8 de marzo: Día Internacional de la Mujer

Salir a la calle o ‘meternos a putas’

Que nos metamos a puta, presuntamente, nos recomienda un concejal al ir a reclamarle algo que prometió en campaña electoral: “empleo”. Que nos metamos a puta, no sólo le dijo a esta chica, nos lo dice a todos. A los que un día (e inexplicablemente) confiaron en su criterio como político y le votaron; y a los que no le votamos pero les tenemos que aguantar cuatro insufribles años también nos lo dice. Que nos metamos a puta, como si eso de ser político, hoy en día, fuese mucho más honrado, pues las putas venden su cuerpo y lo que ellos hacen es vender a su pueblo.

Verónica Blanco

No quiero desviarme del tema en cuestión, pues estas palabras van dedicadas a las mujeres y no quiero que esta persona empañe este Día.

(Imagen de 'Público')
(Imagen de ‘Público’)

He hecho referencia a lo sucedido porque esclarece que el machismo más arcaico y vulgar está tan institucionalizado en nuestro sistema como la corrupción. El caso del concejal es un claro insulto a la mujer pero en otros casos es más sutil. Se trata de micromachismos casi desapercibidos y que se utilizan de manera constante en nuestra vida cotidiana, mecanismos invisibles de violencia y dominación de la figura masculina.

Los micromachismos están tan arraigados en este sistema que no se molesta siquiera en disimularlo. Todavía recuerdo a la presidenta de Castilla-La Mancha y secretaria general del PP (partido que ha aprobado el anteproyecto de ley más insultante de la historia de la igualdad de género) comparar, el año pasado 8 de marzo la figura de la mujer con “las cervezas que le llevaba a su marido mientras éste veía el fútbol”.

MUJER

La semana pasada, en un programa que pagamos “ENTRE TODOS (Y TODAS)” escuché a la pésima presentadora decir que “una mujer denuncia el maltrato o lo calla para siempre” y en la misma cadena, cuando hablan del ‘famoseo’ y la farándula, describen a una mujer soltera como “la pobre desgraciada que aún no ha encontrado su príncipe azul”. Lo que tenemos que tener claro es que estos tres casos, que hacen apología de la sumisión femenina y de la superioridad del hombre, están tan inmersos en nuestra sociedad que aún no nos acabamos de dar cuenta.

A las mujeres citadas anteriores, a la presentadora y a la que lleva cervezas a su marido mientras ve el fútbol, no las homenajeo en este día porque ellas, que campan a sus anchas por los espacios públicos, nos hacen a las mujeres que de verdad luchamos tener la voz un poco más apagada.

Por suerte, cada vez gritamos con más fuerza. Por suerte, cuando escribo estas líneas me acuerdo de mi querida amiga, compañera de universidad y de viaje latino, que en la situación más difícil e inimaginable para ella decidió ser madre soltera y emprender una vida totalmente lejana a lo que esperaba en el momento. A mujeres como mi amiga sí va dedicado este día. A las mujeres como doña Grego, una “Chola” alteña de origen aymará que conocí en Bolivia, postrada en una silla de ruedas debido a los malos tratos que recibía de su marido, que con muchas dificultades criaba a sus cuatro hijos y siempre reunía tiempo para asistir a charlas sobre igualdad de género. Recuerdo como me contaba que su sueño era llegar a ser alguien, llegar a ser libre. “Pase lo que pase, nunca te rindas, nunca dejes de soñar”, me decía. Este día, es un homenaje a este tipo de mujeres, no a las otras.

Acordándome de doña Grego, no puedo dejar de admirar al feminismo latino, que es sin duda uno de los movimientos más importantes que ha conocido América del Sur. Tiene en su potencialidad la transformación de la lucha histórica por la igualdad de derechos de las mujeres y ha logrado generar importantes cambios sociales y culturales entre ellos, el desarrollo de un marco legal a nivel internacional que reconoce la igualdad de género.

Hasta ver una mujer de origen aymará dentro del Senado han tenido que pasar un proceso duro, pero necesario de reconocimiento de sus legítimos derechos, ya no solo por ser mujeres si no por su origen étnico-racial.

Por desgracia, el tema del derecho al aborto es la gran asignatura pendiente del movimiento feminista latino, debido a la institucionalización desmesurada del catolicismo más fundamentalista en esta zona. A veces, es ridículo como el ser humano siga utilizando el nombre de la Iglesia para defender la intolerancia y la opresión. Es una lucha que en este momento compartimos debido a la ley de Gallardón, el que al final no resultó ser tan ‘progre’.

El poder de dominio masculino está arraigado como idea y práctica, entre otras razones, por la división sexual laboral por la que aún una mujer tiene que trabajar de media 83 días más al año que un hombre para cobrar lo mismo.

También estamos acostumbradas a que la historia del feminismo sea contada desde la perspectiva masculina y esa historia la debemos contar entre todos con una perspectiva unitaria. Es necesario destruir las estructuras patriarcales, que de generación en generación y sutilmente traspasan absurdos estereotipos en detrimento de la figura de la mujer.

No nos dejemos engañar, ser feminista no es, a pesar de lo que puedan pensar muchos, un concepto radical de defensa a ultranza de la mujer que toma al hombre como enemigo. Como dijo una gran feminista: “Yo lo único que he sido capaz de averiguar de lo que es el feminismo es lo siguiente, sólo sé que la gente me llama feminista siempre que expreso sentimientos que me diferencian de una alfombra”.

Soy feminista por puro sentido de justicia y soy consciente de lo que le sucede al sexo femenino y cómo a lo largo de la historia se ha ido estableciendo esa exclusión en la que estamos obligadas a vivir.

A todas las mujeres que luchan por la igualdad. A doña Grego. A mi amiga de Águilas, ¡feliz 8 de marzo!

mujer, veronica blanco