Ahora que se acerca nuestra querida Feria de Albacete, los hipermercados de la capital se engalanan para llenar las neveras de los vecinos a la vuelta de sus vacaciones, sobre todo de los que han tenido la suerte de salir unos día a las playas o pueblos durante las olas de calor. No sorprende comprobar como algunos de ellos están aprovechando agosto para reestructurar sus estanterías, pero llama la atención como han colocado expositores enteros de bebidas alcohólicas en la entrada y justo en frente de las cajas, cuando vas a pagar.
Podría pensarse que es para promocionar nuestros innumerables vinos de Castilla-La Mancha, ahora que ha comenzado la nueva vendimia y para ver si al menos conseguimos que se beba en las casas otra cosa que no sea Ribera o Rioja, como pasa en gran parte de la hostelería regional que desprecia las denominaciones de origen autóctonas. Pero, no. Lo que vemos son estuches atractivos de las principales marcas de destilados. Digamos que es lo primero que te encuentras y lo último que ves cuando sales de la tienda: «Grandes ofertas para whiskys, ginebras, ron…» y presentados como si fueran perfumes de alta gama en Navidad pero a precios de ganga.
Parece que más quieran competir con carpas, bares y restaurantes, pero a la baja. Las copas al alcance de todo el mundo, incluso te la regalan con la botella y esto es literal. Nada de «guarreo» de botellón, ahora beber fuera de los espacios permitidos o en las casas es lo más ‘chic’ y puede ser hasta rosa.
Contradicción
Si en España está regulada la publicidad de bebidas alcohólicas en la vía pública, nos parece que tener expuesto delante de los ojos del consumidor que va a comprar leche, huevos o pañales y tiene que recorrer todos los pasillos para encontrarlos, es muy descarado.
Seguramente la Ley Seca no resolvería el problema, pero estas montañas de alcohol en la entrada del supermercado nos parece poco responsable, fomenta la permisividad de las familias con las bebidas de alta graduación para sus hijos. Sobre todo hay que velar por la salud de los menores que participan de actividades lúdicas en pleno crecimiento. Da igual que sea jueves lardero o Feria.
La permisividad de los que, al menos se escondían de sus progenitores para hacerlo cuando eran jóvenes, puede provocar daños en espacios que ahora ellos no controlan, como las redes sociales. La tolerancia excesiva genera pingües beneficios al negocio del alcohol y parece que también a ciertas cadenas de distribución.
En la época de los gimnasios en cada esquina de la ciudad, la promoción de la vida sana y la prohibición de fumar es cuanto menos curiosa la transigencia con el alcohol desde muy tierna edad. Piénsenlo.
(Y, ¡ojo! Para los de los bulos y tergiversación de la información, NO decimos que no se venda, solo que estaba bien en el último estante del final del pasillo, en el que si alguien está interesado camina hasta allí y no pone la tentación al lado de la caja, con dibujitos y etiquetas de colores).