Cuando se cumple medio siglo de la llegada del riego por goteo a España, los agricultores de Albacete demuestran estar a la vanguardia. Un sistema, del aprenden regantes de medio mundo, incluidos israelíes, que son los que han globalizado este método. Viñedo, ajo, melón, cebolla, pimiento, patata; pero desde hace algunos años también brócoli, calabacín y otras hortalizas que se adaptan mejor a nuestra tierra, debido al cambio climático.
Lo íbamos a celebrar, pero el coronavirus ha afectado también a la fiesta del agua. El Gobierno de Castilla-La Mancha tenía previsto un acto oficial este lunes el Día Mundial del Agua en La Roda, por donde pasa el canal del Trasvase, bien visible por la autovía de Madrid a Levante y donde incluso saludamos al monumento a la solidaridad histórica de los castellanomanchegos.
Y es que, la solidaridad no se ha acabado. Se ha acabado el agua y también la paciencia. Este lunes iban a ser reconocidos personas o entidades que han defendido los derechos de acceso a este preciado recurso en Castilla-La Mancha. El río Tajo no aguanta más. Somos solidarios; pero mientras, los castellanomanchegos no tienen acceso al agua que pasa. El Alto Guadiana es el único lugar de España donde un joven que se incorpora a la agricultura, lo tiene que hacer sin derecho al agua.
Y, mientras, automatización, aspersores, hidrantes, sensores y goteros han permitido que Castilla-La Mancha exprima al máximo cada gota de agua. Al tiempo que siguen regando a manta en otras regiones donde gastan 20.000 metros cúbicos por hectárea al año; los agricultores albaceteños lo reducen a 4.000, o incluso a 3.000 en la zona de La Mancha, con este sistema.
Los agricutores y ganaderos, junto con la industria agroalimentaria de la tierra de Don Quijote suponen el 15 por ciento del PIB. En la España interior, sin playa, el tractor de la economía tiene motor agrario. El aumento de la temperatura en Albacete ha hecho que muchos empresarios de Murcia compren fincas en la provincia y adapten sus cultivos que, ahora, son muy productivos gracias al sol durante todo el año, en muchas zonas cercanas a la capital. El Salobral, pero también El Bonillo, son ejemplos de esta sustitución de cultivos de cereal por hortalizas.
Lo que en Levante se hace bajo plástico, Albacete lo produce en su tierra. La sequía y la herencia de nuestros ancestros labriegos suponen un conocimiento muy relevante en la actualidad y una oportunidad para los jóvenes que deciden quedarse en sus pueblos, más de 2.500 en los últimos 4 años en Castilla-La Mancha.
En la conciencia de ahorrar agua, pocos ganan a un castellanomanchego. La escasez histórica y el déficit de lluvias han revelado formas de producción de alimentos de gran calidad y de menos cantidad que otros lugares en el mundo. Por ejemplo, una de las legumbres más importantes de la dieta mediterránea, las lentejas. Un cultivo esencial para aportar hidrógeno a la tierra y salud a las personas. Las de Castilla-La Mancha secadas en los campos al sol y no con glifosato, como muchas de las que entran por los puertos españoles y se venden a menor precio hundiendo el mercado.
De los que tienen suerte de acceder al regadío en la región, la mayoría ya han adaptado sus sistemas con energías renovables. Las fuentes de energía son la producción de electricidad mediante energía eólica o solar y se ha logrado con ayudas de la Consejería de Agricultura para modernizar sus infraestructuras de riego y permitiendo a los agricultores hacer un uso eficiente del agua que usan, devolviéndolo en forma de alimentos.
Y ahí radica la importancia del cultivo. No es lo mismo agua para una cosa que para otra, habrá que pensar en el destino. Castilla-La Mancha, el mayor viñedo del mundo, es también la región con más pistacho de España. Los frutos secos en auge solo necesitan un riego de apoyo, muy localizado por goteo y, en la mayoría de los casos, ni eso. Además, al ser un cultivo leñoso, es decir, de árboles que absorven CO2 se convierten en una opción imprescindible para que nuestro país cumpla con las recomendaciones en la lucha contra el cambio climático y la protección del medio ambiente.
La alternativa, al viñedo o a los frutos secos tan en auge, implica la insostenibilidad económica de los agricultores y la pérdida de puestos de trabajo. Ambientalmente, si no se suman a estos cultivos tan bien adaptados a nuestro clima, las parcelas continuarán con los cultivos cerealistas de secano propios de la zona y con un impacto negativo mayor a la larga.