Un jueves de finales mayo, a media tarde y 37ºC a la sombra, apareció Sergio del Molino en la biblioteca pública de los Depósitos del Sol a charlar sobre su último libro, Los alemanes, y sobre cualquier tema que surgiera. Unas 35 personas ocuparon este icónico lugar de Albacete, casi todas mujeres.
Muchos conocen al zaragozano por La España vacía, aunque ese es solo uno de los dieciocho libros que ya ha publicado. De hecho, empezó por ahí, explicando cómo esa Serranía Celtibérica, un territorio gigantesco con menos densidad de población que Laponia, ubicado entre las dos Castillas, es esencial para entender nuestro país.
Del Molino reconoció que esta España ya estaba ahí antes de que él lo subrayara, pero tal vez haya servido para generar debate político. Al final, se trata de un «problema de desigualdad», en el que unos territorios se han quedado descolgados y se ha generado una «brecha enorme entre el campo y la ciudad». De forma más local, bastaría con fijarse en que hay apenas 80 censados en Montalvos por los cerca de 200.000 de Albacete capital. Dos mundos a apenas 15 minutos en coche.
Por cierto, no le gusta el cambio de vacía a vaciada, pero da la sensación de que ya se ha resignado a que esto tiene difícil solución.

«El infierno sigue siendo Auschwitz»
Respecto a Los alemanes, Premio Alfaguara de novela 2024, el escritor maño reflexionó sobre las posibilidades que te da una novela para tratar muchos temas a la vez, y afirmó que no pretendía escribir solamente una novela histórica sobre los alemanes de Camerún o los nazis, sino poner de manifiesto que somos seres históricos: «Como a Walter Benjamin, me interesa el pasado en la medida en que conforma el presente».
Y es aquí donde llega el presente, en un mundo que parece que se cae a pedazos, en el que diariamente contemplamos el horror en el Telediario. Sin quitarle un solo pero a la «limpieza étnica que se está produciendo en Gaza» y a la «brutalidad criminal de Israel», donde UNICEF ya cifra en más de 50.000 los niños asesinados, Del Molino recordaba que ya hemos visto otros horrores recientemente, como en Yugoslavia, pero que la idea del infierno sigue siendo Auschwitz: «Es muy difícil igualar aquel horror».
Siempre tuvo en mente hacer una pequeña novela alemana, y por eso buscó enlazar aquella Alemania con nuestro país, en su caso, con Zaragoza, donde conecta la historia. Es de agradecer la pormenorizada explicación sobre cómo construyó los personajes del libro, que al final «no dejan de ser retazos de gente real».

El oficio de escribir
Sergio del Molino explicó que el oficio de escritor no tiene ninguna mística especial, al menos, en su caso. Dice que él se dedica a esto porque se le da bien «hacer suposiciones», que es una especie de «superpoder» que heredó de su abuela, aunque en su caso él lo utiliza «para hacer el bien».
Ve la escritura como algo «natural», como «una forma de relacionarse con el mundo». Lo mismo escribe un ensayo que una novela o un guion de radio, pero asegura que «la novela de ficción es lo más laborioso». Aunque reconoce que disfruta, sobre todo, reescribiendo.
Preguntado sobre el hecho de que Zaragoza es una ciudad de escritores -Manuel Vilas, Soledad Puértolas, Ignacio Martínez de Pisón…-, Sergio del Molino dice que no tienen un lugar donde juntarse: «Nos vemos, pero muchas veces fuera de Zaragoza». Realmente allí solo viven él e Irene Vallejo, y además son vecinos.
Periodismo
Preguntado sobre cómo ve el periodismo actualmente, Sergio del Molino se sincera: «Está fatal». Aunque es periodista, él cree que sus columnas semanales o sus intervenciones en la radio se deben más a su faceta de escritor.
«El periodismo es caro», asevera, «y la quiebra actual de los medios de comunicación no da margen de maniobra, ya que requiere profesionales que cuenten cosas, y para eso se necesita tiempo, recursos e independencia». Además, cree que el periodismo regional ha sufrido especialmente.
Del Molino cree que los periódicos erraron «entregando todo su negocio a Google», ofreciéndole «gratis» sus contenidos. «No creo que vayamos a poder volver a ver un periodismo como el que vimos», asegura, aunque también reconoce que hay algunos medios, muy pocos, en los que todavía sobrevive.
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