A través de casos como ‘Le Monde Diplomatique’, ‘Le Courrier’ o ‘La Jornada’ entre otros, ilustra algunos modelos de organización y funcionamiento en los que según el autor, está la clave del cambio que deberá emprender la prensa tradicional si no quiere ver peligrar su supervivencia.
A la pregunta de si estamos ante el final de la poderosa prensa escrita, Pascual asegura que “podríamos estar ante el final de un modelo de prensa fundada en el accionariado de grandes emporios económicos, en préstamos o deudas al poder financiero, en dependencia absoluta de poderosos anunciantes y de ganancias multimillonarias para directivos y periodistas estrella. El resultado de todo eso era un periodismo hipotecado a todos esos intereses, o sea, ninguna relación con una verdadera información plural, decente y veraz”.
En cuanto a los motivos que han propiciado la decadencia del modelo de prensa tradicional, el periodista responde que son varios. “Por un lado, el capital, como está sucediendo en el neoliberalismo avanzado, cada vez se interesa menos por producir algo o dar algún servicio, se destina solo a la especulación, al casino (puntocom, inmobiliarias, etc…). Alguna vez pudo interesarle la prensa, pero ya no es rentable y se va. Internet y las nuevas tecnologías han cambiado las pautas informativas de los ciudadanos, la mayoría de la prensa no ha sabido adaptarse, ha intentado ofrecer contenidos que se encontraban más rápidos y gratuitos en la red y no han podido competir. Por último, se acabó ese oligopolio que tenían los grandes medios, ellos vivían del privilegio de disponer de la información y de la propiedad de la tecnología para difundirla. Eso se ha terminado, ahora sobra información, lo que se necesitan son adecuados filtros para que el ciudadano no sea sepultado con paja. Y en cuanto a la tecnología, es evidente que ya está al alcance de grandes sectores de la población”.
Estamos acostumbrados a escuchar que la prensa en papel ha muerto, sin embargo muchos de los medios analizados en el libro cuentan con su edición impresa. ¿Tiene la prensa escrita los días contados? Para el autor del libro la respuesta es clara:
“Yo creo que no, pero los medios se han de dar cuenta de que si siguen apostando por inmediatez, brevedad, superficialidad y espectacularidad; eso siempre se hace mejor en Internet que pidiéndole al lector que se espere al día siguiente, baje al quiosco y pague. De modo que la opción para el papel es ofrecer reportajes y trabajos profundos, con antecedentes y contexto, sin prisa para ser rigurosamente contrastados. En pocas palabras que nos expliquen e interpreten el mundo. Para ello creo que los ciudadanos se darán cuenta que sí vale la pena sentarse a leer el periodismo impreso”.
Preguntado por lo que se les exige a los nuevos periodistas, Pascual Serrano responde “Supongo que quieres decir, qué se les debe exigir. Porque exigir se les exige que escriban rápido, barato y que garantice muchos lectores aunque no informen de nada.
Creo que el talento más interesante que se necesita para el nuevo periodismo es algo que se estaba perdiendo: la capacidad del periodista de descubrir dónde hay una noticia, una historia. El periodismo mercantilista dominante hasta ahora se limitaba a enviar periodistas en rebaño a escuchar a los poderes, a reproducir notas o ruedas de prensa, a dejarse vender motos por las fuentes informativas interesadas. Los lectores se dan cuenta de que todos los medios dicen lo mismo, y siempre al servicio de fuentes interesadas. Por eso, un periodismo independiente del mercantilismo de los grandes accionistas, los financieros acreedores y las firmas anunciantes puede volver a hacer un buen trabajo”
Cuando se le pregunta por los ingredientes del buen periodismo, Pascual señala que“existen unas habilidades específicas para cada tiempo y otras universales. Sin duda, hoy se requiere un manejo excepcional de las nuevas tecnologías. El problema es que los periodistas cuando entrevistan a alguien lo que quieren saber es dónde hay enchufes para los focos o para recargar la grabadora, y no cuál es la trayectoria de la persona a la que van a entrevistar. Creo que, puesto que el periodismo escrito se debe fundamentar en la profundidad y el análisis, es imprescindible, como decía Kapuscinski, conocer la historia, documentarse del asunto, abordar todos los elementos que influyen, los antecedentes, el contexto. No vamos a contar en un minuto lo que sucedió ayer tras enterarnos en cinco minutos, vamos a explicar lo que está pasando desde hace tiempo para que pueda ser comprendido. Solo así podemos recuperar el buen periodismo”.
¿Existe la democracia en nuestra información? El periodista no duda en afirmar que “por democracia en la información deberíamos entender que se garantice el acceso de la ciudadanía a los medios de comunicación o que se garantizase una información veraz, ambas cuestiones reflejadas en nuestra Constitución, y no se cumple porque no existe ninguna norma legislativa que lo desarrolle”.
Por otro lado, señala “que los contenidos de los medios privados están condicionados por anunciantes patrocinadores, por accionistas interesados y por fuentes poderosas que presionan. Todo eso no permite afirmar que nuestra información es democrática. Y un ciudadano informado es una condición imprescindible para una democracia”.
En cuanto a su opinión sobre algún tipo de control público en los medios de comunicación, Serrano responde que “no se trata de control, se trata de regulación. Los medios de comunicación son un poder, y todos los poderes deben ser regulados por la sociedad, es decir, deben estar al servicio de la comunidad, de la ley, del derecho. No pueden estar por encima de la democracia. Te pongo un ejemplo. Si un medio puede mentir con impunidad, aunque haya otro medio que diga la verdad, el ciudadano se enfrentará a dos versiones de un hecho, una de las cuales es falsa. Por tanto, no podrá conocer cuál es la verdadera, dónde está la verdad. En última instancia eso es lo mismo que tener una censura en una dictadura. Por tanto hay que regular que exista una información adecuada, veraz y plural; como se regula la calidad de la alimentación o de los medicamentos”.
Por otra parte añade que hay muchas cosas que regular “cómo se distribuyen las licencias radioeléctricas que ocupan un espacio público, a quién se asignan. Cómo se garantiza que no existan monopolios informativos, que un empresario no controle la televisión, la radio y la prensa de una comunidad autónoma, y podamos garantizar pluralidad. Regular mediante el Estado y sus leyes es poner a la comunidad por encima de los intereses de unas empresas particulares de comunicación, no tiene nada que ver con la libertad de expresión o la regulación de contenidos. Lo que sucede es que hay grandes emporios empresariales que controlan los medios que no quieren someterse a la voluntad popular y a cualquier medida la acusan de atacar la libertad de expresión. Es como si el gobierno legislase unas garantías sanitarias para los hospitales y las empresas privadas de sanidad dijeran que con esas normas se está atentando contra el derecho a la salud”.
La independencia tiene un precio, ¿Cómo convencer a las personas que ahora acceden gratuitamente a la información de pagarla?
“Es un reto. Sobre todo cuando venimos de una situación de casino, de dinero fácil en los medios en los que te cobraban la mitad del coste por el periódico en papel, lo podías leer gratis en internet y el fin de semana te regalaban un DVD y una pieza de cubertería. Eso se ha terminado, y es bueno que se terminase porque eso se producía porque la información que nos daban era totalmente tóxica, al servicio del anunciante del DVD o de las multinacionales que salían muy bien paradas en las páginas del diario aunque estuviesen robándonos en la factura de la luz, contaminando los ríos del mundo o engañando con preferentes y tarjetas opacas”.
Quizá sea mi percepción que gratuidad e izquierda siempre han ido de la mano, ¿Cómo derribarla?
“Es que hay que precisar eso de gratuidad. El que el ciudadano no pague por algún servicio no quiere decir que no cueste o no cobren los profesionales, quiere decir que existe un estado social que entiende que es un servicio público y asume su coste. No pagamos -o no pagábamos porque cada vez no están pidiendo más- por la sanidad o la educación porque el estado, con el dinero de los impuestos, construye escuelas y hospitales, y paga maestros y médicos. En el periodismo hace falta dinero para mandar un enviado a Ucrania o Siria, tener una corresponsalía en Colombia o Rusia, o para que un periodista todos los días revise el BOE a la búsqueda de una noticia. En mi opinión, ese dinero solo puede proceder de tres orígenes.
El estado social que he citado anteriormente cuando me refería a la salud o la educación, es decir, que se entienda que el derecho ciudadano a la información debe ser atendido por los poderes públicos. Mucho me temo que no es esa la línea de los actuales poderes europeos que prefieren dejarlo en manos de grupos privados de comunicación. Desgraciadamente la ciudadanía tampoco es suficientemente sensible a exigir ese servicio social. Otro origen es el que había en los modelos comunicacionales que ahora están en crisis según señalo en el libro La prensa ha muerto: ¡Viva la prensa!, es decir, grandes inversores, grandes financieras, poderosos anunciantes, imprescindibles relaciones con el poder político… Todo eso condicionaba los contenidos y, además, ahora se desploma por la crisis que hemos señalado al principio. Solo queda, por tanto, una opción, que la ciudadanía se sensibilice en la necesidad de apoyar y financiar un periodismo decente e independiente. Como dice uno de los nuevos medios esperanzadores estudiados en el libro, el ciudadano pagaría no por leer un reportaje, sino para que ese reportaje pueda existir, porque sin su ayuda no se podría haber hecho”.