Hubo un tiempo en el que en Cataluña y en España, en general, se escuchaba con atención a Pilar Rahola, otrora referente del denominado independentismo republicano catalán. Hoy, son otros los que han tomado el relevo, mientras cambiaba de izquierda a derecha independentista, sin despeinarse, a pesar de lo cual ella sigue expresando sus opiniones. Algunas sorprendentes, por si alguien escucha.
Parece difícil de entender el ataque furibundo al PSC y a su candidato, Salvador Illa, a cuenta de su abstención de Vox en el Congreso de los Diputados, gracias a la cual se aprobó el Real Decreto para la aplicación en España de los fondos europeos para la reconstrucción y la resiliencia. Y más aún, su interés indisimulado, otra vez, en atemorizar a los votantes catalanes ante la posibilidad de un Gobierno del PSC que pudiera contar con el apoyo de Vox como único argumento a favor de apostar por la alternativa independentista. Una vez más, el miedo y ninguna propuesta en sus palabras que piense en lo que de verdad interesa a los catalanes.
Sobre todo porque demuestra una enorme incoherencia por su parte a la que, por cierto, nos ha acostumbrado a lo largo de su carrera política. Y también la del conjunto del nacionalismo, que ha sido capaz de pactar, legislatura tras legislatura, con los inventores del famoso 3%, la derecha nacionalista catalana, la de Jordi Pujol y el fraude fiscal cotidiano, la del robo a Cataluña y a los catalanes. Y todo, justificado por la independencia. Esa independencia que, desde hace casi una década, abrazan los cachorros de Jordi Pujol, con Artur Más a la cabeza, para desviar la atención de las “hazañas” convergentes, que empiezan en el Palau de la Música y acaban en Andorra.
No parece pues que estén muy legitimados para dar lecciones de apoyos. La política es muy compleja y los compañeros de viaje no son siempre los que uno elige, ni siquiera, los más cercanos ideológicamente. Pero en el caso de los líderes nacionalistas catalanes y la independencia, el fracaso es cada día evidente en Cataluña, aquella comunidad autónoma, o país según se mire, que siempre ha sido sinónimo de sociedad abierta, tolerante y próspera.
En el caso del Real Decreto para la recuperación, además, se ponen de manifiesto tres cuestiones. Por un lado, la dificultad del Gobierno para alcanzar mayorías estables en las votaciones en el Congreso, rutina que parece nos acompañará durante el resto de la legislatura, por falta de responsabilidad de los que aspiran a gobernar. También, el compromiso de algunas fuerzas políticas con la economía y el futuro de los ciudadanos de nuestro país, entre los que merece la pena destacar al nacionalismo vasco, tan denostado en otras ocasiones. Y, curiosamente la peligrosa actitud respecto al bien común y el futuro de todos, de partidos como el PP, que increíblemente se negó a apoyar una norma tan relevante para la actividad económica y empresarial y el conjunto los ciudadanos. Pero, no nos olvidemos, también de JxCat, PdCAT y ERC, que en un regate tan corto, y evidente, influidos por la inminente cita electoral en Cataluña, olvidaron su responsabilidad y su compromiso y, uniendo sus votos al PP, votaron en contra de la propuesta del Gobierno. Juzguen ustedes mismos la coherencia.