#8M Por Mª José Aguilar, catedrática de la UCLM

Mujeres rurales, feministas, silenciosas e invisibles

María José Aguilar


María José Aguilar Idáñez

Catedrática de la UCLM

Dedicado a mi madre

Si mi madre no hubiera tomado la decisión de emigrar a la ciudad con toda la familia, cuando yo tenía 7 años, ahora no estaría escribiendo esto.

Efectivamente provengo de una familia rural, tan rural que ni siquiera “soy de pueblo”, sino “de campo”, de un cortijo de la Sierra de Segura. Mis padres podrían haberse quedado allí ya que, afortunadamente, no se vieron obligados a emigrar a Cataluña, Mallorca o al extranjero como otras familias del pueblo: ellos podían mantener a sus tres hijos con lo que el campo daba, sobre todo porque en el campo no se gastaba mucho. Pero decidieron emigrar a la ciudad para “darnos estudios”. En mi pueblo sólo había una escuela primaria unitaria y los institutos sólo estaban en la capital.

En 2006 entrevisté a una mujer rural, crítica y comprometida como pocas, a quien conocí siendo yo adolescente. Me dijo esto: “Que veáis que detrás de cada mujer rural hay
mucho dolor, mucha opresión y mucha falta de libertad. Y que las mujeres que ya somos mayores… Muchas mujeres que, siendo bien listas y siendo extraordinarias, van a pasar al anonimato en la Historia, y sin embargo ellas han sido las que han hecho posible que otras jóvenes puedan ser un poquito más libres y más cultas, y ha sido con su sacrificio y con su falta de libertad” (Pilar Nohales, exalcaldesa de Casas Ibáñez).

1. Hace una década realicé un estudio sobre La mujer rural en Castilla-La Mancha. Me sorprendió la ausencia de estudios sociales sobre las mujeres rurales, que estuvieran elaborados desde la perspectiva de género. Hoy, en marzo de 2020, los estudios rurales feministas creo que siguen teniendo una “asignatura pendiente”, a pesar de los avances recientes.

2. El movimiento de liberación de las mujeres se inició históricamente en las ciudades. Eso provocó una desatención inicial de la teoría feminista por la diferenciación entre el mundo rural y el urbano en sus análisis de las relaciones de género. Las causas de este “silencio feminista” sobre las mujeres rurales fueron dos: 1) El espacio rural fue contemplado como algo marginal, reducto de atraso y condenado a desaparecer o ser absorbido por la cultura urbana. Esto ha cambiado cuando se ha hecho evidente la crisis urbana, las nuevas pautas de movilidad geográfica y el uso social del espacio en las sociedades post- industriales. 2) El pensamiento feminista ha analizado y cuestionado la dicotomía entre producción y reproducción, trabajo y familia, sin haber podido prescindir de tales categorías.

3. Categorías extrañas a la experiencia cotidiana de la mayoría de las mujeres rurales: su vida familiar y laboral se desarrollaba en un único espacio social con límites muy difusos entre lo “productivo” y lo “reproductivo”. Esto ha dificultado superar el “agrocentrismo” y el “androcentrismo” de la mayoría de los estudios rurales: obsesivamente ocupados por los procesos de modernización técnica y económica de la agricultura, y por los agricultores (varones) como únicas víctimas o protagonistas de tales procesos. Seguramente el hecho de que la mayoría de los investigadores hayan sido también hombres, ayuda a explicar esta especie de “abandono sociológico” del mundo rural en perspectiva de género. Al menos hasta épocas relativamente recientes.

4. Las mujeres rurales enfrentan la razón patriarcal desplegando estrategias que permiten cambiar su posición respecto al control del poder social. Esto se refleja, por ejemplo, en la adecuación de la fecundidad a los proyectos laborales. O en la creciente inversión femenina en educación, que coloca a las mujeres en una situación cada vez más ventajosa a la hora de competir por los empleos terciarios cualificados. Cada vez son más los estudios que reconocen la importancia de estas “estrategias de género” en la transformación de la condición femenina.

5. La teoría del género se ha incorporado a los estudios rurales porque las mujeres se convierten en objeto de interés en la medida en que se transforman en un “problema”: desde su ausencia del medio rural y desde su contestación al papel subordinado y marginal que los procesos de modernización agraria tienden a perpetuar y acentuar.

6. Existen, al menos, dos estrategias que ponen en crisis la viabilidad de la agricultura como actividad familiar y el carácter «sustitutivo» del trabajo femenino rural: 1) El rechazo de las jóvenes rurales al matrimonio con agricultores y su huida del medio rural; y 2) la reivindicación de las mujeres de un estatuto de cotitularidad de las explotaciones agrarias.

7. Esta contestación de las relaciones de género tradicionales es un elemento básico de la transformación de las sociedades rurales y de la agricultura familiar. Las relaciones de género son el motor del cambio social.

8. El valor del cuidado como garantía de la sostenibilidad de la vida buena es una aportación central del ecofeminismo. Espero que la reflexión crítica, con frecuencia elaborada en centros urbanos (universidades y otros organismos) no vuelva a “olvidarse” o “dejar en segundo plano” a las mujeres rurales.

Que hoy, 8 de marzo, nadie olvide que las agricultoras son las jardineras del planeta. Sin ellas no hay sostenibilidad posible de la vida.

Y que nadie olvide que nuestras madres y abuelas, sin haber escuchado nunca la palabra feminismo, fueron las silenciosas artífices del mayor empoderamiento femenino, a gran escala, en nuestra historia reciente. Ellas sufrieron, resistieron e invirtieron todo su esfuerzo individual, sin apoyos de ningún tipo y casi siempre en soledad, para que sus hijas pudiéramos tener las posibilidades de libertad y de poder que a ellas les fueron negadas.

Imaginad de qué hubieran sido capaces con leyes, con apoyos, y con la conciencia social feminista que hoy tenemos a escala planetaria. Les debemos tanto, que lo menos que debemos hacer un día como hoy, es reconocerles su decisiva contribución al empoderamiento intergeneracional entre mujeres.

Por todo lo anterior, hoy brindo por mi madre, y por todas las madres del mundo que hacen posible, contra viento y marea, y contra toda adversidad, que sus hijas conquistemos mayores cotas de igualdad, justicia y libertad.

María José Aguilar Idáñez

Catedrática de la UCLM

 

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