Aunque usted no lo crea, hay gente que se dedica a contar las palabras en los debates. Por fortuna, yo no soy una de esas personas, pero si “mentira” no estuvo dentro de las que más sonó, poco le faltó.
Los dos debates fueron broncos y ásperos, especialmente el de ayer, con un Rivera desatado que salió a intentar desquiciar a Sánchez desde el segundo cero. Ya en el primer debate Rivera atropelló a Casado por la derecha y en este asalto parecía que iba a suceder tres cuartos de lo mismo. La idea de la existencia de un partido liberal, centrista y moderado, se iba por el desagüe de los exabruptos del naranja. La actuación de Rivera nos hizo incluso descubrir que es él quien guioniza los anuncios de “Securitas Direct”. Por fortuna para los que todavía creen que en España puede existir algo parecido a un partido liberal, en el segundo debate salieron temas que parecieron revivir tan vana esperanza: el aborto, la eutanasia o el avance en los derechos LGTBI reconciliaron a Rivera con su público más centrista y desdibujaron a Casado, sabiendo que dijese lo que dijese sobre el tema podía perder votos, bien dirección Ciudadanos por su conservadurismo, bien dirección VOX por su blandenguería, así que el popular dijo algunas generalidades y campeó el temporal como buenamente pudo.
Sorprendentemente, dentro de la crispación generalizada se erigió la nueva figura de Iglesias, que mutó de incendiario revolucionario a cura obrero que te da la matraca con la Biblia y con aquello de ser bondadoso y justo con los pobres, Iglesias, eso sí, cambió la Biblia por la Constitución, recitándonos artículos de bella factura, aunque abusó en exceso del recurso de la lectura. Llamativo no cabe duda, que lo antes era el corsé de un régimen corrompido hoy sirve para tomar casi como un catecismo. Volvió Iglesias a decirnos aquello de que hay cosas que no son de izquierdas ni de derechas sino de sentido común, y entre eso y su mesura dialéctica parecía un hombre sensato, de hecho el más sensato de los cuatro. No es que a Iglesias le haya dado un ataque de errejonismo, es que ahora parece hasta él el moderado. Para este viaje no se necesitaba tanta purga interna.
Y entretanto allí estaba Sánchez, intentando no fastidiarla con alguna metedura de pata. Como el equipo que sabe que le vale empatar para clasificarse y practica un juego rácano. En el primer debate resistió al filibusterismo y los juegos de magia Borrás de Rivera, pero en el segundo se le vio más irritado y cansado, entrando a los envites del naranja, lo que no le favoreció en exceso.
De Unión Europea, de Brexit, de desarrollo sostenible, del papel de España en el mundo y especialmente en Iberoamérica nada de nada, no vaya a pensarse el personal que esto es un debate para presidir España.
Y en el minuto de oro, la tónica parecida. El mejor, Iglesias, conectando con las emociones y los orígenes que hicieron grande a Podemos, removiendo las entrañas de la gente que se emocionó con el “sí se puede” de Sol. Sin destacar Casado y Sánchez, el candidato socialista se olvidó de apelar al votante que lleva en el corazón el puño y la rosa y se dejó llevar en exceso por el institucionalismo; el peor Rivera, en el segundo debate contándonos excesivamente su vida sin saber para qué propósito en, y sometiéndonos al ridículo del silencio en el primero, dejando claro de nuevo que sus asesores son fans de Paulo Coelho. Eso más sus souvenirs y sus estridencias, lo convirtieron, definitivamente, en un meme andante. ¿Lo escuchan?