Nada volverá a ser igual

PODEMOS y el dudoso encanto de lo irracional

Jesús Perea

Ser imprevisible en política siempre fue una baza.

Muchos líderes en el pasado lo entendieron con claridad. El problema es que, como en el poema de Benedetti -al que no hay político en el mundo que se resista a citar- el ataque por sorpresa, como táctica, tiene que enmarcarse en una estrategia general. Porque aquí de lo que se trata es de ganar guerras. No una simple batalla.

Confieso que me pierdo en la estrategia de Podemos para rechazar los Presupuestos de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Escribo con la osadía del distante, geográfica y politicamente. Pero prefiero extraer de esta temeridad, una virtud. La de quien no está contaminado por los cotilleos de la villa y corte, que a veces distorsionan y nublan la visión de los observadores más cercanos. La niebla de la guerra, la llamaba Clausewitz.

Y lo que he visto desde la atalaya de la distancia es la incredulidad del que se siente víctima de la imprevisibilidad.

Touché, diputado Molina.

En el balbuceo de estupor de Fernández Vaquero, presidente de las Cortes, cabía un regimiento completo de lanceros de caballería pesada cargando colina abajo en el Mont de Sant Jean, donde Waterloo.

Ocurre, sin embargo que, volviendo a Benedetti, toda acción táctica tiene que obedecer a una estrategia final. En el poema se trata de conquistar a una mujer. Sustituyan mujer por poder en este caso y el recurso lírico cobrará más sentido.

Inciso para hacer ver a quienes no sean duchos en la materia que, partiendo de los constreñidos plazos de la Administración -un gigante de barro que se mueve con exasperante lentitud burocrática- un retraso en el calendario de tramitación de un par de semanas conduce a la inactividad forzada durante un año entero.

¿Qué pretende Podemos, por tanto, con la obstrucción sorpresiva de la ley de Presupuestos?

Descartemos el dolo, la intencionalidad dilatoria, la de quebrar los pies del gigante de barro. No al menos, desde el relato lógico de quien ha sido partícipe en la redacción de la norma e incorporado al texto algunas de sus reivindicaciones más señeras, como el Plan de Garantías Ciudadanas. Emplear meses de negociaciones en medio de la bruma parlamentaria en parir una norma destinada a morir en la orilla, no puede basarse en la idea racional de que es lo que se ha buscado desde el principio.

Lo cual conduce al terreno de lo irracional.

Para vestir el santo, se emplea el recurso argumental de un puñado de enmiendas no aceptadas y sobre las que, aparentemente, había un pacto tácito para, por un lado salvar la cara de la fuerza minoritaria ante sus bases; y por otro, escenificar una negativa parcial de la mayoritaria igualmente beneficiosas ante sus respectivas audiencias.

Justificación parca a mi modo de ver y del de cualquier observador avezado. Baste entender el importe de las enmiendas -en euros contantes y sonantes- para atribuir a esta justificación la condición inequívoca de excusa de mal pagador. A menos del 0.5 % del total del Presupuesto -40 millones de euros- asciende la factura del despechado grupo parlamentario. Acuerdo, se admite, había en el restante 99,6 %.

Si apelo, pues, a la irracionalidad es porque no hay elementos objetivos que permitan justificar la negativa de Podemos a la ley de Presupuestos en las Cortes de Castilla-La Mancha.

O es eso, o se me escapan otros enfoques de macropolítica que tienen que ver con la situación interna del PSOE o el calendario congresual orgánico del propio Podemos en la región. Personalmente, veo más factible este encuadre que, sin restar irracionalidad a la decisión, al menos la explica.

Sea cual sea la motivación última, lo cierto es que nada volverá a ser como antes en la relación entre el Gobierno y un grupo minoritario determinante para la estabilidad del Ejecutivo. Más si cabe, a medida que el final de la legislatura se vaya acercando y cada una de las partes vuelva con armas y bagajes a las trincheras de la confrontación electoral.

En todo caso, y como última lección de este viaje inesperado por los terrenos de la irracionalidad y la imprevisibilidad política, cabe extraer la conclusión evidente de que el tercero en discordia, el Partido Popular, se frota las manos desde lo alto de la bancada con el relato tautológico de perogrullo que ya ensaya en la sala de máquinas. Ya saben. Lo de ser serio, la estabilidad y el sindios de la izquierda.

Le aventuro muy mal futuro a Podemos en Castilla-La Mancha, por cierto, si no es capaz de revertir el relato que le va a convertir en facilitador último del posible retorno de Cospedal al Gobierno de una región cuyo partido administra en el tiempo sobrante que le queda entre expedientes de compra de blindados, artillería pesada y fragatas. Y ni falta que le hace mucho más, por cierto, viendo la pasión irracional podemita.

Va a resultar que Jose Arcadio Buendía, en Cien años de soledad,  estaba en lo cierto cuando rechazó la invitación del padre Nicanor a jugar una partida de damas debajo de un viejo castaño. «No entiendo -decía el bueno de Jose Arcadio- el sentido de una contienda en la que los adversarios están de acuerdo en someterse a unos principios y reglas».

En la política, como en la guerra, no hay reglas; ni principios.

Bien claro lo ha dejado Molina.

jesus perea, podemos