Sobre el tratamiento informativo del terrible incendio de Valencia

  • Los medios de comunicación pretenden ocultar que las personas no trabajan para sí mismas, sino para los flujos del capital y la continuidad del sistema

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¡Oh!, en verdad, no es para él ni para sus hijos para lo que el capitalista trabaja, sino para la inmortalidad del sistema. Violencia sin finalidad, alegría, pura alegría de sentirse un engranaje de la máquina, atravesado por los flujos, cortado por las esquicias. Colocarse en la posición en la que de este modo se es atravesado, cortado, dado por el culo por el socius, buscar el buen sitio en el que, según los fines y los intereses que nos son asignados, uno siente pasar algo que no tiene interés ni fin. Una especie de arte por el arte en la libido, un gusto por el trabajo bien hecho, cada uno en su sitio, el banquero, el policía, el soldado, el tecnócrata, el burócrata y, por qué no, el obrero, el sindicalista, …  El deseo está abierto. (El antiedipo. Capitalismo y esquizofrenia (1972). Gilles Deleuze y Félix Guattari. Barral. 1973. Pág. 357).

El tratamiento dado en los medios de comunicación al episodio al que se refieren las imágenes nos ha hecho recordar aquel libro, esa recurrente contribución, y especialmente algunos fragmentos como el que hemos transcrito.

Es como si se tuviera asumido el contenido de ese párrafo, y los MMCC se hubieran confabulado para ocultar a los consumidores, a la gente normal, a los usuarios de esos mismos medios de comunicación, la realidad que esa referencia describe.

Han remarcado, sobre todo, la recurrente insistencia de algunos afectados: “Lo hemos perdido todo”. ¿Se refieren tal vez a esos flujos que describe el fragmento? ¿O a los simulacros que empleamos para ocultar esa insoportable condición? ¿Una vivienda en una construcción que se promociona como de lujo puede ser una protección suficiente? ¿Un cuidado salón-comedor con un adecuado modelo de gusto vigente puede ser un refugio eficiente?

Lo apuntaba Max Horkheimer en Razón y autoconservación (1942): «Sin el respaldo de un patrimonio de mediana cuantía, también la escuela y la casa pierden su función protectora».

Esto es lo que estratégicamente se quiere ocultar, por todos los medios posibles, lo más inmediatamente que se pueda. Y para ello se habilita a toda prisa un edificio ubicado en el número 1 de la calle Cristina Piris López-Doriga, que inicialmente fue adquirido para viviendas de alquiler asequible para familias que lo necesiten y que estén inscritas en el correspondiente registro del Ayuntamiento.

Según la información de Carlos Navarro Castelló en eldiario.es, el procedimiento para la compra de este inmueble lo realizó el equipo de María José Catalá, pero se había iniciado por la Concejalía de Vivienda con Isabel Lozano, de Compromís, mediante el procedimiento del derecho de tanteo y retracto.

Es un procedimiento que nunca ha sido visto con buenos ojos por los populares. Estos lo recurrieron desde el Senado. Pero en marzo del año pasado el Tribunal Constitucional desestimó el recurso planteado contra el decreto ley del Consell de 2020 para la ampliación de vivienda pública en la Comunitat Valenciana mediante los derechos de tanteo y retracto. Entre otras cuestiones, el PP consideraba que vulneraba el derecho de propiedad.

La historia de la constructora FBEX es también un ejemplo paradigmático de ese desplazamiento de flujos y esa ausencia de protección que se vive en este orden económico. La empresa ha construido otros edificios de las mismas características en la Comunitat Valencia como el de la calle de Ernesto Che Guevara de Mislata.

Como si se tratara sobre todo de ocultar a los componentes de las llamadas clases medias su condición, aún a costa de postergar las necesidades de larga duración de colectivos más marginales, tal vez rondando la exclusión, con muchos menos recursos, e incluso cumpliendo la condición de no haber podido nunca tener una casa dignamente habitable. En vez de utilizar otras viviendas disponibles, tal vez de grandes o medianos propietarios, se ha preferido postergar a los verdaderamente necesitados. Se habrá pensado que al estar acostumbrados no les importaría demasiado. Y además no suelen votar.