Que millones de emigrantes […] tengan que ganar el pan con el sudor de su frente hace superflua la crítica teórica de la sociedad. (Th. W. Adorno. Crítica de la cultura y sociedad I. OC, 10/1. Akal, 2008, p. 394).
En el Teatro Circo, por el Taller de Teatro de la Universidad Popular de Albacete dirigido por Llanos Briongos y Ángel Monteagudo, los días 30 y 31 de octubre se presentó la obra de José Zorrilla Don Juan Tenorio. Se trata aquí simplemente de señalar algunos aspectos, dispersos y heterogéneos, que pudieran resultar de interés.
En primer lugar, resaltar el milagro de la producción de una obra de estas características. Tan exigente y tan comprometida para estrenar en el Teatro Circo. Eso requiere de lecturas desde el mes de mayo, y ensayos durante todo el verano, incluidas algunas semanas de julio y las últimas de agosto; y tras el parón obligado de la feria, una dedicación intensa hasta el día del estreno, incluso con el aprovechamiento del algún domingo. Por las mañanas elaboración del material, las máscaras y el vestuario en general, y por las tardes sesiones maratonianas de ensayo, porque, claro, se ha preparado la obra con dos elencos. Primero, por precaución ante la posibilidad de alguna enfermedad de los participantes y, en segundo lugar, por la voluntad de participar en la experiencia de la mayor parte de los integrantes de los distintos grupos y talleres que conforman el Aula de Teatro de la Universidad Popular.
Un esfuerzo importante ha sido el que cada grupo de actores realizara en el mismo día dos sesiones. La primera dedicada a los estudiantes de distintos centros de educación secundaria, que pudieron asistir, por la mañana, y la segunda en el horario habitual para el público en general. Hay que señalar este aspecto, de esfuerzo de organización para el Cultural Albacete y la Universidad Popular (UP), porque para la mayor parte de los estudiantes era el primer contacto con el Teatro Circo, que, tras ser preguntados, parecían indicar respecto de ese recinto un alejamiento similar a los distantes La Scala o el Metropolitan.
En segundo lugar, indicaremos algunos aspectos de la obra cuyo título completo es Don Juan Tenorio. Drama religioso-fantástico en dos partes. Frente a la defensa de la teoría del libre albedrío en El burlador de Sevilla, y la imposibilidad de la fe y una profesión de hipocresía en el Don Juan de Moliere, el tema principal en el Tenorio es el de la salvación del alma (Versos 3701-2):
Un punto de contrición
de a un alma la salvación.
Y de las dos partes la primera parece acontecer en un mundo real, aunque artificial, claro, en el que se acentúa exageradamente el comportamiento malvado de D. Juan, para reforzar la tesis de la salvación de su alma, y una segunda parte imaginario- ideológica en la que se intenta sin éxito justificar la tesis que se quiere defender.
En tercer lugar, el contenido de la obra está muy ligado a su preciso desarrollo escénico como creación de la dirección. Hay gran variedad de elementos que intentan alejar al espectador de la mentalidad realista. Por citar algunos: el utilizar somieres como rejas de balcón y a la vez esquinas, un forzado affaire entre Ciutti y Brígida, las camisas negras y la exhibición de los dos revólveres en D. Juan y D. Luis, la ejecución de un desarmado y entregado D. Luis, la utilización de los coros de carnaval y ánimas, y, sobre todo, y la presencia constante en el escenario del grupo Combo Metal, de la Escuela de Música Moderna de la UP dirigido por Javier Palacios, con su música tan característica. Y luego también sutilezas como el aparecer descalzo de Don Juan en el tercer acto de la segunda parte para indicar, a la manera del Vulneratus deficiens de Kresilas de la sala I del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, que está enfrentado a una batalla ideal. Una sucesión permanente de detalles, dentro de la simplicidad, que refuerzan de manera fecunda una gran cantidad de significaciones que contribuyen de manera eficaz al sentido de la representación.
Y también el importante trabajo de las actrices y los actores. La decisión y la eficacia con que afrontan los personajes más comprometidos y exigentes de D. Juan, D. Luis, Dña. Inés, y D. Gonzalo. Es decisiva la contribución de las interpretaciones de los personajes con menos presencia en el escenario: Buttarelli, Pascual, el escultor, la abadesa, Brígida, Dña. Ana, Lucía, etc., que configuran de manera determinante la alusividad del conjunto de la representación. Con la particularidad de que, cuando no actúan con papel, participan en las coreografías del carnaval y de las ánimas. Lo que da una idea de la importancia del carácter colectivo que se ha dado al trabajo de la representación de la obra.
En cuarto lugar, tendríamos que referirnos a la posible ubicación o composición de lugar del espectador. No puede dejar de encontrar referencias en las que nos hallamos inmersos. Como el tema de la lucha económica por la supervivencia en las clases subordinadas:
CIUTTI. Buen agosto
para rellenar la arquilla.
BUTTA. ¡Quia! Corre por Sevilla
Poco gusto y mucho mosto.
Y así en los sobornos de Brígida y Lucía; aunque la economía tiene otro significado en D. Juan: Con oro no hay nada que falle (V. 1430). O en la importancia de la cuantificación en palabras de Don Juan:
La historia es tan semejante
que está en el fiel la balanza;
mas vamos a lo importante
que es el guarismo que alcanza. (V. 631-4)
Como en la insoportable subordinación de la mujer; así dice D. Luis refiriéndose a Doña Ana de Pantoja:
Don Juan, yo la amaba, sí;
mas con lo que habéis osado,
imposible la hais dejado
para vos y para mí. (V. 2376-9)
Como también la subordinación de la salvación de Doña Inés al arrepentimiento de Don Juan. Por supuesto, el asunto de la competitividad y, por último, para completar el cuadro del imaginario neoliberal, el tema de la individualidad, única categoría susceptible de “salvación” para la modalidad de ser aristócrata y varón, claro.
Y, para terminar, en quinto lugar, tendríamos que hablar de cómo se nos mostraría el sentido de la representación. Ese imaginario religioso que tiene que proporcionar la salvación fracasa en cuanto no puede afectar, y no afecta a la vida, y ni siquiera se puede compartir. Ni con el escultor que toma a Don Juan por loco en la primera escena de la segunda parte, ni por Centellas y Avellaneda que caen desvanecidos con la presencia del espíritu de Don Gonzalo. Ni tampoco resulta creíble la confesión de Don Juan:
No amé la hermosura en ella,
ni sus gracias adoré;
lo que adoro es la virtud,
Don Gonzalo, en doña Inés. (V. 2500-3).
Por sintetizar con una referencia, el fracaso de la ideación religiosa, incluso de la cultural, es recogido por Derrida:
¿Cómo se podría destruir el deseo de presencia? Es el deseo mismo. Pero lo que lo da es aquello que en la presencia del presente no se presenta. (J. Derrida. Entrevista con Christian Descamps (1982). En El tiempo de una tesis. Proyecto A, 1997, p. 105).
O más precisamente también en el último párrafo de El teatro de la crueldad y la clausura de la representación, que dice:
Pensar la clausura de la representación es pensar lo trágico: no como representación del destino sino como destino de la representación. Su necesidad gratuita y sin fondo. (En La escritura y la diferencia, Anthropos, 1989, p. 342).
Como no nos podemos detener aquí en las mediaciones y en las consecuencias de las anteriores referencias sólo destacaremos su importancia en relación con el ejemplo de la actitud de los componentes del Taller de Teatro. Para nosotros su propuesta es el trabajo colectivo y apasionado de producción de significado y vida en el desierto normativizado del individualismo y la competitividad neoliberales. Un esfuerzo dilatado, desde el mes de mayo con apenas alguna semana de descanso, y después de la Feria, con sesiones de mañana y tarde y algún festivo, para tratar de elaborar, las caretas, el atrezo, los útiles del decorado, etc. Y el resultado una explosión de júbilo por el trabajo colectivo bien realizado y un notable éxito de público. En lugar de la absurda fatiga, el esfuerzo venturoso. Lo que tiene el teatro.
Redacción de AC y fotos de Javier Hidalgo