2ª Parte de la serie, 'El Cansino Contrataca'

Cospedal, el señor Lobo y otro cenizo (ahora de Ciudad Real) II

  • Jesús Perea no se ha podido resistir a publicar una segunda parte del "Cansino de Cuenca"
  • Versa sobre el segundo cansino que le sale al PP de Cospedal, con mucho cine de por medio, como en el otro para ilustrar las secuencias

Jesús Perea

Cuando el señor Lobo se despidió de Jules y Vincent Vega delante del desguace de Joe el Monstruo, no pensaba que la reina de Marfil iba a meterse en otro charco tan pronto.

Apenas un mes después de que un cansino de San Clemente le agriase el gesto en el Congreso del PP,-en lo que estaba previsto como un día de gloria- otro cansino levantó la bandera de todos los cansinos del mundo para cansinear un poco más a la política más polifacética del país, que amén de dirigir los ejércitos de tierra, mar y aire del Reino, saca tiempo para comandar las huestes populares en Castilla-La Mancha, ser diputada por Toledo y secretaria general de su partido a nivel nacional.

Al señor Lobo, que tan buenos servicios había prestado a la causa en lo del disco duro de Bárcenas o más recientemente, haciendo creer al país entero que no había ninguna cámara grabando en la sala en la que la votación de la famosa enmienda quedó rechazada a ojo de buen cubero, no lo llamaron para solventar el curioso incidente del hombre que quería presidir el PP castellano-manchego desde la Puebla del Príncipe, Ciudad Real.

En lugar de eso, Jules y Vincent Vega, quién sabe si en el afán de no sobreexplotar el crédito del «hombre que soluciona problemas» decidieron llamar a una diputada del territorio, de Ciudad Real, Carmen Quintanilla, manchega como el tal Tomás Medina, para solventar el incidente sin levantar mucha polvisquera.

El problema es que entre convecinos las sutilezas son menos. Y, en lugar de maniobrar con la elegancia innata de Harvey Keitel en Pulp Fiction, a la encargada de la misión no se le ocurrió otra que llamar al interfecto y recordarle obviedades tan manchegas como universales. «Tomás, te estás cavando tu propia tumba» O la aún menos sutil, «Eres como un perrillo labrador contra un oso. Y ya sabes que el oso devora al perrillo labrador».

Así, tal cual. Sin paños calientes. En su casa en el Valle, el señor Lobo se estará llevando las manos a la cabeza. Cómo está el oficio. Ya no quedan profesionales. Y los que subsistimos, tenemos que ver cómo nuestro buen nombre se llena de porquería cuando nos ponen a la altura de estos indocumentados, aprendices de psicópatas que a la mínima sacan la navaja para cortarle la oreja al policía que tienen como rehén mientras bailan «Stuck in the middle with you», como un Michael Madsen de pacotilla en Reservoir Dogs.

Visto que el tal Tomás Medina tiene la misma cabezonería contumaz que el cansino de San Clemente, y que grabó -él, muy artero- la conversación plagada de amenazas de la aprendiz Quintanilla, al partido, entrando en pánico,  se le ocurrió la chapuza de invalidar los avales del interfecto para frenar, por la vía burocrática -más limpia, presentable y aséptica- las aspiraciones del «perrillo» labrador, frente al «oso» Cospedal.

Pero a estas alturas de la película el daño ya estaba hecho. «From lost to the river», que debieron pensar los estrategas del partido del «charrán» que antes era «gaviota».

Así en un ejercicio de épica crepuscular, Susan Sarandon y Geena Davis pisaron a fondo el acelerador del Ford Thunderbird descapotable, y aceptaron pulpo como animal de compañía, mientras se lanzaban con los dedos entrelazados sobre el cañón del Tajo, conforme se baja desde Cobisa, Toledo, a mano derecha; que no es lo mismo que el del Colorado pero que también tiene su punto.

Validamos las dos candidaturas y aquí paz y después gloria.

En consecuencia, Tomás Medina, siguiendo la inexplorada vía abierta por el cansino de San Clemente, entró con sus avales como el camello por el ojo de una aguja en la cesta de la hilandera Cospedal.

Habrá combate desigual entre el aspirante peso pluma, residente en Puebla del Príncipe (Ciudad Real) y la acorazada Cospedal -residente en un cigarral toledano, en el barrio de Salamanca o sepa Dios dónde– por el control del PP castellano-manchego.

El señor Lobo reflexiona sobre las miserias de la política con la mirada perdida mientras apura un café de los que a él le gustan, con mucha leche y mucho azúcar. Sabe que, viendo la  chapuza, le volverán a llamar más pronto que tarde.

Vistas las sutilezas de los Tirados, Quintanillas y el resto de la tropa, estos son capaces de ponerle la cabeza de un caballo a los pies de la cama al próximo que se salga de la linde. Qué tanta hostia con la democracia, las primarias y toda la pesca, si aquí lo que se ha llevado de toda la vida de Dios es el modelo Padrino de los Fabra o los Baltar.

Suena el teléfono. Todavía con la taza de café en la mano, se debate entre contestar o no a la llamada. Opta por lo primero. Mejor economizar fuerzas para los trabajos que se avecinan en el futuro.

Entre machacar un disco duro en mitad de la noche en la calle Génova o solventar un congresillo de osos y perrillos labradores, hay que guardar fuerzas para operaciones de enjundia como la primera. Para lo otro, mejor hacerse un De Niro en «Uno de los nuestros» y gritarle a Joe Pesci a la cara que esta vez no le va a ayudar a cavar el agujero en el desierto de Nevada para el pobre Araña.

Es el honor de un profesional lo que está en juego. Y está hasta la coronilla de comerse los marrones de los chapuceros.

 

cospedal, jesus perea