La campaña del terror ya ha empezado. «Primero te ignoran. Luego se ríen de ti. Después te atacan. Entonces ganas», dijo una vez Mahatma Ganghi. Y es un paradigma que, de momento, se aplica a la perfección a las nuevas formaciones políticas que en Italia y España han surgido como portavoces de muchos de los ciudadanos que ya no creen en la vieja manera de hacer política y que no se sienten representados por ningún partido. Estamos hablando naturalmente de Podemos y del Movimento Cinco Estrellas.
Con las debidas diferencias, las dos formaciones presentan muchas afinidades: la lucha “anticasta”, la imposición de un salario máximo para los políticos, limitación de mandatos (a dos legislaturas), la abolición de los reembolsos electorales a los partidos, la constitución de una renta básica universal para los ciudadanos, la recuperación de la soberanía alimentaria, etc. Pero sobretodo comparten la idea de una democracia participativa que va a romper el actual modelo de los partidos y a través de la cual cada militante puede participar activamente desde la escritura del programa electoral hasta la toma de decisiones, hasta ahora reservada exclusivamente a los aparatos.
Desde luego, en España los dos grandes partidos que se turnaban en el poder están muy lejos de esa democracia interna. En el PSOE todavía están debatiendo si permiten celebrar unas primarias abiertas y en el PP ni siquiera se plantean este primer paso y siguen eligiendo a dedo a sus candidatos.
Resulta particularmente interesante observar la parábola del Movimento Cinco Estrellas porque puede anticiparnos algunos escenarios que podrían presentarse también en España. Célebre la frase de 2009 de Piero Fassino, ex secretario general de la Izquierda Italiana (por aquel entonces “Democratici di Sinistra”), cuando respondiendo a las provocaciones del cómico Beppe Grillo dijo: “¡Que forme su propio partido, ya veremos cuánta gente lo vota!”.
Después de las Elecciones de febrero de 2013 en Italia, cuando el Movimiento Cinco Estrellas recibió el apoyo del 25% del electorado, ni Fassino ni los demás exponentes del Partito Democrático tenían las mismas ganas de reírse. A partir de entonces, en Italia, vimos como “la máquina del terror” se puso en marcha y Grillo (que desde los años 90 va diciendo las mismas cosas en la misma manera) pasa de ser el ídolo de los intelectuales radical y chic de izquierda, a ser un dictador violento que se inspira a Hitler (según el periódico de izquierdas “L’Unità”, los mismos intelectuales radical chic), o un comunista (según “Il Giornale”, el periódico de Berlusconi).
Por esto no me ha sorprendido el clima de agitación que se ha creado en España alrededor de Podemos, como el escenario apocalíptico dibujado por Felipe González, que se olvida de que la “catástrofe” de que habla ya está aquí, perpetrada con el apoyo de PP y PSOE. El intento en mi opinión es claro: se trata de infundir temores y miedos al cambio, para que la gente que empieza a darse cuenta de que vivimos en un sistema que no funciona, no trate de mejorar al mismo sistema, cosa que supondría un cambio radical de la clase política actual.
En realidad tampoco se trata de un método original, ya hace más de medio siglo que se intentaba convencer a la gente de que los comunistas se comían a los bebes, evidentemente no es posible, por cambiar, esperarse de la vieja política que presente una nueva propuesta a quien le exige un cambio. La palabra de orden es demonizar o hablar de populismo. En este sentido Pablo Iglesias contestó muy bien a quien lo tachaba de populismo llevando el ejemplo de Miguel Arias Cañete que se sube al tractor antes de las elecciones, aunque seguramente fuera la primera vez que viera un tractor en su vida.
En Italia llaman populistas a los ciudadanos elegidos del Movimento Cinco Estrellas (M5S) en el Parlamento, por devolver todos los meses más de la mitad de sus sueldos a un fondo para el microcrédito de las empresas y para rechazar los reembolsos electorales, apoyando así dos puntos importantes de su programa que prevé bajar el sueldo de los políticos y la abolición de los mismos reembolsos (el M5S se financia exclusivamente a través de las donaciones de los simpatizantes).
Curiosamente ningún medio informativo italiano ha tachado de populista a Renzi por prometer, dos meses antes de las elecciones, 80 euros más a cada italiano con nómina.
Pero, en mi opinión, lo más interesante es oír hablar de «utopía» para definir a los nuevos movimientos. Y es que para la clase política tradicional NO son cosas realizables: exigir un salario mínimo digno, un techo salarial para los politicos, la jubilación a los 60 años, acabar con los desahucios, una renta mínima para cada ciudadano… Lo ven imposible. Es como decir que el mundo es un sitio feo y que no se puede cambiar, así que hay que conformarse, ¿no es demasiado pronto para rendirse a esto?
Pienso que es algo que debemos tener en cuenta a la hora de votar. No sabemos lo que serán capaces de lograr estas nuevas formaciones políticas pero, en cambio, sí sabemos lo que han logrado las viejas.
Personalmente, considero ya una suerte que el descontento popular en Italia y España se haya canalizado alrededor de movimientos demócratas y pacifistas, y si solo consiguieran producir una mejora en la manera de actuar de los partidos políticos tradicionales ya sería todo un éxito. Pero, ¿quién sabe? A lo mejor tienen mucho más que esto por decir.