Sobre el machismo histórico presente

Hay esperanza

Mario Plaza

El lunes 4 de septiembre en una sala del Centro Cultural de Madrid Matadero-Legazpi a las 19:00 h se celebró la conferencia de Silvia Federici, “Capitalismo y violencia contra las mujeres”. Autora de Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación primitiva, profesora de la Hofstra University de Nueva York, activista y teórica, es un referente del movimiento feminista. Además presentó una campaña contra la representación degradante de las mujeres quemadas por brujas en espacios dedicados supuestamente a su memoria. Muñecas en forma de «ancianas monstruosas» o de «jóvenes sexualizadas» son vendidas en museos y localidades donde se dice recordar esas quemas. La campaña persigue conseguir que las campesinas asesinadas dejen de ser representadas y recordadas como las describieron sus asesinos.

Puede verse como estaba la cola media hora antes de la apertura del local, y cómo quedó nada más abrir la nave con, aproximadamente, una quinta parte de los que estábamos esperando.

Se habilitó un altavoz en la puerta lateral, pero la audición era dificultosa por la cantidad de gente, y al rato, por la incomodidad, optamos por ir a tomar una bebida fría para combatir el calor de la tarde madrileña.

Una pena que el local no fuera más grande, porque las cuestiones que plantea el libro Calibán y la bruja son comprometidas y acuciantes. Su tesis general es la necesidad del capitalismo de devaluar el trabajo y los sujetos que producen esta fuerza de trabajo, empezando por las mujeres (Pág. 16). Escrito en 2004, los acontecimientos que han ido sucediendo en el mundo globalizado no han hecho más que ponerlo cada vez más de actualidad y hacerlo todavía más vigente. Veamos algunos ejemplos.

En primer lugar con el mecanismo de las ‘acusaciones rituales’ (Pág. 249) que se hacían contra las brujas (1550-1630), y que ahora parecen emplear los portavoces parlamentarios y las líneas editoriales de los medios de comunicación que se han erigido en defensores del absurdo y sanguinario orden vigente. En segundo lugar, la forma de utilizar las figuras conjuradas, ‘el Diablo’, durante la gran caza de brujas, y ahora, la figura del ‘terrorista’ o del ‘populismo’, como agentes secretos para allanar el camino al nuevo orden, más penoso, al que se nos quiere conducir (Pág. 285). Y como tercer y último ejemplo, el recurso del exterminio como estrategia política (Pág. 313), del que los ejemplos de actualidad son evidentes, incluido el negacionismo del Gobierno respecto del genocidio asociado a sublevación contra la República y la destrucción de la democracia en 1936.

Asociadas al libro de referencia se me ocurren dos dificultades de relativa importancia, porque de su esclarecimiento y de la respuesta que se les conceda se puede derivar una todavía mayor importancia para la perspectiva del libro, que no hace cada día sino aumentar.

La primera tiene relación con que el libro se haya convertido en esquema interpretativo de la evolución de la ordenación social en la que nos encontramos. Y claro, convertida en estrategia de lectura de la actualidad, de las actualidades que se vayan produciendo, el libro puede perder su potencial revolucionario, y su necesaria capacidad para reconstruir con todo el detalle que se pueda las situaciones que se proponga analizar cada vez. Me hubiera gustado preguntar a Federici si ve real ese peligro, y en ese caso, conocer su opinión de cómo se podría conjurar. En realidad, necesito su respuesta.

La segunda cuestión tiene que ver con la insistencia que se hace en el libro de oponerse a la forma conservadora de desentenderse de la caza de brujas, y de la violencia desatada, todavía hoy, contra las mujeres en general, presentándola como parte de una superstición ancestral (Pág. 17). Una contrariedad para esta tesis es, por ejemplo, un documento como La Celestina (1499), citado en la Pág. 280, que no se puede situar en un proceso de cercamientos, de empeño de destrucción de las tradiciones comunales y, de acumulación primitiva, que se darán a partir de cincuenta años más tarde en los contextos que se señalan en el libro y que originan la caza de brujas, el comienzo de los mercados de esclavos y la interpretación del sujeto colonizado por la figura de ‘Calibán’ en La tempestad de Shakespeare, estrenada el 1 de noviembre de 1611. Y todavía es un elemento de mayor dificultad, para oponerse a la tesis de la superstición ancestral, la existencia de un libro como El Arcipreste de Talavera o El Corbacho, que Alfonso Martínez publica en 1438, al que Federici no hace referencia.

El autor, que ha viajado a Roma, es decir, no se le podría calificar de ser demasiado provinciano, cita en el prólogo como inspiración a un doctor de la Sorbona, sobre el que los estudiosos  plantean diversos interrogantes, pero que deja constancia de cierta presencia anterior de una acusada desconsideración de la condición de las mujeres. En el capítulo segundo Alfonso Martínez se refiere a ellas como malas, viciosas, perversas, deshonestas, murmurantes e detractadoras, enbidiosas, soberbias, desobedientes, etc.  Y ya en la segunda página del prólogo, se refiere a la vieja que está ya fuera del mundo, digna de ser quemada viva sin ningún tipo de pudor. Sobre esta segunda cuestión también me gustaría oír la opinión de Federici.

Aunque hubiera una superstición previa contra la condición de las mujeres, que habría que precisar con mucho detalle según los contextos, eso no se opone a la muy esclarecedora tesis del libro de Federici en su explicación de las circunstancias en que se aumenta  la violencia contra las mujeres, y en las que la persecución de las brujas se eleva a la categoría de genocidio. Un libro que no he podido dejar de leer con la atención de la que pueda ser capaz, que sigo leyendo para contrastar algunas de sus fuentes, y sobre el que creo que se puede construir una política esperanzadora, por su sensibilidad, por la finura de sus enfoques y por su contenido histórico-social, pero, sobre todo, por su capacidad de movilización, como se puso de manifiesto en el acto al que se hace referencia.

Si observan la cantidad y el aspecto de las y los asistentes comprenderán el porqué del título de esta apresurada nota.

 

Calibán y la Bruja, cultura, Feminismos, mario plaza, Silvia Federici