12 de junio de 2013 - 12 de junio de 2024

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años de periodismo
Homenaje a un maestro inolvidable

Don Boni se jubila en el colegio de Minaya

  • Si a los minayeros menores de 40 les preguntas por un maestro que les haya marcado, la mayoría recordarán a don Boni

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Acaba el curso escolar y, con él, la trayectoria profesional de un gran maestro de un colegio público de nuestra provincia. Boni Talavera, para la gente de Minaya “don Boni”.  Desde aquí, humildemente, quiero homenajearle por todo lo que nos ha enseñado a los minayeros desde hace cerca de treinta años. Y decirle a todos los que vienen detrás que, ¡siento que se vayan a perder sus clases inolvidables! Personalmente, me siento muy agradecida por haberme inoculado el amor a la historia, ¡nadie me la ha contado nunca como él!; por haberme motivado el gusto por el estudio; pero, sobre todo, por haberme apoyado y demostrado que hay gente que lucha por la igualdad de oportunidades y que a las personas se les trata por lo que son y no por lo que tienen. Todo eso y mucho más es don Boni.

¡Don Boni solo hay uno! Lo sabe también mi primo Juan Ramón, ahora estudiante de Ingeniería Informática. Cuando le llamé para pedirle una foto de don Boni –para este artículo- se pusieron todos en casa a buscarla porque ¡seguro que sale en alguna con ellos en alguna excursión! De pequeño, don Boni convenció a sus padres para que le dejaran participar en Las Escuelas Viajeras. Mientras su hermana Vanesa buscaba una imagen del maestro, Juan Ramón recordaba cómo don Boni le contó “la Guerra de Carthago Nova y cómo Aníbal cruzó los Alpes con elefantes para llegar a Italia, por sorpresa, y luchar contra los romanos” ¡Historias fabulosas narradas por un gran maestro! Entre tanto, su hermana ha encontrado una foto de una excursión con don Boni por la ruta de los cubillos en Minaya.

Les aseguro que no es subjetivo, ni amor de alumna a su maestro. No soy yo sola la que lo recuerda. De hecho, mi hijo de cinco años ya conoce a don Boni “de oídas” porque, su padre (también minayero) y yo, recordamos muchas veces las anécdotas que nos contaba don Boni en las clases hace ya 20 años. Que si “¿a ti te contó don Boni el Descubrimiento de América?” y “la importancia de la piedra roseta”. “Pues a mí me contó cómo los egipcios realizaban las momias”… y así viendo crecer a nuestro hijo nos gustaría tener cerca a un ‘don Boni’ para que le apasionara, como a nosotros, con la historia tan bien contada.

Don Boni nos enseñó muy pronto a subrayar, hacer esquemas y resumir. Quería que aprendiéramos técnicas de estudio desde pequeños porque nos serían útiles siempre. Recuerdo cómo nos ayudaba con reglas mnemotécnicas para aprender los ríos del mundo con nombres imposibles, ¡don Boni lo convertía en un juego! Por ejemplo, la frase “el amor de Juanjo, yo sé quién” para acordarnos del  “Amur, Huang Ho y Yang Tsé Kiang”. Con él aprendimos a apreciar los libros y por supuesto el valor de la cultura. De la Edad Media sabemos que lo mejor era ser monje, ¡por encima de ser noble! Don Boni nos enseñó que eran los únicos que leían, sabían música y estaban en contacto con la naturaleza.

A los catorce años, en el último curso del colegio, don Boni tuvo que lidiar con nuestra “edad del pavo”, es más, hasta hace poco ha tenido soportar las pre-adolescencias de las diferentes generaciones de alumnos minayeros. A mí me ayudó. Mi madre tenía miedo de dejarme ir al viaje de fin de curso a Mallorca porque no comía (a cada uno le da por una cosa en la “edad del pavo”). Habló con don Boni y lo sé muy bien porque todas las cenas se preocupaba de que me comiera la sopa. Y no solo comí en el viaje sino que, ¡me enamoré de su hijo! A los catorce años, esas cosas pasan. Y más si conoces entonces al hijo del maestro al que admiras. A su hijo lo olvidé muy pronto, en cuanto terminó el viaje, ¡pero al padre no lo he olvidado nunca!

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De los más de cien maestros y profesores que habré conocido a lo largo de mis años de estudio entre colegio, instituto y universidad; los que me marcaron de verdad los puedo contar con los dedos de las manos. Uno de ellos, sin duda, es don Boni. No hacía falta llegar a la Universidad Complutense para haber conocido a uno de los grandes.

Don Boni se merece la jubilación para poder descansar aunque es una lástima para los niños de Minaya que se vayan a perder sus enseñanzas.

¡Gracias don Boni! 

educacion, minaya