Racismo contemporáneo: decálogo para un antirracismo eficaz /4

La ONU proclamó el 21 de marzo como el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, pidiendo a los países y a la comunidad internacional que eliminaran toda forma de racismo, pero la discriminación racial no ha desparecido, más bien se ha modernizado, adaptándose a los contextos actuales.

Ilustración: Natalia Oldano

María José Aguilar y Daniel Buraschi

Justo hace 60 años la policía de Sharpeville (Sudáfrica) abrió fuego en una manifestación pacífica. Mataron a 69 personas. Seis años después, la ONU proclamó el 21 de marzo como el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, pidiendo a los países y a la comunidad internacional que eliminaran toda forma de racismo. El sistema del apartheid en Sudáfrica se desmanteló y en muchos países se suprimieron leyes racistas. Pero la discriminación racial no ha desparecido, más bien se ha modernizado, adaptándose a los contextos actuales. El enfoque securitario y el discurso del miedo son algunas de las expresiones más comunes de las nuevas formas de racismo contemporáneo.

La historia del racismo nos enseña que se trata de un fenómeno que ha sabido adaptarse y transformarse según las circunstancias y los contextos históricos, sociales, culturales y políticos. Un aspecto clave de las dinámicas racistas contemporáneas es la existencia de un círculo vicioso, entre racismo institucional, racismo social y medios de comunicación, en el sentido que el discurso del miedo, característico del enfoque securitario, se retroalimente y se desarrolla gracias a la interacción entre el discurso institucional, la opinión pública y los medios de comunicación.

Ilustración: Natalia Oldano (clic para ampliar)

Son numerosas las manifestaciones en Europa de racismo contemporáneo que se pueden inscribir en este enfoque securitario: la existencia de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), los controles policiales arbitrarios en las calles por fenotipo, las expulsiones ilegales del territorio nacional, el surgir de nuevos movimientos políticos islamófobos como PEGIDA, el auge de los partidos de extrema derecha y las políticas cada vez más restrictivas en materia de asilo.

De la unión del racismo institucional con el racismo social nace lo que se denomina racismo “democrático”: un racismo que evita la acusación de “racismo” porque evita hablar de razas y se basa en dos principios aceptados socialmente: la autodefensa y la preferencia nacional. Es decir, el discurso racista se alimenta del miedo y justifica el rechazo de las personas migrantes y que solicitan asilo así como la violencia hacia ellas. Pero no en nombre de una supuesta diferencia racial, sino porque considera que es legítimo defenderse frente la amenaza que representan estas personas y porque, en una época de crisis, hay que dar prioridad a “los nuestros” (preferencia nacional).

Pero en este contexto ¿es todavía oportuno hablar de racismo?  Aunque no se haga explícitamente referencia a las razas, es importante tener en cuenta que el enfoque securitario y el discurso de miedo se pueden comprender y combatir solamente si se interpretan como nuevas formas de racismo.  

¿De qué estamos hablando cuando hablamos de racismo? Podemos identificar dos elementos fundamentales del racismo: la dominación y la inferiorización. Dominación en tanto que el racismo es un principio estructurador del sistema y una manifestación concreta del poder y la opresión de un grupo sobre otros. El mecanismo de inferiorización del otro opera mediante una diferenciación radical; es decir, las diferencias se racializan. Racialización significa que las diferencias fenotípicas, sociales, culturales, religiosas etc. se piensan como si fueran naturales, esenciales, como si fueran marcadores de una supuesta raza. El racismo implica una diferenciación esencial y radical entre grupos humanos, el reduccionismo de la complejidad de las personas a pocas características vinculadas con un grupo (identidad cultural, fenotipo, pertenencia étnica, religión, idioma) y una relación determinista entre estas características y la forma de ser de una persona.

Definimos el racismo como “un sistema de dominación e inferiorización de un grupo sobre otro basado en la racialización de las diferencias, en el que se articulan las dimensiones interpersonal, institucional y cultural. Se expresa a través de un conjunto de ideas, discursos y prácticas de invisibilización, estigmatización, discriminación, exclusión, explotación, agresión y despojo” (Aguilar y Buraschi, 2016, p. 34).

¿Podemos hacer algo realmente eficaz desde lo comunitario y lo personal para combatir el racismo?

La respuesta es, rotundamente, SI.

Puedes descargar esta breve guía práctica que usan numerosos grupos de todo el Estado. En ella guía encontrarás las herramientas para realizar este DECÁLOGO:

Ilustración: Natalia Oldano (clic para ampliar)
Ilustración: Natalia Oldano (clic para ampliar)

En esta entrevista en vídeo explico algunos contenidos de la guía:

racismo