Me parece que se entendería mejor el contenido de la referencia anterior si la tituláramos El escritor como trabajador. En todo caso es un texto que no llegó a publicar en vida su autor, y al que, sin darme cuenta, he tenido que volver una y otra vez. Y no claro, porque tenga la pretensión de sentirme escritor, que es un oficio, como bailarina o pianista, que hay específicamente que aprender con intensa dedicación, sino porque en relación a mi modesto quehacer de profesor, una y otra vez me he preguntado: ¿pertrecha mi trabajo el aparato de producción, o lo transforma? Y ésta es una de las cuestiones fundamentales que Benjamin se plantea en su artículo de 1934.
Por contextualizar la historia en relación con el PSOE, y su circunstancia presente, se podría partir de referencias ya remotas. Como, por ejemplo, que a la fiesta del PCE de septiembre 1978 en la Casa de Campo de Madrid se estima que asistieron medio millón de personas, un millón según los organizadores, el partido con más militancia. Esta circunstancia luego, en las elecciones municipales del 3 de abril 1979, no se tradujo, ni con mucho, en que fuera el partido más votado. La UCD logró la victoria en los comicios con 28.960 concejales y el apoyo del 30,6% del electorado. El PSOE quedó en segundo lugar con 12.077 concejales y el respaldo del 28,2% de los votos. El PCE conquistó la tercera plaza con 3.732 concejales y el 13,1% de los sufragios. Merced al pacto global firmado por las direcciones de PSOE y PCE la izquierda se hizo con la mayoría de los grandes ayuntamientos, incluidos Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Zaragoza y Málaga. De las 50 capitales de provincia, el PSOE obtuvo 23 alcaldías, incluida la de Albacete y UCD 20.
José Antonio Maravall, en la revista Sistema nº 35, 1980, págs.3-48, publicó el artículo La alternativa socialista: la política y el apoyo electoral del PSOE. Y a éste, entre otros, se atribuye la orientación estratégica de tratar de convertir, para hacer de la necesidad virtud, al PSOE en un partido, como se llamó entonces, de “cuadros”, en el que el papel de la militancia no era demasiado necesario para obtener el éxito electoral, como se concretó con la holgadísima mayoría absoluta en las Elecciones Generales de 1982.
Pero ahora la situación parece haber cambiado, por extensas y complejas circunstancias, y se está produciendo un intento de reactivación de la participación en la vida del partido de la militancia, que se pudo concretar en el resultado de las elecciones primarias del 22 de mayo de 2017, y en el contenido y en los cambios organizativos asociados a las distintas resoluciones del 39 Congreso celebrado los días 17 y 18 de junio. Lo que se ha jugado y lo que se está jugando ahora a nivel local, es, organizativamente, el papel de la militancia, y, sobre todo, si ello va a tener consecuencias, más o menos inmediatas, en los apoyos electorales y en el nivel de eficacia política que el PSOE pueda alcanzar.
La mayor agrupación socialista de Castilla-La Mancha
Para la Secretaría General del PSOE en la ciudad de Albacete se presentan dos candidatos: Emilio Sáez, de alguna forma representante de la continuidad respecto de la función restringida de la participación de la militancia y Francisco, Francho Tierraseca, más partidario de una mayor presencia de la militancia en la vida y en las grandes decisiones del partido. El primero insistió en los aspectos de «dedicación, transparencia, captación de militancia, unidad tras las primarias», con una Comisión ejecutiva casi ya conformada. Y Tierraseca en la «descentralización», incluso mediante «representantes de barrio, la presencia paritaria de las mujeres, y especialmente la participación de la militancia», incluida la determinación de la Comisión Ejecutiva, así como también en la «unidad tras la celebración de las elecciones».
De esta aspiración común, la de «la unidad», es importante el lugar en el que se pudiera producir, según se ha puesto en el título y es de lo que quería comentar algunas particularidades. En efecto, por simplificar mediante una imagen sencilla, se podrían asimilar las posiciones de partida en relación con la militancia, a una más jerarquizada, representada por una montaña, más operativa, más eficaz, pero más distanciadora; y otra, más horizontal, una llanura, con organización más difusa, tal vez menos operativa, pero más inclusiva y, sobre todo, más acogedora.
¿Dónde se podría producir la conjunción, en qué lugar la unidad? Me parece que un punto intermedio, por jugar con las imágenes, una montaña de la mitad de altura, se podría interpretar como un avance, pero solo de manera engañosa. En efecto, la experiencia en relación con los fenómenos de burocratización, señalaría que, aunque hubiera una menor distancia entre la cúspide de la jerarquía y la base, ésta tendería a agrandarse y a reproducir la distancia anterior. Lo que indicaría que la unidad solo podría producirse relativamente cerca de uno de los dos extremos. De ahí la consecuencia de los lugares inapropiados.
Claro que trascendiendo el plano local, y refiriéndonos a la función de la socialdemocracia en sentido amplio, en relación con la alternativa que planteaba la referencia inicial, ¿dónde podría estar su lugar? ¿Pertrecharía el dispositivo de producción neoliberal, o estaría más en el lugar de su transformación? No se pueden defender con coherencia la igualdad, la democracia, la solidaridad, la libertad social, el medioambiente, etc., desde cualquier posición. Habría que estar más acá, más del lado de la transformación. Ése sería el lugar de lo que se quiera llamar «izquierda», en definitiva, el lugar del socialismo.
Los lugares imposibles
Interesante y decisiva la cuestión de los lugares imposibles. Para terminar otro par de referencias sobre lo mismo, pero con otras connotaciones:
La única posibilidad de que el mundo no tenga razón es dársela de antemano. Como el niño del cuento, hay que hacerse muy pequeño, hay que convertirse una víctima indefensa y no insistir en que la justicia del mundo está de nuestro lado, siguiendo así la costumbre del mundo del intercambio, que reproduce sin cesar la injusticia. (Th. W. Adorno. Critica de la cultura y sociedad. Anotaciones sobre Kafka. OC 10/1. Akal, 2008 pág. 249).
Cualquiera que juzgue lo existente –en arte o filosofía- de acuerdo con criterios preestablecidos, se comporta de manera reaccionaria, incluso si jura sobre lemas progresistas. (Th. W. Adorno. Cómo leer a Hegel el oscuro. OC 5, pág. 343).
Otro día habría que tratarlas específicamente.