El panadero
Muchos pueblos no tenían panadería. Por tanto el pan tenía que durar, sin ponerse demasiado duro, hasta la siguiente llegada del panadero con la furgoneta o el camión de reparto. Para ello se hacían hogazas de 1 kilo y de 2 kilos, pero también barras de 1 cuarto y de medio para gastarlas más pronto. El horno funcionaba con rajas de leña de carrasca o de rebollo. De todas formas, si el pan se endurecía mucho se hacían sopas de leche, migas, torrijas y pan rallado. Si sobraba algo de pan duro (cosa rara) se daba a las gallinas o al cerdo.
El camión del panadero también servía para que, a veces, los mozos fuéramos en el viaje de ida a las fiestas de los pueblos , por ejemplo a Oncala, pero la vuelta había que buscársela por otro lado.
El frutero
El frutero traía buenos melocotones de La Rioja, ¡qué bien olían! ,también tomates, melones y sandías. El Gildo apenas tenía sitio para moverse dentro del camión, entre cajas y ristras de ajos.
El pescadero
El “pescatero”, pitando con su camión como el frutero, daba primero una vuelta al pueblo y luego se ponía en la plaza.
Menudos congrios y merluzas de pincho llevaba, también unos mejillones, unas chirlas y unos calamares para el arroz.
El afilador
El “tiroriroriiiií-rorirorií” anunciaba la llegada del afilador en su bicicleta o en su mobilete. El cuchillo de la carne, las tijeras y las navajas tenían que estar bien afiladas. Recuerdo ver como salían las chispas y también oír el ruido de la rueda de afilar.
El quincallero-chatarrero
Con una camioneta bien trillada vendían y compraban cosas de metal de poco valor, como cacharros, tijeras, cacerolas, baratijas, bisutería, cadenas y cerrojos.
El colchonero-lanero
Con un altavoz potente iban pasando por las calles anunciando: “Señora, ha llegado a su casa el colchonero – lanero, vendemos colchones de todas marcas y medidas, a cambio también de lana!”
El hombre de los melones
Todos los veranos se escuchaba por el pueblo: -“Llevamos melones manchegos, ¡qué melones del Tomelloso señora!, tres melones cinco euros, sandías grandes de las mejores, también llevamos patatas nuevas, cebollas buenas y ajos morados de las Pedroñeras. ¡Aprovéchense, estamos a la puerta de su casa!”
Las vendedoras de verdura
En Valencia, habían mujeres que vendían verdura bollida (hervida) por las casas del pueblo, barata. El castañero que también pasaba cantaba en valenciano: -“Castanyes torrades, calentes i bones, compreu castanyes si voleu, que el castanyero ja s’en va”-.
El heladero
En pueblos de Valencia y en Almansa y en Caudete se vendía por las casas el helado de mantecado, solo había de ese sabor. El vendedor o la vendedora pasaba con el carrito del helado y lo anunciaba a voces.
Los titiriteros
Venían de lejos y hacían propaganda de su próxima actuación con carteles pegados por las paredes. Mostraban malabares y acrobacias tocando instrumentos de música, en los que salía la cabra. Dejaban con la boquiabierta a la gente, de asombro. Mi madre me contaba que ella, de pequeña, estuvo a punto de irse de casa con los titiriteros porque le gustaban mucho. Otras veces pasaba un mago solitario como el Diablo Rojo, haciendo trucos de magia y contando chistes e historias increíbles.
Antes de inventarse los megáfonos, el vendedor ambulante que quería anunciarse pagaba al alguacil para que se diese una ronda por el pueblo, con parada en los cruces de calles y plazas, tocando un cornetín: “¡Turú, turú, turú!” ¡Bando!: ¡-se vende pescado fresco, en la “plazaaaa”-!
Francisco Javier Carmona García
Dr. Ingeniero de Montes