influjo del nuevo liderazgo orgánico, empezará a ver como un recuerdo lejano aquel bochornoso 29 de octubre en el que la abstención de más del 80 por ciento del grupo parlamentario terminó con el bloqueo político en aras del «sentido de Estado» y la «altura de miras» de quienes, ya de paso, liquidaron al ciudadano Sánchez aprovechando la coyuntura.

Habremos empezado a ensayar una oposición contundente, con sus peticiones de comparecencias, de dimisión y responsabilidades políticas por las corrupciones pasadas y las que vendrán. Poco a poco, se irán acumulando iniciativas parlamentarias de contenido declarativo -las famosas Proposiciones No de Ley- que sacarán los colores a un Gobierno en minoría que se irá acostumbrando con cierta pachorra a perder votaciones sin ningún efecto jurídico inmediato, más allá de la pataleta pertinente de una oposición dividida e impotente.

Llegamos a mayo de 2017.

En la primera semana estaremos hablando del cataclismo político que se avecina en Francia. Ya se que en España no somos muy devotos de la política exterior, pero estas cosas tienen su impacto pese a que las cabezas pensantes del establishment político patrio bombardeen a sus líderes con consignas como las que Posadas le repetía a Aznar. Ya saben, aquello de «Presidente, más Soria y menos Siria».

¡Qué le vamos a hacer! Desde que perdimos el Imperio, los españoles somos así. Neutrales y profundamente ibéricos porque no podemos ser otra cosa, Romanones dixit.

Como les decía, en la Francia del crepuscular Hollande, los socialistas -si no hay un giro dramático en próximos meses- se verán en la tesitura de tener que apoyar en segunda vuelta al mismísimo Sarkozy para frenar a Marine Le Pen. Será la versión gala del drama Ibérico de este otoño infame.

Con el Brexit duro a pleno pulmón y la crisis de los refugiados azotando las costas del Mediterráneo -con brío por la llegada del buen tiempo que tanto anima a los hijos de mala madre que trafican con seres humanos- lo último que necesita Europa es un frente de inestabilidad abierto en canal en el Sur del continente.

Rajoy es Rajoy. Ni habla inglés ni falta que le hace para hacerse entender como un tipo bien mandado de los poderes de la Troika. Como un bálsamo de previsibilidad frente al azote del populismo que devora el continente.

Incluida la propia Alemania.

Allí tenemos la siguiente parada de nuestro viaje a 2017. En la Alemania de Merkel, el auge de la extrema derecha populista solo podrá conjurarse con otra gran coalición con los socialdemócratas. La diferencia, en este caso, es que como buenos alemanes, son ordenados y aseados. Así que el partido hermano del PSOE sí que someterá a sus bases un acuerdo de gobernabilidad que, previsiblemente, será refrendado por éstas, como ya ocurrió hace tres años.

De vuelta a España, les explico el porqué del pan con unas hostias.

Dice nuestro Artículo 99 de la Constitución que el presidente puede disolver las Cortes unilateralmente transcurrido un año desde la última vez que lo hizo. Como tal fecha fue la de 3 de mayo de 2016  -después de la investidura fallida de un tal Sánchez del que a esas horas muy pocos se acordarán- se antoja tentador para un presidente pulsar el botón del pánico y convocar a los españoles a las urnas en caso de que la oposición se ponga tontorrona y le chulee más de lo tolerable.

De lo de las reformas estructurales y la regeneración democrática, ya si eso mañana hablamos, les irá diciendo Rajoy.

Y lo que es más importante.

Si las encuestas le dan bien -como desafortunadamente creo que ocurrirá- el presidente estará tentado de decirle a la oposición que necesita una mayoría sólida para aprobar las cuentas de 2018. Ese podría ser el casus belli, el motivo que necesite para aprobar el presupuesto. A esas alturas, hasta a Ciudadanos le habrá pasado factura el desgaste que azota a todos los socios minoritarios de Gobierno (que le pregunten a los pobres liberal-demócratas de Clegg en Reino Unido, que también vestían de naranja, por cierto). Por lo que venderá su apoyo a Rajoy por un plato de lentejas y se olvidará de aquello de «gobierno débil y parlamento fuerte».

Lo del pan y las hostias viene a cuento de que no me creo que el PSOE pueda hacer una oposición durísima y furibunda en las Cortes, como anuncian los apóstoles de una abstención que aspira a ser perdonada por una impostada fiereza en próximos meses.

Sencillamente porque no tiene capacidad de maniobra en un contexto de debilidad.

El PSOE carece de incentivos para dinamitar al Gobierno en fechas cercanas, de poner en aprietos a un ejecutivo parlamentariamente débil pero beneficiado por una coyuntura exterior favorable y de tensionar hasta el punto de derribar a un gobierno sabiendo que sus heridas todavía son profundas en términos internos y electorales.

Y en todo caso, esa excesiva dureza sería explotada por el propio Rajoy para decirle, en un relato muy convincente, que ante el bloqueo del Parlamento necesita de un mandato fuerte de los españoles, a los que convoca a las urnas por el bien de España. Una narrativa mucho más exitosa de cualquier otra que pueda impulsar una oposición débil, dividida y sin capacidad de pactar entre sí.

¿Entienden ahora lo del pan con unas hostias al entregar el gobierno a Rajoy?

PD.: Mi razonamiento -aviso a los pedristas, susanistas y demás -istas que puedan aparecer- se basa en el único -ismo que predico con devoción y lealtad a prueba de bombas. El de un socialismo democrático en el que milito y militaré, y por el que sufro y sufriré en este y en días venideros, a cuenta del escenario que, mucho me temo, acabamos de convalidar.

 

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