El domingo hizo un año desde que se informó sobre el primer caso de coronavirus en España. Ese mismo día, un semidesconocido Fernando Simón —algo nos sonaba de la crisis del ébola— compareció ante los medios de comunicación para explicar cómo iba esto de la nueva epidemia que venía de China. Fue entonces cuando el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) pronunció la frase que lo perseguirá toda su vida: «España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado». Lo que pasó después ya lo sabemos todos.
Es evidente que, con la literalidad de la frase, Simón no solo no acertó sino que erró, y por mucho. La pandemia ha sido la peor en un siglo y solo hay que mirar los datos para darse cuenta: 100 millones de infectados y más de dos millones de fallecidos en el mundo. Decenas de miles de muertos en España. Y esto es solo lo que hemos podido medir y constatar. Habrá que esperar para saber cuál ha sido la dimensión real de una catástrofe que sigue empeorando día a día.
Aquella ‘maldita’ frase, pronunciada en apenas cinco segundos, fue extraída de una rueda de prensa que duró 25 minutos. Simón, claro, dijo más cosas. De poco sirvió que, justo después de esta frase, viniera un pero: “Pero España tiene que trabajar en todos los escenarios posibles”. O que, justo antes de pronunciar esas palabras, tan valiosas para los creadores de memes, dijera esto:
Si usted es de los que prefiere leer, esta sería la transcripción completa:
«Ahora mismo, la información que tenemos dice que hay indicios, indicios, obviamente esto hay que especificarlo, hay que tener mucho cuidado con esos datos. Pueden ser muy preliminares y puede cambiar de un día a otro, en un sentido y en el otro. Pero sí que hay indicios de que esta enfermedad sigue sin ser excesivamente transmisible. Sigue habiendo una sola zona, una sola provincia de China, con transmisión comunitaria real. En otras zonas hay una transmisión limitada y controlada. Y, por lo tanto, parece, con el número de casos nuevos que van notificándose día a día, parece que la epidemia tiene posibilidades de empezar a remitir».
Nótese la forma en la que repite ‘indicios’, y cómo lo dice. Lo mismo con ‘parece’, como diciendo Ojo, cuidao, que esto no es tan sencillo, pero ahora mismo es lo que hay.
En cualquier caso, tomando la literalidad de la frase, ¿se equivocó Fernando Simón? Pues depende. Por un lado, es evidente que sí, ya que su pronóstico falló de forma estrepitosa. Pero, por otro lado, verbalizó lo que en ese momento sugerían los datos. Haber dicho lo contrario, que el virus estaba a punto de cambiar nuestras vidas, habría sido una irresponsabilidad porque, en ese momento, no tenía elementos de juicio en los que basarse. Es decir, justo lo que hizo el doctor Cavadas, un gran cirujano y experto en platós de televisión. El ventajismo sigue siendo ventajismo incluso cuando se acierta.
¿Y qué dijeron los expertos de verdad en aquel momento? Un ejercicio interesante es buscar críticas a Simón en el mes de febrero, antes de la explosión vírica en España. No solo no van a encontrar críticas sino que se van a sorprender con los halagos hacia el epidemiólogo aragonés. La prensa de aquellos días está llena de piropos, muchos de ellos de compañeros de profesión: ‘el supermédico contra el coronavirus’, ‘el hombre tranquilo’ o ‘el hombre que quieres tener al lado ante una epidemia’. Hasta el Partido Popular presumía en privado porque Fernando Simón fue nombrado director del CCAES cuando ellos gobernaban.
Ahora todo ha cambiado. Fernando Simón ya no solo no es un ‘supermédico’ sino que algunos hasta dudan de que haya estudiado la carrera. Es otra de las víctimas de un tsunami llamado SARS-CoV-2 que, desde que llegó, ha cambiado las vidas de los habitantes de este planeta.
Pero esto no solo se debe a la competencia o incompetencia de Simón, en la que aquí no entramos, sino a que algunos han encontrado en su figura una excusa con la que asestarle golpes al Gobierno. Y, al mismo tiempo, el Gobierno ha encontrado un paragolpes con el que protegerse de las críticas. Tal ha sido el rifirrafe político alrededor de su figura que solo había dos opciones con él: o es un héroe o es la mayor calamidad que vieron los tiempos.
Fernando Simón está finiquitado desde el momento en el que la derecha lo señaló. Después de una frase desafortunada vinieron dudas sobre sus estudios, la negación de que tenga derecho a irse de vacaciones o manipulaciones sobre sus afirmaciones de la cepa británica. Otro día el problema es que cobra mucho. Lo último que se está intentando vender, hoy mismo, es que es tan inútil que no sabe cuándo cae la Semana Santa, como si a estas alturas de la película todavía no hubiéramos aprendido nada de este virus. Y vendrán más. Así es cómo funcionan las campañas de descalificación generalizada.
Lo haya hecho bien o lo haya hecho mal, lo único que parece claro es que Simón se ha inmolado por España y eso es más de lo que la mayoría vamos a hacer nunca.