El mundo vive un momento extraño, complicado pero tú te levantas cada mañana con el despertador camino al trabajo, si lo tienes. Si no, no.
Los unos censuran a los otros, los otros atacan a los unos, y por el medio hay una cantidad tremenda de personas que se van cayendo; unos se pelan mucho las rodillas, otros se llevan chichones, otros más se golpean los codos al caer. Cuando digo unos y otros me refiero a personas, con nombres, apellidos, familias, casas, novias y novios, corazón y pulsaciones.
Se acerca el día del libro, uno de esos días que se convierte en día de celebración y conmemoración.
Los libros son fuente de pensamiento, aunque sea una simple noveleta del Oeste (digo noveleta porque así es como la llamaba mi abuelo cuando me las leía y enseñaba). Hasta los libros y novelas más sencillos son capaces de esconder la crítica más dura, capaces de contar lo que en un artículo sesudo en un medio político no se puede…si no quieres que te machaquen en tuiter e incluso la ley llame a tu puerta con sigilo.
En el día del libro hay que recordar que sí, que en Albacete, la Mancha y España hay censura y no me atrevo a decir más, salvo que leas un libro hoy, otro libro mañana y pasado, si puedes, uno extra.
En el día del libro te recuerdo que al Alonso Quijano le quitaron sus libros y se cachondearon de él hasta el infinito. (Esta frase la he puesto para justificar una subvención del año del Quijote de 2.000 euros). (Atentos los amantes de la literalidad: es broma)
En el día del libro te recuerdo que, si a través de 140 caracteres eres capaz de amar, odiar y dar la vuelta al mundo, deberías de ser osado y zambullirte un poco más. Lo mismo descubres alguna cosa que te había pasado desapercibida entre las opiniones de los demás, sean manipuladas, sean reales o sean sandeces.
(Por si te lo estás preguntando, la imagen que da color a estas palabras es del cuentacuentos de Rafa García, cortesía de Librería Nemo)