Querido lector,
Veamos tres afirmaciones desacertadas sobre los montes, en letra cursiva, que se escuchan a menudo, y argumentos para rebatirlas.
1. «Cortar un árbol es malo». Pues depende. Para saberlo hay que mirar el conjunto, el bosque, más que el elemento, el árbol. Se pueden cortar árboles sin perjudicar al bosque si lo hacemos con una planificación previa conservacionista: se trata de ir plantando árboles jóvenes donde se cortan los que están llegando al final de su vida. Cuando los jóvenes lleguen a maduros se podrán cortar y entonces, vuelta a empezar, así se garantiza que el ciclo continúe y que el bosque siempre permanezca, como se esquematiza en la Figura 1 siguiente.
Figura 1. Ciclo de aprovechamiento sostenible de un bosque
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Todos los años el bosque crece (recordemos los anillos de crecimiento de los troncos). De este crecimiento, podemos aprovechar la mitad y la otra mitad la dejaremos en el bosque para que se vaya sumando. Como resultado, el bosque no solo mantiene la biomasa de partida, sino que además va aumentando lentamente, año tras año.
Además, se puede utilizar la madera de los árboles maduros para fabricar muebles con este recurso natural renovable. Esto es mejor que utilizar plásticos o metales, que no son renovables. Con las ramas de los árboles se hace la leña, que se emplea para las calefacciones naturales, que no añaden carbono adicional al ciclo de este elemento.
Pero, también es cierto que algunos árboles no deben cortarse: son los árboles «padre» que se dejan para que con sus semillas generen descendencia, alguno seco o hueco para refugio de la fauna; los ejemplares catalogados como «singulares» por su valor histórico, y los árboles de especies que están protegidas como por ejemplo, la sabina.
Los ingenieros de montes, los forestales y los agentes medioambientales trabajan con el lema «aprovechar conservando». Se trata de compatibilizar el uso social, económico y medioambiental de los montes. En el medio rural no solo hay plantas y animales para proteger, también habitan personas en los pueblos, desgraciadamente cada vez menos, y ellos también tienen que vivir. Para que todos quepan, mediante la ordenación de montes y el aprovechamiento sustentable se cuidan y gestionan los bosques y otros ecosistemas que capturan el exceso de dióxido de carbono principal, principal gas que produce el calentamiento global del planeta. Los montes, que son espacios para ocio y recreo en contacto con la naturaleza, nos proporcionan aire puro, regulan el agua, dan madera, leñas, pastos, setas, aromáticas, pesca y caza. Sí, también caza, y entramos en el segundo de los puntos de este artículo.
2. «Cazar es una barbaridad». Veamos, es sabido que los animales silvestres nacen, crecen, se reproducen y mueren, como todos los seres vivos. Antes de su muerte natural es posible aprovechar su carne y subproductos, que son otro recurso natural renovable que produce el monte. Se trata de obtener partido de esta biomasa móvil (animales) cuando todavía es posible dárselo, antes de que se pudra.
La caza sostenible (gestión cinegética) es la herramienta que nos permite aprovechar las poblaciones animales garantizando su conservación y procurando su mejora. La actividad cinegética tiene una gran importancia en la economía del medio rural, generando ingresos y empleos locales.
La caza también se utiliza como medio de control de poblaciones, plagas y combatir enfermedades. Estas resultan de las acciones humanas, que han desequilibrado los ecosistemas con la contaminación, la fragmentación de hábitats, el abandono del campo y la sobreexplotación de recursos naturales. Como consecuencia, aparece la superabundancia de especies como el jabalí o el conejo en determinadas zonas que causan problema en la agricultura. Es el hombre el que debe, y el único que tiene los medios y el conocimiento, para solucionar el problema de los desequilibrios que él mismo ha causado. Y lo puede hacer volviendo a equilibrar las poblaciones del ecosistema alterado mediante la caza selectiva del exceso de ejemplares de una determinada especie (el conejo o el jabalí, por ejemplo). Estos métodos No son una barbaridad.
Ahora bien, disparar sobre una especie protegida (por ejemplo, lince ibérico o águila real) no es cazar, es un delito. Cazar es hacerlo respetando la naturaleza a través de la legislación de caza, conforme a un plan de ordenación cinegética del coto de caza, aprobado por la administración forestal. Este plan regula qué especies se pueden cazar, en qué zonas, las épocas hábiles, el número de capturas y de cazadores, las modalidades posibles, junto con mejoras para toda la fauna silvestre, como bebederos, comederos, siembras para la fauna salvaje y refugios, especialmente valiosos con el cambio climático. Las zonas acotadas están protegidas por su plan de ordenación cinegética, por los cazadores y por los vigilantes de cotos de caza. Son espacios naturales con índices de biodiversidad mayores que en zonas no protegidas y que suelen disponer de una red de caminos forestales en buen estado que permiten acceder a los medios de extinción en caso de incendio forestal.
3. «Hay grandes incendios forestales porque se repobló con pinos, que arden mucho».
No es así. El árbol no es el culpable de arder, la culpa la tiene el que provoca el incendio. Las repoblaciones forestales del siglo pasado, del orden de 3.000 millones de árboles, se hicieron mayoritariamente con pinos porque son especies mediterráneas rústicas capaces de arraigar y crecer en suelos esqueléticos y con poca humedad. Con el paso de los años, al amparo de estos pinares, se han podido establecer o introducir especies de frondosas como encinas y quejigos en los mejores lugares, pero sin olvidar que los injustamente denostados pinares mediterráneos representan el óptimo ecológico en la mayor parte de las zonas repobladas.
Gracias a la buena labor de los dispositivos de extinción de incendios forestales pocos incendios se hacen grandes, porque la mayoría los apagan rápido. Pero los grandes se vuelven prácticamente incontrolables porque los montes están descuidados por la despoblación y el abandono del medio rural, es la España casi vacía del interior. El monte está lleno de combustible inflamable, al no cortarse la madera ni la leña que toca y la broza se acumula en marañas. Solo falta una negligencia o un rayo para que un incendio forestal empiece y se dispare en días de temperatura alta, viento fuerte y en zonas de pendiente, pero la culpa no es de los árboles, sino de los humanos, que somos también los responsables del cambio climático.
Esperemos que estas líneas puedan servir para informarse sobre el mundo forestal y para desmontar algunos tópicos erróneos que sin base científica ni técnica, se han extendido y calado entre la sociedad, principalmente la urbana. Desde la base del conocimiento forestal, la cercanía con la gente de los pueblos y la educación ambiental de toda la sociedad, entiendo que estaremos en condiciones de aprovechar y proteger mejor la naturaleza.