La música más allá de los límites geográficos

El día que bailé con Prince

Los seguidores de Prince se reconocen con facilidad, aunque vivas en una ciudad de provincias y en una provincia de pueblo.

Miguel Ventayol

L21 de abril de 2016.

El día que murió Prince me tuve que sentar y subir el volumen de Radio 3, para muchos es el único alivio musical posible, para que me dijeran que no era cierto aunque sabía de sobra que sí. Porque tengo la muerte asumida. Pero en este caso, esperaba que no.

Comenzaron a sonar las canciones de los 80, los 90 y no pude aguantar más, me levanté con total conciencia de mi crisis de los 40 y me puse a bailar para trastorno de mis infantes.

Cuando se cansaron mis pies, mucho antes que cuando tenía 20 años y me las bailaba en el Torito (para trastorno de mis amigos y de medio bar), me senté al ordenador y comencé a escribir. Pero no salió nada.

Hasta hoy.

Ni una santa palabra, buena, mala regular.

La culpa no es de Prince, por supuesto, sino mía. Pero mira por dónde.

Y mira por dónde que temicas hay en Albacete y provincia: que si Javi será el Alcalde que cien años dure, que si el PSOE, ay el PSOE, que si Ciudadanos propone y el PP dispone, que si Ganemos (uy, perdón, de Ganemos no digo nada) que si la calle peatonal del centro, que si las promesas del parquet del pabellón del Parque para los chicos del baloncesto, que si los aviones que derrapan por la Pulgosa, que si la Minijtra, ¡ay la Minijtra!, que si pondrán Eurocopter II en los Multicines del AVE.

Temas, temicas, temazos, se los dejo a los periodistas de Albacete; muchos y buenos en medios de comunicación donde no existe ni ha existido la censura.

Yo me quedo con la sensación del baile de Prince y cómo varias personas de Albacete nos metimos en un tren regional (cuando aún se podían tomar trenes a Madriz sin que te costara medio mes de sueldo). Allí en Madriz pude ver a los VIP esconderse donde no pudiéramos verlos bailar, y me sentí como el chaval de 20 años que era. Luego cogí otro tren regional y me volví a Albacete, llegué cuando las calles dormían, el Sembrador sembraba y las churrerías hipnotizaban a los madrugadores.

Entonces pensé: «Podría escribir algo de todo esto. Algo importante y trascendente».

Pero no tenía móvil, ni ordenador, ni siquiera mi libreta de notas a mano.

Al llegar a casa desayuné con café materno casero, madalenas de panadería de barrio, y olvidé todo…

…menos a Prince.

Y no pude volver a escribir nada más hasta que llegó el siglo XXI.

Imagen de una de las mesas del bar Plaza de las Flores en Albacete.

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