El portavoz del Partido Popular, Rafael Hernando en recientes declaraciones a propósito de los atentados de París ha calificado -textualmente- de «buenismo trasnochado» al movimiento social que se opone a la guerra como respuesta, sin más consideraciones, al proclamado Estado Islámico.
Hay que recordar que este mismo partido con motivo de los atentados terroristas en Madrid el 11 de marzo de 2004, no tuvo ningún reparo en utilizar -dicha fechoría- para intentar obtener rédito electoral, a través de la teoría -descartada por las investigaciones desde los primeros momentos-, de que la banda terrorista ETA había sido la autora de la barbarie. Seguro que todos los lectores lo recuerdan: “Desde el Ministerio del Interior no se baraja otra posibilidad de otra autoría que no sea ETA». Considerando «intolerable» y calificando de «intoxicación propia de miserables», «toda atribución del atentado distinta a la organización terrorista ETA”.
Ahora, con esa dialéctica que están tratando de imponer, siguen fieles a aquello en lo que parecen coincidir absolutamente con la barbarie de los agentes de ISIS, a saber, que la única metodología que respetan y a la que se atienen es la del mecanismo del canje atroz de represalias. Ya lo pudimos comprobar con la actitud que estuvo en el fondo de la determinación de desencadenar la Guerra de Irak en marzo de 2003. Ya saben, de esa en la que no estuvo la señora Aguirre, y en la que el presidente de EEUU, George W. Bush se enfadó mucho cuando el presidente Rodríguez Zapatero retiró las tropas españolas.
Pues bien, es que incluso la categoría esa de «buenismo trasnochado» es boba. Si me obligaran a elegir entre esa cualidad y su opuesta, digamos «malismo moderno», yo me quedaría sin pensar con aquella. El «buenismo trasnochado» lo relaciono más con Robert Owen; con Karl Marx, acabar con las situaciones que el ser humano es un ser humillado, esclavizado, despreciable; con el optimismo de la Enciclopedia Británica; con Melchor de Jovellanos; con Spinoza, el filósofo de la alegría; con las Sociedades Económicas de Amigos del País; con Kant y su Paz Perpetua; con John Stuart Mill, entre otros.
Por otra parte ese «malismo moderno», que el portavoz del PP parece preferir, tampoco es una cosa que solo se pueda referenciar en Margaret Thatcher, Ronald Reagan, o George W. Bush, Tony Blair y sus ayudantes. Por quitarle un poco de modernidad nos podemos referir a la expresión de Plauto (254-184) en su obra Asinaria, a saber: Lupus est homo homini, luego comentada por Thomas Hobbes (1588-1679) en su obra De Cive (1642) y que luego en su obra maestra de 1651, Leviathan le conduciría a la necesidad del soberano absoluto: totalitario, por supuesto.
Así que la categoría «malismo» es autocontradictoria. Ese es el único rigor que se conceden, el del chascarrillo de café, incluso en el Parlamento, ¡qué para eso tienen mayoría absoluta! No tienen más que comprobarlo en ese debate que anuncian y en el que intervendrá la señora Sáenz de Santamaría. Es una de las más cualificadas especialistas en esa actividad, además también de hablar como si estuviera por encima de las controversias y en fingir una serenidad que es simplemente ñoña. Si ustedes han visto al ínclito portavoz del PP enunciar su elaborada teoría del «malismo trasnochado», seguro que les recuerda a las enunciaciones de aquella curiosa teoría del «finiquito en diferido», o a eso de, ¿… y la europea? de Mariano Rajoy en la entrevista con el periodista, Carlos Alsina.
Así estamos.