Albacete es una ciudad pequeña o un pueblo grande, míralo como quieras. Es una de las frases que más me repito cuando alguien se acerca con aires de grandeza. Frases como, “nos conocemos todos” toman más cuerpo que nunca al acercarse el periodo electoral. Nos conocemos todos. Es el inconveniente que tienen los partidos políticos al confeccionar una lista de candidatos: hasta el más tonto tiene un pasado, hasta el más listo le tiró los tejos una vez a la novia de su amigo.
En una conversación de parque, mientras los niños juegan despreocupados a la pelota soñando con ser multimillonarios, unos padres hablan de a quién votar, a quién no votar y las opciones reales de trabajo y futuro que ofrece Albacete a los niños. A ellos mismos.
-Si no tuviera hijos, yo ya me habría ido de aquí. He renunciado a mis aspiraciones, me conformo con encontrar un trabajo, el que sea.
-No digas eso, mujer, seguro que sale algo –le contesto yo.
-En dos años que llevo mirando, nada de nada. En serio, me iría a Madrid o al extranjero, aquí no hay opciones reales de trabajo, ni de futuro.
Entonces empezamos a hacer un leve repaso a las personas que se presentan en las candidaturas de los distintos partidos políticos. Las conversaciones dan estos giros.
-Ese que se presenta de número X es un cabrón, no sé si lo conoces o no, pero yo lo conozco y cuando trabajaba en X hizo que más de dos se cogieran la baja. Es una mala persona, directamente.
-Pues si no cambia la cosa, sale de concejal, seguro –le digo yo- , según lo que han dicho las encuestas de la Universidad y algunos digitales.
-Espero que se equivoquen, aunque, por otro lado, ¿habéis visto quién va en la lista del PSOE?
-Sí, ¿y has visto quién se presenta por Ganemos?
-Claro, el primo de X.
-Si no, el que va número X en las listas del PP, lo conocen en el barrio de toda la vida, ese va a pillar y nada más.
Entonces a quién votar. En Albacete nos conocemos todos, votar a una persona es votar a alguien que sabes qué ha hecho, a qué se ha dedicado, si ha tomado muchas cervezas o ha machacado a sus compañeros de trabajo.
–Es que yo quiero votar, no quiero votar en blanco.
Los padres compran la bolsa de pipas más grande que haya en el kiosko, o en el Mercadona, y hablan, debaten, marujean. Deciden.
-Entonces, ¿a quién votamos? -Dijo otra de las madres seriamente preocupada y sin intención de no votar, o votar en blanco.
Volvimos a hacer un repaso y nos dimos cuenta de que formábamos parte de ese tremendo porcentaje de personas y/o votantes denominados indecisos.
-Entonces -insistió la misma madre de antes-, ¿con nuestros votos indecisos podríamos decidir?
Un aire de triunfo recorrió el Parque de Abelardo Sánchez, pero fue momentáneo porque los votos indecisos son tramposos, no sabes cómo ni de qué manera pueden condicionar. Es como el gol del niño de 7 años, momentáneo. Podría ser una estrella de fútbol o emigrar a Londres a vender hamburguesas.
Los candidatos se han paseado por los barrios, han tomado café, han debatido, han echado sonrisicas, han echado mentirijillas piadosas y de las otras. Han dicho que eran renovadores cuando no lo son y han dicho que eran guapos porque Photoshop hizo que se lo creyeran. Pero sobre todo, han pasado por esta campaña de puntillas, como si nada.
Pero la hora de decidir es el domingo, y la decisión la tomas tú.