Uno de los grandes errores de la sociedad en la que vivimos es la de confundir términos. Casi siempre creemos entender el significado de una palabra, cuando lo que realmente conocemos es el sentido que la vida le ha dado, lo que nuestro alrededor nos ha inculcado que debe ser. Existen muchas palabras en las que podemos errar en cierta medida pero, sin duda alguna, uno de los términos de los que estamos completamente alejados de la realidad es el de ‘feminismo’.
El ‘feminismo’, al contrario que el ‘machismo’, no promueve la superioridad de la mujer respecto al hombre, tal como se cree popularmente. Tampoco se refiere el término al prototipo de mujer homosexual frustrada contra el sexo masculino. Lo que esta corriente reclama es la igualdad; y no una igualdad entendida como hoy en día -que es solo teórica- sino a todos los niveles, es decir, también en la práctica. No solo en leyes, sino en su aplicación a la vida diaria. Y feminista no sólo tienen por qué ser las mujeres, también hay hombres que confían en esta corriente como objetivo para cumplir algún día.
El hecho de que la historia siempre haya colocado a la mujer por debajo del hombre es lo que ha provocado que aun hoy se siga manteniendo dicho estereotipo. En pleno siglo XXI vemos cómo la mujer estudia, trabaja fuera de casa, cuida del hogar y de los hijos, y, por qué no, también en gran cantidad de ocasiones del marido, y aun así sigue situándose en un escalón inferior al del varón. Pensemos, ¿cuántos altos cargos están ocupados por mujeres? Podríamos contar con los dedos de una mano las mujeres que en una empresa o institución ostentan todo el poder.
Estados Unidos ha conseguido situar en su máximo cargo a un dirigente negro -algo impensable hace años en ese país-, y todavía nunca a una mujer. Continuando con las reseñas políticas, ahí tenemos a Europa liderada, en sentido figurado, por una mujer: Angela Merkel. ¿Cuántas veces se ha recurrido al chiste fácil de “mujer tenía que ser”? Porque no sé ustedes, pero yo he escuchado estas diatribas en lugares públicos, privados, dicho por hombres y lo que es aún más grave, también por mujeres. Y es que el machismo es una ley de cuna, inculcada por una sociedad patriarcal que se empeña en que la mujer es la protegida y el hombre el protector. Y es cierto que hoy todavía hay mujeres machistas, incluso mucho más que algunos hombres.
Si nos pusiésemos a discutir sobre derechos de las mujeres, por supuesto que hay países que se encuentran en peor situación que España. Ahí tenemos por ejemplo a Oriente Medio pero, ¿no se suele decir siempre, “fíjate en quien está mejor, y no peor”?
No quiero generalizar con este artículo, puesto que no todos los hombres son machistas ni todos consideran a la mujer inferior a ellos. La culturalización, el alfabetismo y los avances en la sociedad son los que están contribuyendo como bien pueden a que aquel machista hombre de atapuerca que no tiene mujer, sino esclava, se coloque paulatinamente en el lugar que merece: el olvido.