Primer acto. La dimisión de Javier Cuenca.
Yo estaba de salidas y entradas de viaje en Albacete. No sabía y, en general, no se tenía noticia de que la dimisión del alcalde se podría producir. No había oído nada. Ni nadie me ha asegurado que la conociera. Se ha dicho que era problema de vértigos. Incluso que podría ser una enfermedad más grave. En los comunicados no se especifica con claridad, al menos, que yo haya visto. La enfermedad de vértigos es desesperante e imprevisible. Tengo varios familiares y amigos que la han padecido y el sentimiento de derrota es característico. Pero claro, no es una enfermedad que no se pueda decir como elemento justificativo de una dimisión de un cargo que requiere una constante presencia y disposición. Así que este lado queda oscuro.
También se ha hablado de posibles desavenencias en el Grupo Popular del Ayuntamiento. A los que yo he oído enunciar de hecho este comentario los tengo catalogados de que lo dirían igualmente aunque no fuera verdad, si así le conviene a sus intereses. El único elemento a favor de esta circunstancia es el estado general del Partido Popular y la opacidad con que se ha llevado este asunto.
Y luego estuvo el pleno del día 29 de junio. Por sorpresa, el alcalde no aparece a dar la cara. No se citó ningún certificado médico que impidiera la asistencia al acto. Tras las intervenciones populares y el primer punto de “Dación de cuenta y en su caso aprobación del acta de la sesión del 25 de mayo”, el presidente en funciones leyó una carta de tres líneas, como un telegrama, recalcando huecos de los aspectos administrativos, DNI, domicilio, etc., cuyos contenidos, claro, no podía revelar. Una decepción.
La perplejidad aumentó cuando el presidente en funciones se esforzó por -en un discurso falsamente solemnizado- alabar las condiciones personales, la vocación, el esfuerzo político y su total dedicación principalmente a la ciudad de Albacete, ya como concejal, y como alcalde. El discurso estaba en contradicción con el laconismo procedimental de su carta y con la constatación de su ausencia.
Lo peor fue que cuando acabó no hubo más que un extraño silencio, ni unas palmas, ni un comentario, ni un murmullo. Incomprensible. Como si cualquier hipótesis inconfesable y estridente fuera posible.
Segundo acto. Las negociaciones.
Lo primero que pensé es que, tal vez, Ciudadanos podría utilizar el relevo la alcaldía para -sin un precio elevado- desmarcarse de la acusación de un excesivo seguidismo, del que en la percepción de los electores apenas se pueden señalar diferencias importantes que lo distingan del PP, e incluso ganar presencia y protagonismo en el nuevo equipo de Gobierno, que tal vez haya conseguido o vaya a conseguir con la actitud que al final haya adoptado. Aunque nunca se sabrá si para mejor o para peor. Ocurriría lo que tuviera que ocurrir.
Pero lo relevante es que da la impresión de que en el PSOE no querían que ejerciera de alcalde nadie que se hubiera declarado como parte de la vesania de los procedimientos susanistas que se mostraron en le proceso de primarias; ni en Ganemos, la parte que no es IU, es decir, la mayoría, tampoco querían que ocupara un lugar preeminente, o tal vez, un periodo la alcaldía, una cabeza de lista que luego pudiera ejercer una presencia determinante en las negociaciones de las posibles confluencias, que con la presencia de IU en ellas sólo pueden ser tuteladas y jerarquizantes.
Desde mi punto de vista tanto el PSOE como Ganemos Albacete invocan en la argumentación de su posición la referencia a la imprevisibilidad del concejal No Adscrito, para justificar así el inconveniente comprensible de promocionar a unos concretos concejales de su propio grupo. La escenificación de quien estaba animoso en unas propuestas y quien se limitaba a enfriar las expectativas aparece como determinante en la justificación de esa posibilidad.
Se realizaron propuestas para aprovechar el relevo en la alcaldía para engrasar y perfilar la maquinaria electoral y las posibles alianzas con vistas a las Elecciones de 2019 que, ¡ya están aquí! Era una buena idea, pero con los condicionamientos anteriores esos empeños estarían lastrados en exceso.
Curioso público
Para el análisis dejo a los lectores la imagen de algunos de los asistentes a la toma de posesión del nuevo alcalde. Entre las lacónicas felicitaciones, la de su paisano fuentealamero, don Marcial Marín, flamante secretario de Estado de Educación (alcalde reprimido por las fauces del PP Cospedaliano). Y es que algunos afectos nunca serán tan verdaderos como los odios.