¿Es posible una experiencia intimista de lo sórdido? La función Una novelita lumpen demuestra que sí, y que su resultado es el fracaso. Nos lo avisa desde el primer momento:
BIANCA. ̶ Ahora soy una madre y estoy casada, pero no hace mucho fui una delincuente. Mi hermano y yo nos habíamos quedado huérfanos. Eso de alguna manera lo justificaba todo. No teníamos a nadie. Y todo había sucedido de la noche a la mañana.
Hay como una cita, entre algunas otras a distintos referentes teatrales, con respecto al significado de la palabra futuro de la obra Final de partida (1957) de S. Beckett:
CLOV.-̶ ¿Tú crees en la vida futura? HAMM.-̶ La mía siempre lo ha sido.
Y ni siquiera cabe la reiteración final, que crea un ritmo como si inaugurara el tiempo, de uno de los primeros poemas de Worstward Ho (1983) del mismo autor:
Say for be said. Missaid. From now say for be missaid. […] No matter. Try again. Fail again. Fail better. (Hablar por hablar. Equivocarse. Desde ahora hablar para equivocarse. […] Da lo mismo. Prueba de nuevo. Fracasa otra vez. Fracasa más completamente.)
El fracaso ocurre, se repite, con la situación de volver a ser Bianca una mujer casada y madre, y todo queda a expensas de volver a comenzar de nuevo. Parece ser el destino de las formas de individualización y de las sensibilidades en las que nos atrapa la organización social neoliberal.
El anterior comentario corresponde a la obra de 2002 con el mismo título de Roberto Bolaño, adaptada y dirigida por Rakel Camacho, por la compañía de teatro La Intemerata, con la que afortunadamente volvió ayer a la actividad pública el Cultural Albacete en el Teatro de la Paz.
¿Están conseguidas las constataciones de la sucesividad recurrente de continuidad entre las vibrantes corporalizaciones estilizadas y las pretendidamente trascendentales enunciaciones lingüísticas que les siguen?, ¿aciertan en su desarrollo escénico? Es el camino paradójico que propone el trabajo teatral y la escritura de Bolaño. Ésta ya tan distante, y casi solo una fórmula expresiva ritual.
No es fácil para los personajes escapar de esas formas de subjetividad, tan bien referenciadas en la obra, en las que están atrapados. No llegan a conseguirlo, y marcan nuestro destino de espectadores, tanto en la obra de teatro, en la sala, como en la sociedad del espectáculo.
Como en el remoto poema de Alfonso Costafreda, titulado si no recuerdo mal El mudo, y que no deja de tener su lado irónico:
A veces tú te yergues,
te yergues como lanza
que trepa hacia la altura
desbordando la sombra.
No alcanzas la victoria,
pero silencio contra silencio
combates y el cielo
la ambición nunca desdeña.
Se puede comprobar que de la intensa experiencia de lo que ocurre en el escenario, del extraordinario y arriesgado trabajo de Rebeca Matellán y de los actores Jorge Kent, Diego Garrido y Trigo Gómez, así como de la inusual, sorprendente y acertada propuesta de Rakel Camacho, se obtiene algo muy valioso e insustituible. Se puede comprobar.